Bosé canta, baila, tose y triunfa ante las 3.000 personas que se acercaron a Miribilla
Tras ocho años sin girar, el ídolo madrileño supo sonar moderno sin apelar a la nostalgia en un show total y muy visual que contó con la participación activa de sus ocho escuderos, desde los bailarines hasta los músicos
Una sorpresa fue que sólo hubiera 3.000 almas viendo a Miguel Bosé este miércoles en Miribilla, aunque como se cerró el graderío de arriba ... se percibía buen ambiente. Chocó esa escueta asistencia comparándola con cuando vimos a Bosé en las fiestas de Bilbao, hace mil años, cuando congregó a decenas de miles de lugareños. En efecto, este del miércoles era de pago (de 49 a 132 euros) y el de fiestas con entrada libre, pero seguro que muchos interesados desistieron de ir porque entresemana y con un horario tardío que impedía volver a casa en metro o bus no es ponerlo fácil a los interesados. No obstante, lo cierto es que hacía ocho años que no giraba Miguel Bosé y este 'Importante tour' le llevará este 2025 por México (donde arrancó en febrero), España (doce fechas este verano, la última el sábado 26 de julio en Santander, en el Festival Magdalena en Vivo, que se lo recomendamos y convendrán con nosotros si nos siguen leyendo) y Estados Unidos.
Otra sorpresa de este miércoles fue la artística: Miguel Bosé dio un conciertazo, un espectáculo sosegado y total de 24 canciones en dos horas y 24 minutos (144 minutos), con buen sonido (qué contraste con el de Marc Anthony hace poco en el BEC, y con el de Myke Towers en el mismo recinto), excelente acompañamiento co-protagonista (tres bailarines y coristas más cinco músicos que se movían por todo el escenario, incluyendo las escaleras que lo recorrían a lo ancho; o sea un noneto en escena contando con la estrella), una luminosidad fuera de lo normal, más la aportación de la escenografía y las pantallas (dos laterales y una de fondo gigantesca que emitía motivos nada cargantes).
Sí, aunque hubiera 3.000 almas vivimos un macro-concierto, como certificaban los vehículos aparcados fuera: cinco tráilers, un bus de gira, tres furgonetas para las sillas de alquiler, alguna furgoneta más… Todo el público estaba sentado, aunque en muchas canciones daban ganas de bailar. Y Óscar Cine nos revela la única petición especial de Bosé en el Hotel Meliá, donde se hospedó: la de disponer de un cocinero para él y su equipo entre las 23.00 y las 07.00 horas. El concierto acabó a las 00.25 horas.
Miguel Bosé, que tiene 69 años y con ese bigote tan viril se asemeja al Charlton Heston veterano y presidente de la Asociación Nacional del Rifle, habló cinco veces con voz rota y entrecortada: en la presentación del show con el aviso de que se podría rejuvenecer oyendo ciertas canciones, en el discurso pacifista que concluyó con que las guerras nunca se acabarán porque son un negocio (ya, empezando por el botín), la reflexión acerca de los amores que se van y el hueco sagrado (sic) que dejan, el cacho del beso, y para acabar un discurso de autoayuda que hizo que algunos desconectaran.
Además vistió en tres colores (blanco, luego rojo y al final amarillo o así -la luz cambiaba el tono-), bailó sutil con su cuerpo de baile (muy contemporáneo pero nada pedante) y aparentemente cantó bastante (esa duda sobre el playback...), aunque hubiera refuerzos vocales pregrabados, alguna parte suya disparada de modo evidente en plan arreglos, y playbacks de instrumentos también de refuerzo como unas trompetas, unas cuerdas, una gaita… Pero la banda, dirigida por el bajista Mikel Irazoki sí que tocó, un Irazoki al que recordamos como motor de un concierto en cuarteto de Ana Torroja en fiestas de Bilbao en 2012 que fue de lo mejor del año.
El concierto fue largo, tuvo muchos momentos redondos, y quizá la mejor y más dura canción fue la sexual 'Bambú', con punteo rotundo y más allá. Miguel Bosé bailaba, se movía como un modelo, a veces en la pantalla gigante se le veía tomando aire, y en general apuntó a lo grandioso en su importante espectáculo, tanto que a menudo parecía que estábamos ante un Peter Gabriel de los 90, pero más moderno y más incluso dinámico: en 'Aire soy' –a lo Mecano adultos también-, en 'Este mundo va', en la pacifista y propia de una gala de los Juegos Olímpicos 'Nada particular' -cuando se encendieron linternas entre el público de modo espontáneo-, en 'Olvídame tú', en el gran hit 'Sevilla' con la gente coreando aflamencada…
Bosé hizo pop de exportación/importación multinacional ('Como un lobo'), contagió las ganas de bailar ('Sereno'), él mismo se incrustó en el ballet contemporáneo ('Solo si'), emocionó con voz rota en 'Amiga' (al acabarla tosió, o sea que que esa sí la canto), se duplicó en pantalla en la muy Pecos 'Creo en ti' (en realidad compuesta para él por José Luis Perales), actuó ora litúrgico ('Puede qué', 'Si tú no vuelves' ) ora exótico y sofisticado ('Morena mía', un 'Amante bandido' que pareció de Robert Palmer), uno de los momentos más celebrados de este importante Bosé llegó en el bis con 'Don Diablo', y halagó a Bilbao en una única ocasión: «guau, qué ciudad, parece un decorado de cine, qué belleza».
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