Una mirada humana

Este proyecto seleccionado en la iniciativa de nuevas dramaturgias cuenta con un texto de gran profundidad que sin embargo consigue fluir con increíble ligereza mientras deja tras de sí un rastro cargado de emociones. Juegos como el escondite, piedra papel o tijera o la ruleta dan paso a otros más peliagudos, como agruparse por ideales políticos o en base a su identidad, abriendo así la caja de pandora entre los heterogéneos personajes.

La escenografía ayuda a que los espectadores conecten con la historia. Unas estructuras metálicas hacen de bancos de colegio móviles, situando perfectamente la acción y ofreciendo libertad a las escenas, gracias a su posibilidad de movimiento. Las proyecciones, por su parte, dejan que el público viaje por las fotografías que sirven como un efectivo punto de partida para que cada personaje comparta su parte del puzle desde los recuerdos de su vida.

Todos los actores consiguen otorgar veracidad a sus personajes y hacer de ellos unas construcciones que irradian tanto credibilidad como humanidad. Si bien algunas escenas no se escuchaban bien, esto se debía más a los ajustes de volumen de sonido que a su trabajo de proyección.

Maria Goiricelaya dirige con aplomo y agilidad esta producción en la que se consigue desde la inocencia del juego entrar en momentos de gran dureza y emoción.