El resentimiento no cesa a toque de trompeta, es un impulso desobediente. Cinco años después del final de la violencia organizada, al amanecer el 15 ... de octubre de 2016, a la puerta de un bar en Altsasu (Navarra) un altercado implicó a vecinos, dos agentes de la Guardia Civil y las compañeras de estos. Detenidos, daños, y un teniente con el pie roto. Juicio sonado. El fiscal acusa por terrorismo y pide entre 62 y 12 años de cárcel. Con voz de ambas partes, creíble, 'Altsasu' explora razones y emociones, mutuos recelos, la prensa partidista, y vivencias íntimas del hecho notorio. Se evoca el carnaval y la máscara del 'Momotxorro' altsasuarra, furibundo emblema viviente que resucita cada tiempo. Y circunda el relato 'Ospa mugimendua' que pide sacar a la Guardia Civil de la localidad.
Altsasu
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Dirección y dramaturgia: María Goiricelaya. Versión en euskera, Kepa Errasti.
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Elenco: Nagore González, Egoitz Sánchez, Aitor Borobia y Ane Pikaza.
La dramaturga María Goiricelaya busca «contribuir a restañar heridas». Lo hace a modo de documental dramatizado con páginas del proceso en la Audiencia Nacional. En un espacio vacío cuatro intérpretes se multiplican para narrar episodios o recrear tipos, el entorno, el juicio, la cárcel. Cada pasaje se sugiere en escenas muy elaboradas, de luz y sonido envolventes. Son esquemas de situación, descriptivos sin caricatura, con intérpretes más al servicio coral que al lucimiento. Goiricelaya hizo algo así en 'Harri orri ar/El patio de mi casa', finalista del Max, y en su despojada 'Yerma'. Es un sello: la acción como creadora del espacio narrativo. Lo inflamable del tema puede nublar esa brillantez escénica.
'Altsasu' se acerca al proyecto Cicatrizar, con Carlos José Reyes, figura influyente en el teatro colombiano tras la guerrilla, junto a Fausto Cabrera, Santiago García o Enrique Buenaventura. Y en España con Sanchis Sinisterra. El público decidirá sobre sus contradicciones: de eso se trata. Necesaria.
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