'Dublineses': El epitafio sereno y genial de John Huston tres meses antes de su muerte
El director adaptó a su amado James Joyce y se despidió con una obra maestra que rodó en silla de ruedas y asistido con oxígeno
John Huston (1906-1987) concluye sus memorias, publicadas en 1980, con el mismo ánimo retador, aventurero y sarcástico con el que concibió su vida y ... su cine. «¿Qué haría y qué no haría si volviera a empezar de nuevo?», se pregunta. «Pasaría más tiempo con mis hijos. Ganaría el dinero antes de gastármelo. Aprendería los placeres del vino en lugar de los de las bebidas fuertes. No fumaría cuando tuviera pulmonía. No me casaría por quinta vez».
Las películas de Huston pocas veces se dejaron arrastrar por la melancolía y la evocación de mundos pasados. El autor de 'El tesoro de Sierra Madre', 'La reina de África', 'Moby Dick' y 'La noche de la iguana' se sumergió en el fragor de su época. Pero cuando se puso nostálgico el resultado fue siempre una obra maestra. Como en 'Vidas rebeldes', 'Fat City' y, sobre todo, 'Dublineses (Los muertos)', su último largometraje, que rodó en silla de ruedas y asistido con oxígeno y que concluyó apenas tres meses antes de morir.
Al igual que 'Siete mujeres', de John Ford, 'Una historia inmortal', de Orson Welles, y 'La habitación verde', de François Truffaut, Huston adaptó el relato de James Joyce que cierra su libro 'Dublineses' con inequívoco ánimo testamentario. Hacía muchos años que quería llevarlo a la pantalla, pero tuvo que esperar a los 80 años para que dos productores entusiastas, Wieland Schulz-Keil y Chris Sievernich, le permitieran despedirse del cine rodeado de su familia: escribió el guion junto a su hijo Tony y otorgó el crucial papel de Gretta a su hija Anjelica.
Escritas casi una década antes de su obra magna, 'Ulises', las quince historias que componen 'Dublineses' son ante todo un homenaje a su ciudad natal y a la gente que la habita. Huston eligió Irlanda como segunda patria a comienzos de los años 50. Reformó una magnífica mansión en Galway, se fue de caza siempre que pudo y en 1964 llegó a nacionalizarse irlandés.
'Dublineses' narra una historia casi minimalista. Estamos en Dublín en la Noche de Reyes de 1904 y las hermanas Kate y Julia Morkan, junto a su sobrina Mary Jane, celebran su tradicional cena anual. Entre los invitados figuran Gretta y Gabriel (Anjelica Huston y Donal McCann), sobrinos de las anfitrionas. Tras la cena, un tenor invitado canta una triste balada tradicional irlandesa, 'La muchacha de Aughrim', que deja a Gretta triste y pensativa. De regreso al hotel, la mujer confesará a su marido que le recuerda a un amor de juventud, un muchacho de 17 años que la cortejaba en Galway y que la esperó bajo la lluvia la noche antes de que ella se fuera a un internado a Dublín, lo que le hizo enfermar y morir a los pocos días. «Qué pequeño papel he representado en tu vida», reflexiona la voz en off de Gabriel, inundado de celos al regresar la pasión suprimida a su mujer y sentirse excluido. «Es casi como si no hubiese sido tu marido».
Desolación y reconciliación
Resulta imposible no ver en esos conmovedores veinte minutos finales de un filme que no llega a la hora y veinte la plácida aceptación de John Huston de su propia muerte. «Uno a uno todos nos convertimos en sombras», concluye el protagonista mientras la nieve cae sobre los paisajes nocturnos de Irlanda. «Es mejor pasar a ese otro lado impúdicamente, en la euforia de una pasión, que irse apagando lentamente y marchitarse con la edad». 'Dublineses' se cierra con las inmortales líneas finales del cuento de Joyce: «Cae lánguidamente la nieve sobre todos los muertos y los vivos».
Paseo por el amor y la muerte, epitafio insuperable, 'Dublineses' se articula como una cantata en la que la muerte y su inevitabilidad asoman poco a poco: el recuerdo de los amigos ausentes, las fotos y objetos de familiares muertos en el piso de arriba, la mencionada costumbre de los monjes de Mount Melleray de dormir en sus ataúdes «para recordarles su destino final». Huston afronta con serenidad su fin y en ese momento de verdad entre la pareja protagonista funde desolación y reconciliación.
Vincent Canby acertó a resumir la trascendencia de 'Dublineses' en su crítica del 'New York Times'. «Ningún otro cineasta ha puesto una guinda tan espléndida a una larga carrera», alabó. «La película es tan buena, en aspectos tan inesperados, que casi exige una reevaluación de toda la obra de Huston. ¿Quién hubiera pensado que al viejo le quedaba tanta pasión?».
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