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Verde Prato abrió la terna. IÑAKI GALLARDO

Electrovascos en el BIME City

Tridente creciente y euskaldun para clausurar en la Sala BBK el octavo congreso BIME con la etérea Verde Prato, los festivaleros Bulego y los descarados y descacharrantes Dupla

Viernes, 30 de octubre 2020, 07:27

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Los cuatro días del octavo congreso profesional BIME (Bizkaia International Music Experience) terminaron este jueves («El congreso ha sido el punto de encuentro de 3.718 profesionales (de 37 países), protagonistas de 42 horas de música, industria, cultura, trabajo, innovación y futuro. La 9ª edición de BIME se celebrará del 27 al 30 de octubre de 2021», anuncia la empresa organizadora, Last Tour), jornada en la que en su ramificación llamada BIME City planteaba tres citas triples en tres recintos: Sala BBK (la que elegimos), Bilborock (con un tridente catalán) y La Ribera (con DouleurDolor, ¡jhorreur!).

En la Sala BBK, que a pesar de la entrada libre no alcanzó la media entrada en estos tiempos de miedo pandémico (aunque de vuelta a casa cruzando por una zona de terrazas el 90 % de los parroquianos no llevaba mascarillas), se desplegó una terna de electrovascos, o euskoelektros si lo prefieren, tanto que los tres proyectos (solista femenina, quinteto mixto y dúo machote) se expresaron en euskera y, claro, tiraron de bases electrónicas con tino sucesivamente creciente.

Abrió plaza en solitario Verde Prato, alias de la vecina de Bilbao Ana Arsuaga (Tolosa, 1994), también componente de Serpiente y de los disueltos Mazmorra. Con gran predicamento en el underground (algunos la califican como la mejor voz de la escena, ya sólo queda determinar a cuál se refieren), Verde Prato dio recital de 8 temas en 28 fríos y cuasi escandinavos minutos en los que, entre sostenidos recurrentes y gorgoritos etéreos más algunos silbidos y palmas recreados en bucle gracias a un lúdico loop, por el principió de su intervención evocó a Mikel Laboa y por el final se vinculó a Mursego (otra dama guipuzcoana, esta chelista, que actúa en solitario usando loops), e intercaló un par de momentos a capela colocándonse al frente del tablado y donde se reveló tan grácil como frágil. Sí, su voz es bonita y bien educada, pero sus herramientas sónicas se quedan cortas, resultan escuetas para llegar mucho más allá. Por cierto: este de la tolosarra ha sido el concierto número 200 en lo que vamos de año (en 2019, sin virus chino, rozábamos los 500 por estas fechas).

Tomás Lizarazu, el líder de Bulego. OLGA RUIZ / MUSIKA BULEGOA

Luego asombraron con su pegada sónica y su ambición entre discotequera noctámbula y británicamente festivalera al aire libre los segundos del tridente, Bulego, un quinteto de Azkoitia con ama a los teclados, aita a la guitarra, más tres cachorros al bajo, la batería y la voz (y segunda guitarra). En 32 minutos arbitraron 9 piezas de poso dramático, urgencia nocturna y buena combinación de guitarras y programaciones. Abrieron con sonidos en plan la película 'El faro', se reivindicaron retumbantes y de similar pretensión bailonga pero más blindada que las de sus paisanos Grises ('Datorrena, datorrela'), superaron por empaque, profesionalidad y dinamismo a los vizcaínos Vulk y Unclose (por ejemplo 'Biok' y la novena y última, que fue la mejor y se titula 'Hegan'), y además rivalizaron para copar el mercado de las fiestas de todo tipo con E.T.S. y Zetak (la poderosa pachanga postmoderna de su nuevo single 'Kantu bat', la también creciente 'Malutak'…) e incluso cargaron las pilas, o las tintas, o lo que sea, hasta parecer un quinteto británico de estadio, ahí es nada ('Hirian'). Llevan poco tiempo y sólo han editado un EP homónimo de 6 cortes en 16 minutos, pero parece que habrá que seguirles la pista.

El fogoso par de Dupla. OLGA RUIZ / MUSIKA BULEGOA

Molaron por pegada y profesionalidad los azkoitiarras Bulego, pero miren por donde les superaron por actitud, pegada y versatilidad los tales Dupla, de Salvatierra, que sólo son un dúo y que sólo llevan nueve meses, pero su descaro y facultades les pueden llevar muy lejos (al menos allende las fronteras vascas). Ya, difícil lo tienen cantando en euskera y rapeando como discípulos de Fermín Muguruza, pero su batería en vivo les otorga una gran viveza que refuerzan los pregrabados. Además, el cantante también toca guitarra (punteos tipo Prince, un temazo roquista y sincopado a lo Bad Brains…) y el bajo, y los dos sujetos sin complejos y con descaro se atreven con el reggae / raggamuffin, con el dub cruzando a los Clash con Don Patricio, con el reguetón (con perreo incluido en 'Dantza gaua', la última de las 9 piezas que ejecutaron en 29 minutos), y además también rivalizan con Zetak ('Folklore', que empieza sentenciando que sus paisanos de La Polla Records han muerto), se marcaron un rap en castellano que ni el mejor Ice T, y supieron rapear sofisticados sin parecer encorsetados porque la batería les libera (insistimos) y porque el cantante también sabe tocar lo suyo. Ellos cuentan que tocan música urbana en un entorno rural, y no les vamos a contradecir.

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