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María Bengoa
Sábado, 19 de octubre 2024, 00:01
En la posteridad hace mucho frío, en la posteridad se está muy solo. Ramiro Pinilla no quería tener una estatua donde fueran a cagar las ... palomas, ni que el Paseo de la Galea llevara su nombre, aunque su obra pasee Getxo por el mundo en tantas novelas y cuentos. Recordaba cómo la calle Carmen Martín Gaite de Leganés unió el nombre de la escritora al mayor atentado de nuestra historia cuando se inmolaron allí siete terroristas islámicos vinculados al 11 M. Pero sí quería tener una placa con la leyenda «Aquí empezó todo, según Ramiro Pinilla» en la playa de Arrigunaga, su paraíso, donde en un alarde de osadía e imaginación situó el nacimiento de la vida sobre la tierra.
La placa de acero se la dimos en su 90 cumpleaños. Permaneció más de nueve meses sobre su escritorio hasta que en julio de 2014, se la enseñamos remachada en una roca de la playa. El lugar lo había elegido antes el propio Ramiro: primero se inclinó por una roca que la marea oculta al subir; después, eligió un gran peñasco plano elevado hacia el Monte Alicante, donde el último sol del atardecer brilla hasta que desaparece en el horizonte. Algunos talleristas y manos expertas, la habían colocado con nocturnidad y sin pedir permiso, por si acaso. A esa placa 'peregrinamos' los veranos para celebrar haber conocido a Ramiro Pinilla.
No le gustaba la palabra maestro, pero mantuvo más de 40 años un singular taller de escritura en Algorta. Todos los lunes, sin cobrar un euro, sin inscripción ni horario estricto, con su característico espíritu libertario. En el origen de su propósito estaba el deseo de que todo aspirante a escritor tuviera quien escuchara lo que escribía, algo que él echó de menos. Cada uno llegaba y se marchaba a su antojo entre ocho y diez de la noche. Solo se suspendía si había futbol. Pocas normas, leer por turno de llegada. Empezó en una Asociación de vecinos de la que pronto se desmarcaron. La sede itinerante fue de bares a almacenes. En las últimas décadas el escritor se sentaba en un sillón verde azulado entre el círculo de asistentes. El sillón orejero fue pasando de un local a otro. Más de 60 personas han desfilado por el taller, nombres anónimos y algunos conocidos: Blanca Sarasua, Lucía Martínez Odriozola, Willy Uribe, Jon Bilbao… En el hospital, Ramiro dictó un último mensaje al taller en un whatsapp: «Doctores y doctoras de ese templo de la creación, os quiero mucho. Escribid, escribid'.
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