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Músico de Deusto amante del rock americano (desde los Eagles hasta Kansas, desde los Lynyrd Skynyrd hasta el genial y pujante Marcus King) pero con ambiciones limitadas al circuito local, Pablo Amann, cuando ya rondaba el medio siglo de vida, se decidió a dar un gran paso adelante con su grupo multinacional The Wayward Sons (seis músicos escandinavos, argentinos, dos hermanos hispano-italianos…) basado en Marbella, Málaga, a mil kilómetros de casa.
Dotados de un sonido recio, evocador (de América, en efecto), algo envarado y muy guitarrero (¡tres guitarras tocan!), en plan La WOP Band pero más retroclásicos, Amann & The Wayward Sons, que abrieron el pasado Music Legends Festival de Sondika, regresan a Bizkaia para estrenar este viernes (Kafe Antzokia, 22 h, 15-18 €; telonea Julián Maeso) su segundo álbum, 'Drive home', grabado en los estudios Tío Pete, en Urduliz. Con tal excusa intentamos dilucidar los misterios y equívocos que rodean a su líder.
-Pablo, contigo hay un lío: mucha gente no se aclara si eres de Bilbao, de Málaga… ¡Incluso hay quien piensa que vives en Estados Unidos!
-Pues nací en la clínica San Sebastián, en Deusto, en el 67. O sea que tengo 52 palos. Soy deustuarra de nacimiento y vocación porque luego, aunque vivía en Indautxu, fui al cole en Deusto y a la universidad en Sarriko. ¡Si hasta mi local de ensayo está hoy en Deusto!
-¿Cómo te convertiste en músico?
-Creo que me convertí en músico cuando ahorré 20.000 pelas y fui a Jomadi, en la calle Autonomía, y me compré una guitarra que me atrapó visualmente, una Samick 335. Esto pasó en el año 83 o por ahí. Me la llevé para casa en una caja de cartón y hoy sigue acompañándome después de mil peripecias. Tiene varios liftings en su cuerpo, pero la sigo utilizando. Con ella empecé a tocar blues en mi casa y quedaba con amigos para componer temas, improvisar...
-¿Y cómo te había atrapado el rock?
-El primer recuerdo que tengo de sentirme realmente atrapado por el rock fue cuando escuché el álbum 'Out of the blue' (1977) de la ELO que había comprado mi hermano mayor. Me maravilló oírlo sonar en el salón de mi casa, en vinilo y a toda tralla. Y el señor Jeff Lynne luciéndose con esas armonias vocales, esas composiciones y producción... Después vendrían Kansas, Fleetwood Mac y, sobre todo, los Eagles, a los que no me cansaba de oír a todas horas. Ahí sucedió algo que ya no tenía vuelta atrás.
-¿Quiénes son tus tres o cuatro favoritos, tus mayores influencias, y por qué te gustan?
-Además de los que te he mencionado, Tom Petty es para mí un referente y un ejemplo de honestidad. Entre los clásicos te diría a Bob Dylan, Neil Young o The Allman Brothers, y actualmente escucho mucho a Marcus King, The Bros. Landreth, Ariel Posen, Derek Trucks... Me gustan por su raíz profunda americana, su musicalidad bestial, su capacidad de contar historias, esas guitarras slide que llegan al alma…
-¿Has tocado en grupos anteriores a The Wayward Sons?
-He tocado siempre con amigos, en bandas de versiones. Un poco de todo: pop-rock, blues, rock. Tocando en locales para pasarlo bien, como con Taxi Driver, la banda más reciente y que aún mantenemos aunque actualmente no la dedique tanto tiempo como quisiera. Pero hasta ahora, con Amann & The Wayward Sons, no había dado el salto a un planteamiento profesional.
-¿Por qué tantos creen que vives en Estados Unidos?
-No sé. Nunca he vivido en USA, pero he viajado muchas veces desde chaval porque mi familia tenía muchos vínculos con una familia de Michigan. Venían sus hijos en verano o iba yo allí. Ese país me deslumbró. Especialmente cuando aquí, al final de los 70, todo era más bien gris. Ahí había tantas diferencias con la España del final del franquismo... Eso me marcó para siempre. Tengo algo de americano, por ósmosis podría decirse.
-¿En Estados Unidos el público ama menos el rock, como se lamentan tantos músicos americanos que giran por Europa?
-Yo no lo veo así. Nacen constantemente bandazas que se alimentan de la tradición del rock sureño, del soul, del blues... Y lo modernizan con nuevos sonidos o directamente se ciñen a la tradición, según los casos. Mira a Marcus King, sin ir más lejos: veintipocos añitos y pegándole fuerte. O a Gary Clark Jr, a Derek Trucks... Todos tienen muchos seguidores y siguen llenando estadios.
-¿Qué haces un día normal, Pablo?
-Pues levantarme pronto y currar como todo pichichi. Después, estar con mis hijos, mi pareja, tocar un rato, componer, ir al gimnasio... Nada demasiado original.
-¿De qué curras?
-Estudié empresariales y toda mi vida me he dedicado a la gestión. Así que lo de la música es una actividad paralela. No puede ser de otra forma, de momento.
-¿Pero tu banda no radica en Málaga?
-Sí. Pasé muchos años en Málaga y sigo teniendo muchos vínculos que me hacen viajar periódicamente hasta ahí. Entre ellos, la banda. De hecho, el proyecto Amann & The Wayward Sons nació en Málaga, cuando le presenté mi material a mi amigo y gran bajista Amando Gottardi. Entonces él estaba en plena apertura de su estudio y disponía de medios a su alcance. Como le gustó mucho lo que le enseñé, empezamos a dar forma al proyecto.
-¿Cómo mantienes la banda? Si tus músicos son de tan lejos.
-El proyecto nació en Málaga, con Amando Gottardi (bajo), que me presentó a su hermano Gustavo (batería). Luego apareció por allí Emi Bares, argentino afincado en España, guitarrista y músico bestial, y a la postre productor de nuestro segundo álbum, 'Drive home'. Luego vinieron Javi Flores (guitarra) y Henrik Larsson (órgano Hammond), un vikingo afincado en Fuengirola. Una cosa llamó a la otra y la banda iba sonando bestial, así que decidí que lo importante era el 'feeling' que teníamos y que nos teníamos que organizar como fuera. Yo voy para allá periódicamente. Es decir, el único bilbaíno de nacimiento soy yo, pero ya sabes, los bilbaínos nacemos donde queremos y ellos también. No hay nada que les mole más que venir a Bilbao. A tocar, a grabar, a tomar unos txakolís, a lo que sea. Todos son ya vascos y bilbaínos de pro.
-A mí no me gusta mucho eso de que los bilbaínos nacemos donde queremos porque yo sí soy de Bilbao. Ya me gustaría ser de Málaga, pero… Háblanos de tus letras, en perfecto inglés. ¿Qué te inspira?
-Las letras surgen de la vida misma, de lo que veo a mi alrededor, de lo que imagino, de lo que me conmueve y cabrea. Me gusta contar historias, pero no me gusta que sean demasiado evidentes. Dejar algún punto hermético creo que mejora una letra. Es mi opinión. Seguro que no siempre es así. Pero lo que tiene que hacer una letra es evocar algo, llevarte a algún lado, hacerte sentir algo. Y por supuesto debe tener una musicalidad.
-¿Cómo será el concierto del viernes?
-El concierto es la presentación por todo lo alto de este álbum que hemos trabajado tanto, 'Drive home'. ¡Tenemos muchísima ilusión de que llegue el momento! Hemos tirado la casa por la ventana y contaremos con Txema Arana, compañero mío en Taxi Driver, en la percusión, con el cuarteto de cuerda Amani, con el que grabamos el tema 'Drive home' en Tío Pete y que este viernes participará en algunos temas con los que sugeriremos ese rollo sinfónico que mamamos en la niñez, y también contaremos con la Negra Mayté en los coros, que es una muy buena amiga, una artistaza increíble con gran experiencia en giras con Pasión Vega, entre otras, y con un álbum en su haber. En fin, queremos que nuestra presentación en casa sea grande.
-Tocáis después de Julián Maeso, también hay que aclararlo.
-Sí. Por eso de montar a lo grande el concierto lo abrirá nuestro buen amigo Julián Maeso, quien ya colaboró con nosotros en el primer disco, 'Free soul'. Con toda la humildad del mundo, lo cual le honra y le agradecemos enormemente, Julián abrirá a trío y después saldremos nosotros a fuego. Será una gran noche, sin duda.
-Oye, ¿por qué el grupo se llama Los Hijos Caprichosos?
-'Wayward Sons' tiene varias acepciones y la que más se acerca podría ser la de hijos rebeldes o díscolos. Los que siguen su camino sin importarle demasiado las imposiciones. El nombre proviene de esa gran canción de Kansas de los años 70 'Carry on wayward son', que no me cansaba de escuchar de niño. Es un pequeño homenaje a ellos y además expresa un sentimiento de libertad, al que no renunciamos, como principio.
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