
«Yo he aprendido a escribir con esta novela, hice varias versiones»
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'Vallesordo' es un brillante debut literario en el que una voz infantil y divertida narra su mejor verano en un pequeño pueblo de la España vaciadaSecciones
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'Vallesordo' es un brillante debut literario en el que una voz infantil y divertida narra su mejor verano en un pequeño pueblo de la España vaciadaChupitainas, cuza, cansuto, achiperre, chinostra. ¡Bumbumplac! Para saber qué significan hay que leer 'Vallesordo' (Libros del Asteroide), la primera novela del zamorano Jonathan Arribas. La ... historia cuenta el mejor verano de Nico, el niño protagonista, que es fan del programa de baile 'Fama' y solo quiere bailar, con sus latas de cocacola en los pies como si fueran taconazos. La suya es una voz infantil, divertida y enternecedora, llena de pasión, pero que no se deja fuera los problemas de sus mayores ni los de vivir en un pequeño pueblo de la España vaciada. La primera presentación del libro se hizo en Zamora capital, lo cual es un detalle importante en un mundo, el editorial, que suele olvidar todo lo que hay más allá de Madrid, Barcelona y otras ciudades más o menos grandes. Es como si las historias que se pueden narrar siempre ocurrieran por allí o, como dice Arribas (nacido en 1997) «muy lejos». Pero también ocurren en el medio rural, como en los «pueblos a 15 kilómetros de la ciudad» donde el autor vivió hasta los 18 años, cuando se fue a estudiar a Salamanca. Solo hay que saber contarlas.
- ¿Quería dejar testimonio de todas esas palabras que se usan en los pueblos de Zamora?
- Algo así. He vivido en Salamanca, Madrid y Córdoba y allí no se usan. Pertenecen a un mundo que se está vaciando y de gente envejecida, en el que yo he vivido. El otro día fui a comer con mi abuela y pensé en la suerte que tengo de que esté ahí, de que me ponga en conexión con eso que se está perdiendo...
- Hay una abuela en la novela, pero sobre todo hay un niño de 12 años contando su mejor verano. ¿Ha sido difícil llegar a dar con esa voz? Es una primera novela pero seguro que hay unas cuantas versiones.
- Hay un montón de versiones y tres años de trabajo en él. Esta es la cuarta o la quinta versión. Yo he aprendido a escribir escribiendo esta novela. Al principio la voz era la de un adulto que contaba lo que vivió de niño, pero al contarlo de forma interpuesta estaba muy lejos de las emociones que sintió entonces. Y en el proceso se fue acortando esa distancia hasta que yo me convertí en Nico o Nico se convirtió en mí. Es un proceso extraño y bonito: sentir el personaje cada vez más vivo, ponerse del todo al otro lado.
- ¿Narrarlo como adulto era casi como ofrecer un análisis o una conclusión que el niño no puede tener mientras lo vive?
- Sí, él cuenta muchas cosas pero no puede verlas en su totalidad a los doce años. El punto de vista del niño deja espacio para que sea la lectora la que vea lo que pasa. Tenía que colocarme en la posición de no saber, de volver a la inocencia. Y así las cosas duras quedan rebajadas... o potenciadas, no lo sé, por contraste con la inocencia de Nico, esa posición tan vulnerable.
- Como el contraste entre la vida real, del día a día, en un pequeño pueblo de Zamora y todo lo que el niño ve por la tele. Le llegan realidades muy diferentes a las que de otro modo no tendría acceso.
- Ha sido la infancia de muchas generaciones. Yo nací en los noventa y me crié en los dosmil y esa oposición entre ambas realidades sale, no está buscada. Yo, como Nico, veía 'Fama, ¡a bailar!', mi favorita era Yure, me encantaba bailar. Ese entusiasmo y esa pasión los compartimos. Y ahora que veo desde fuera a Nico, veo que esa intensidad que él siente no puede compartirla con nadie alrededor; sus amigos no lo juzgan, lo acompañan, pero no sienten lo mismo que él. Encuentra el eco de su intensidad en la pantalla, y se contagia.
- Le sirve además para encontrar referentes que en su entorno no hay.
- Igual en los ochenta no ocurría, pero para los de la edad de Nico los referentes queer estaban ahí, en esos programas. Donde yo he crecido a los queer se nos criticaba mucho, y sé por chicos un poco mayores que era aún peor unos años antes. La realidad de alrededor no acompaña y en 'Fama' Nico ve chicos gais, chicos con pluma, que no se esconden. Rafa Méndez era la diva... y en Vallesordo no hay divas, la masculinidad que predomina no es la de Rafa Méndez (risas).
- El mejor verano de Nico fue ese, cuando pudo bailar. ¿Y el suyo?
- No me lo había planteado, porque como Nico he sido yo, no he dialogado con la realidad de fuera de la novela, la mía. Pero supongo que mi verano fue cuando fui a Madrid, con 22 o 23. Fue cuando las cosas empezaron a cambiar de color.
- Bailar y escribir, ¿dos sueños igualmente alejados para un chaval de un pueblo zamorano?
- Es difícil que la gente entienda la pasión total. Que yo le dijera a mi padre que prefería malvivir escribiendo que trabajar en otra cosa -estudié Derecho- nos llevó a una discusión. La familia no lo entendía muy bien.Mis abuelos y mis padres se han dedicado a trabajar, vengo de una familia en la que la literatura no ha tenido importancia, si te revientas a trabajar no tienes tiempo para leer. Para mí esta es una gran oportunidad: tener tiempo y energía para escribir, vivir haciendo lo que me apasiona.
- ¿Les ha dado a leer las críticas?
- No, aún no. Sí que han leído la novela y les ha gustado. Y a la presentación mi padre viene con las botellas de champán.
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