«Tardé mucho en ser medianamente listo»
Parodia mañana en el Campos de Bilbao el mundo radiofónico con el que creció. Soñó con ser Luis del Olmo, pero es una estrella del humor
Si a toda época le corresponde un genio del humor, este parece ser el tiempo de Juan Carlos Ortega. Juega con las voces, construye singulares ... personajes e imagina historietas en las que mezcla cosas cotidianas con fenómenos extraños. Le cuento que una noche de camino a casa a punto estuve de detener el coche porque no podía parar de reírme escuchando a un hombre muy mayor que decía ser autor de algunos éxitos de Abba. Ortega se carcajea: «Los humoristas exageran el valor de su oficio».
- ¿Cuántas voces tiene?
- Las combino y cambio algún acento, pero, en realidad, son muy poquitas. Serán ocho y las intento hacer con mucho realismo.
- ¿Se reconoce en la suya?
- Totalmente. Tengo claro que yo soy yo y que los personajes son los personajes. E incluso que opinan diferente a mí
- ¿Por qué su locutorio parece un geriátrico?
- Las voces mayores dan una credibilidad que no tienen las jóvenes. Es normal que un joven diga una barbaridad, pero si la dice alguien mayor es más creíble.
- ¿Por eso sueltan tantas palabrotas?
- Si digo muchas palabrotas, es porque la gente las dice.
- Sus personajes resultan tan entrañables como inquietantes.
- Casi los busco. Que tengan un punto de ternura y después puedan ir a otros sitios, a veces inquietantes.
- Perturbadores incluso.
- Dan miedo. Piensas '¡Dios, lo que está pensando y diciendo esta persona'. Me gusta esa combinación entre ternura y extrañeza.
- Y a mí lo que les gusta a sus personajes el sexo. Hablan de ello sin pudor.
- Tampoco hago tantos sketchs de sexo, pero se dejan oír más. Siempre rodeo y voy bordeando unos pocos temas. El sexo, la vida, la muerte, el miedo... Pocos más.
- Entre lo hilarante y absurdo, ¿qué espacio ocupa su humor?
- Prefiero hilarante que absurdo.
- ¿Por qué?
- El absurdo por el absurdo, o el surrealismo por el surrealismo, ni me hace gracia ni me termina de convencer. Procuro hacer un humor realista y con tonos que a veces desentonan mucho.
«Todos somos raros»
- Su humor no se parece al de nadie. ¿Es tan raro como usted?
- Puede que sí. Ja, ja. Pero yo creo que todos somos raros.
- Fue un niño raro y sin amigos.
- No tenía muchos y tampoco los tengo ahora en gran cantidad. En calidad, sí. Tendré tres amigos, a los que veo muy, muy poco.
- Vaya.
- Tal vez trabajo demasiado. Y estoy mucho en casa.
- ¿Todo lo que se le ocurre merece ser oído?
- Nooo. Para nada.
- ¿Se atrevería a hacer chistes con el coronavirus?
- Puedo hacer humor en torno a cualquier asunto, pero no a costa de. Y, por supuesto, jamás a costa del sufrimiento de la gente. El sufrimiento invalida el humor.
- Ahora que triunfa, ¿aún sueña con ser Luis del Olmo?
- Hay una parte de mí que sí y me desquito mucho con mi programa. Voy tirando.
- ¿Cree que el padre Paíno seguiría diciendo a sus padres 'este chico no hará nunca nada importante'?
- (Risas). Probablemente. A lo mejor considera, y con razón, que lo que hago no es importante, que tampoco lo es. Los humoristas tienden a exagerar el valor de su oficio. Creen o creemos que es esencial. Y a mí me parece esencial el trabajo de un médico.
- Sin graduado escolar, ¿suspendía adrede todas las asignaturas?
- Ni adrede ni queriendo. Me daba igual, no prestaba atención a nada, de lo que tampoco me siento orgulloso, ¿eh? Estaba en otro sitio, que tampoco sé cuál es.
- ¿Su cerebro ha evolucionado muy lentamente?
- Digamos que tardé mucho en ser medianamente listo. Al principio estaba como muy aturdido. No me salían ni los puzles de 5 piezas. Lo pasaba bastante mal, pero con mi oficio me fui haciendo. Tampoco es tan difícil.
- Un oficio que nunca tuvo tan claro. Quiso ser químico e incluso intentó ser relojero.
- Mi primera vocación era y sigue siendo físico teórico. Es lo que me gustaría ser.
- Ídolo de la radio, ¿sigue obsesionado con la muerte
- Siempre. Llega a unos niveles preocupantes. Solo conozco a una persona que repare menos que yo en ella. Pienso a diario decenas de veces 'jo, vaya mierda, nos vamos a morir'.
- No quiero machacarle, pero todos vamos a morir.
- Es horrible, llegará un momento en que no estaremos aquí. Y los lectores de su diario tampoco. Nadie, nadie.
- Déjelo, Juan Carlos.
- A veces, salgo a la calle, miro a los jóvenes que salen de las tiendas y digo 'en 80 años todo habrá cambiado pero nadie de los que hay aquí y ahora seguirá'. O sea, no hay que preocuparse tanto de las cosas.
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