Javier Marías y los malos matrimonios
El escritor madrileño vuelve en ‘Berta Isla’ a varios de sus viejos temas: el espionaje, Oxford, las relaciones conyugales fracasadas y las mujeres frustradas en sus sueños
IÑAKI EZKERRA
Sábado, 16 de septiembre 2017
En su novela ‘Así empieza lo malo’, publicada en 2014, Javier Marías retrataba una relación conyugal desventurada de la España franquista; un hogar deteriorado por el fracaso, la frialdad, la desgracia, los resentimientos y un destemplado clima de insatisfacción que era, sin duda, el mayor logro del libro. Ahora Marías rompe el silencio de tres años para brindarnos otra obra en la que el tema vuelve a ser un mal matrimonio, una relación frustrada de clase media alta, como aquélla, en la que la mujer vuelve a llevarse la peor parte. A diferencia de la triste Beatriz Noguera, que llegaba a intentar el suicidio, Berta Isla, la mujer que da título a esta nueva entrega narrativa y que, desde el inicio, ofrece unos contornos más definidos empezando porque se dirige en primera persona al lector, posee una encantadora sonrisa, una mayor temperatura vital que debería convertirla en la antítesis de aquélla y la pertenencia a una generación –la de la Transición– que es –se supone– mucho más relajada en las costumbres que la de posguerra. Sin embargo, hay una amplia serie de rasgos que emparentan a ambas esencialmente pese a pertenecer a generaciones distintas. Como aquella Beatriz casada con un hombre de la Dictadura, Berta presenta un rol tradicional y pasivo. Se nos muestra dependiente de un marido de familia inglesa afincada en España que no le acaba dando la vida convencional y burguesa que esperaba porque es reclutado, en los días en los que estudiaba en Oxford, por los servicios secretos de la Inteligencia Británica para realizar un tipo de misiones que justificarán sus largas ausencias así como su laconismo y que lo convertirán en un ser extraño para su propia esposa, en una suerte de fantasma.
BERTA ISLA
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Autor Javier Marías.
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Novela Ed: Alfaguara. 544 páginas. Barcelona, 2017.
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Precio 21,90 euros (Ebook: 10,99)
Tom Nevinson es sencillamente un espía con un perfil inquietante en el que se dan cita el hermetismo clásico de su oficio, un envaramiento para la intimidad que lo hace aún más distante y una capacidad de mímesis que le permite hablar en distintos idiomas sin que se le note en absoluto el acento extranjero. Conoció a Berta Isla en Madrid, cuando eran muy jóvenes, y ya salían juntos a los quince años, cuando estudiaban quinto de Bachillerato. Luego Tom fue admitido en Oxford y Berta se matriculó en Filosofía y Letras en la Complutense. La novela hace un recorrido por toda la relación, por las dos vidas de la pareja, que no son la misma vida o lo son de manera intermitente, alternando la voz de ella con la de una tercera persona omnisciente. Los estudios y ocupación profesional del marido le permiten a Javier Marías revisitar dos importantes aspectos de su anterior producción: la referencia oxoniense y el mundo del espionaje si bien éste es tratado en el texto en un segundo plano desde una original perspectiva conyugal y doméstica. Porque con lo que, sobre todo, conecta ‘Berta Isla’ es con la vieja obsesión del escritor con la imposibilidad que tenemos de llegar a conocer realmente a las personas que tenemos al lado así como con la cuestión ética de la mentira y la traición a la que conduce un trabajo que consiste en jugar suciamente con la confianza y con los afectos de los otros.
La sensación de extrañeza que la protagonista experimenta hacia su marido y que le lleva a la duda sobre la propia identidad de éste, con la cual se abre el libro, hace todavía más mortificante el papel de ella y le da pie al autor para profundizar en otra de sus obsesiones preferidas: la espera. Si en ‘Así empieza lo malo’, el escritor proponía la sórdida situación de quien ansía tanto la muerte del cónyuge que halla placer en que ésta se demore, en la heroína de ‘Berta Isla’ se plantea el subrepticio deseo de seguir esperando a «su hombre» incluso después de que lo ha recuperado físicamente. Y, como contrapunto a la atmósfera enrarecida de esa relación (Marías es un gran experto en crear atmósferas viciadas y doloridas), están las alusiones al trasfondo histórico-político, la presencia de Nevinson en el conflicto de las Malvinas o en los años duros del Ulster, y, antes que todo eso, las manifestaciones estudiantiles de los años previos a la muerte de Franco. En una de ellas Berta es rescatada de las porras de los grises por un banderillero que resulta convincente precisamente por lo que tiene de insólito (las leyes de la verosimilitud en la ficción son con frecuencia paradójicas) y que le servirá como un peón narrativo útil a Marías para transmitir esa sensualidad críptica, electrizante y reprimida que él sabe sugerir como nadie en los personajes femeninos.
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