Debut en la ópera de un artista versátil
En racha ·
Rubén Jiménez Rosco compagina el rol de 'Muñeco Diabólico' en Tibidabo con películas y series. En Bilbao actúa en 'Così fan tutte'De niño ya era un «echado pa'lante, con vocación de protagonista», deja claro el actor Rubén Jiménez (Zaragoza, 1977), mientras pasea por la Gran ... Vía en compañía de EL CORREO. Estos días se encuentra en Bilbao como parte del elenco del montaje de 'Così fan tutte' (Así hacen todas), de Mozart, que ofrece la ABAO en el Euskalduna. Licenciado en Ciencias Empresariales y trilingüe (castellano, catalán e inglés), se dedica a la interpretación «porque es lo que más me gusta y solo se vive una vez». Su personaje no canta ni habla y es una invención de la directora de escena Marta Eguilior en un contexto fantasioso que recrea el mundo de las ferias itinerantes y circos de principios del siglo XX. Nunca había actuado en una ópera y se le ve exultante.
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Jiménez Rosco tiene experiencia en teatro, cine y televisión, con proyectos tan ambiciosos como 'Nacho, una industria XXXL', la serie sobre la estrella porno que se ha rodado con Martiño Rivas como protagonista. «¿Cuál es mi papel? ¿Qué función tengo? Pues, mira, hago de amigo de trabajo de Nacho Vidal. Soy un comediante de la Sala Bagdad del Paralelo barcelonés. Hago reír, mis actuaciones no son como las de Nacho», explica con entusiasmo. Ya ha encargado un traje espléndido para lucir en el 'photocall' la noche del estreno. El biopic se emitirá en la plataforma de pago Atresplayer Premium dentro de un par de meses.
En la serie 'Nacho, una industria XXXl' interpreta a un amigo de trabajo de la estrella del porno
El artista que ahora debuta en el mundo de la lírica nunca deja pasar las oportunidades. «Es lo propio de un intérprete, hay que atreverse y ampliar el registro. Por eso me hizo tanta ilusión que Marta Eguilior contactara conmigo para hablarme del proyecto. Quería que participara. Le pedí más información sobre la producción y la idea me pareció muy buena». Desde el principio le atrajo la figura de secuaz de Don Alfonso, que en el montaje de la ABAO aparece como un mago cínico y manipulador. «Como ayudante me toca estar mucho en escena, voy y vengo con libertad. Eso me gusta. Interactúo con todos los personajes». Omnipresente y en silencio, mueve unos cuantos hilos de la farsa erótico-patética que recrea 'Così fan tutte'.
El lenguaje de signos
A su juicio, no hay nada denigrante en su actuación. Tampoco cuando sale con una peluca y el barítono David Menéndez lo zarandea en un aria que despotrica contra las mujeres. «Todo está justificado y tiene lógica. Mi momento favorito es cuando traduzco al lenguaje de signos parte de lo que canta Don Alfonso (el barítono Pietro Spagnoli) en el segundo acto. Me parece muy bonito, muy simbólico». Se trata de la escena en que se subraya que «cambiar de amor no es vicio ni costumbre, sino necesidad del corazón (...)» y en última instancia «así hacen todas». En definitiva, 'così fan tutte'. Con la traducción para sordos, Don Alfonso y su fiel asistente dan la impresión de dirigirse al mundo entero, más allá del Euskalduna, para que todos escuchen y entiendan si no pueden oír.
Está convencido de que la ópera de Mozart le servirá de trampolín para otros proyectos. «Lo he pasado muy mal en la pandemia, me afectó mentalmente, pero ya he pasado página», recalca, camino de la cafetería Baden-Baden, donde pide un cortado que toma sin azúcar. La cafeína no le altera, es un hombre muy estable. Tiene una vida ordenada: vive en el pueblo gerundense de Ripoll, alquila una habitación en Barcelona y durante casi todo el año se mete en la piel del 'Muñeco Diabólico', alias Chucky, en el Hotel Krüeger, una de las diversiones más populares del parque de atracciones de Tibidabo.
Lleva 14 años compaginando el papel de Chucky con apariciones en programas de televisión ('Muchachada Nui', 'Late Motiv', 'Crackòvia', Polònia'...), películas históricas ('La princesa de Éboli') y comedias ('Algo muy gordo', con Berto Romero y Antonio de la Torre, y 'La nova Trinca'). Ahora tiene en posproducción 'Mi soledad tiene alas', dirigida por Mario Casas, y 'Mala persona', que protagoniza Arturo Valls. «Sueño más que nunca con protagonizar un filme. ¡Quiero mostrar todo lo que puedo hacer!», advierte con gesto serio. Tiene 45 años y piensa que ya ha llegado el momento de seguir los pasos del actor Peter Dinklage, de 'Juego de Tronos'. «Por supuesto que es un referente. Que te valoren por tu talento y no por tu fisonomía es la aspiración de cualquier artista. Mido 1. 32 metros, lo tengo más que asumido. No pertenezco a ninguna asociación de enanos y lucho solo. Es mi opción».
Sin bajar nunca la guardia
En su familia no hay antecedentes en el mundo del espectáculo. Su progenitor es empresario y él ha heredado el pragmatismo y la habilidad para tener las cuentas claras. «¡No se me escapa nada! En serio, nada de nada», recalca con una media sonrisa, al tiempo que mira hacia la izquierda y observa a los clientes que entran en la cafetería. Nunca baja la guardia. Mientras atiende a EL CORREO, está pendiente de las amigas comiéndose un pintxo, del señor mayor que llama al camarero, del padre que da el biberón al bebé y charla con su mujer...
«No lo puedo evitar. Tengo un radar. Te escucho a ti, pero también lo que se dice cerca de nosotros. Sé que en algún momento me voy a convertir en el tema de conversación». Habla con tranquilidad. Es fuerte por naturaleza. Tuvo una infancia y adolescencia feliz, con muchos amigos en el colegio y el instituto. En la actualidad vive sin pareja y está volcado en el trabajo. En breve pasará por un casting para una película que se rodará en Bilbao y Madrid. «Solo sé que se ambienta en un 'escape-room'. ¿Quién sabe? Igual me toca venir más a menudo al País Vasco».
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