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Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) guarda una relación muy especial con los periódicos y con Bilbao. Confiesa que cada vez que escribe un artículo se siente todavía «como una principiante que se adentra en un territorio sin mapas». Su único antecedente familiar en el periodismo fue su abuelo, telegrafista en Huesca y pluriempleado por las noches en el teletipo de un diario local. Con aquel papel recio de teleimpresión, la abuela de la escritora envolvía los bocadillos de los niños. «Quizá por eso la siguiente generación de la familia fuimos grandes devoradores de periódicos de papel», ironizó la ganadora de la 38 edición del Premio de Periodismo de EL CORREO.
Vallejo recogió este lunes el galardón en la Sociedad Filarmónica de manos del presidente de EL CORREO y de la Fundación Vocento, Enrique de Ybarra, y su director, Oscar Villasante. Cerraba un círculo que comenzó precisamente en Bilbao cuando era una adolescente de 16 años que fantaseaba con ser escritora. A esa edad ganó un concurso de relatos escritos por mujeres convocado por el Ayuntamiento de Bilbao. «No puede ser solo el azar que yo recibiera aquí mi primer premio literario», reflexionó. «Aquí me presenté a mi primera entrevista de radio temblorosa y despavorida». Aquel trofeo, una reproducción en miniatura del teatro Arriaga, ha ocupado desde entonces un lugar de honor en su biblioteca.
Más coincidencias del destino. Vallejo se ha hecho con el Premio de Periodismo de EL CORREO por un artículo titulado 'El ágora de las ciudades errantes', publicado en El País, que lamenta cómo las decisiones urbanísticas tienen inmensas consecuencias porque modelan las pautas de nuestros movimientos y definen los vínculos entre personas. «Hay una lógica honda en el hecho de que el artículo se haya leído tan generosamente en Bilbao, una ciudad que en las últimas décadas se ha renovado ante el mundo gracias a un urbanismo abierto y deslumbrante. Hoy es un ejemplo internacional de regeneración urbana y medioambiental y de apuesta por la cultura», alabó.
No ocurre lo mismo en su Zaragoza natal o en Madrid, la ciudad que le proporcionó la idea para escribir el artículo, tal como reveló en la charla con el periodista César Coca, director del Aula de Cultura de EL CORREO. Esperando en la estación de Atocha, Irene Vallejo se dio cuenta de que cada vez hay menos asientos en los que descansar, sustituidos por cafeterías en las que consumir. Lo mismo ocurre en los espacios abiertos de nuestras ciudades. «La vida en la calle es consustancial a la cultura meditarránea, nos gusta vivir así», constata la autora de 'El infinito en un junco', que tal como acostumbra a hacer en sus obras, recordó «a aquellos atenienses que crearon la democracia en torno al ágora de la ciudad». Hoy ágora nos suena a centro comercial y no a un parque con árboles, sombra benéfica, fuentes y bancos confortables en los que descansar y charlar. «Ese sentimiento de hospitalidad y vitalidad, de encuentro entre diferentes, es esencial en el espacio público de las ciudades, que debe ser de todos. Va desapareciendo paulatinamente en favor de espacios concebidos con un sentido comercial. Pagamos la comodidad, pero perdemos la comunidad. Ya no nos vemos para hablar, sino para comprar».
Ese mobiliario urbano incómodo, diseñado para que no estemos a gusto, tiene como consecuencia que el ágora entendido como intercambio de ideas se haya trasladado a otro entorno privado: las redes sociales. «Nos arrastran a burbujas en las que nos relacionamos con personas que piensan como nosotros», lamenta la escritora. Ya no hablamos con el diferente y el diálogo se ha sustituido por el 'zasca'. «Cara a cara somos más respetuosos, pero amparados en el anonimato y la impunidad de las redes sociales nos mostramos viscerales. Todo parece estar recorrido por la velocidad y la ferocidad. Ya los griegos sabían que la democracia es una modulación de la conversación. Si no somos capaces de hablar con serenidad en un parlamento, la capacidad transformadora de la democracia se deteriora».
Con su voz dulce y pausada, Irene Vallejo reivindica una forma de estar en el mundo atenta y ojo avizor, que ha desarrollado gracias a su labor periodística. «Trato de encontrar lo que le preocupa a la gente, dónde está el temblor de las cosas». Escribir artículos le sirve como gimnasia para la literatura. Siempre con ese tono respetuoso y tranquilo con el que cautiva a la audiencia. «Me esfuerzo en hablar con dulzura en las redes sociales y en los artículos. Sin insultos ni descalificaciones, con el tono con el que hablaría a mi hijo. Porque cuanto más nos dividimos, más manipulables somos. De esto ya hablaba Aristóteles en la 'Retórica'. La visceralidad es muy atractiva, un tuit sereno pasa desapercibido. El odio no tiene cura».
Irene Vallejo no está sola. Una fiel comunidad lectora convirtió en fenómeno mundial 'El infinito en un junco', un ensayo sobre los orígenes del libro, que escribió durante cuatro años mientras su hijo recién nacido entraba y salía del hospital. Un libro que devoramos en el confinamiento y que convirtió a su autora en una celebridad literaria. Una autora balsámica en esta era de crispación, que cita a Marco Aurelio –«la amabilidad es invencible»– y recomienda leer periódicos: «En tiempos de ruido y fractura, de confusión y confrontación, necesitamos medios sin miedo, ágoras abiertas».
«Irene Vallejo ha transitado por el mundo de la novela y la literatura infantil, pero saltó a la fama por un ensayo, un caso singular dentro del fenómeno editorial», recordó en el acto de entrega del Premio de Periodismo Enrique de Ybarra, presidente de EL CORREO y de la Fundación Vocento. «Ha vendido muy por encima del millón de ejemplares de 'El infinito en un junco', que se dice pronto. Y de un ensayo, una hazaña, superando el éxito comercial de novelas de aventuras, thrillers o relatos históricos».
La autora zaragozana lo logró además con un texto de 452 páginas sobre la historia del libro, de las tablas de arcilla al e-book, que publicó Siruela pensando que solo iba a interesar «a cuatro profesores de latín y griego», tal y como reconoció la autora. Sus editores aragoneses no podían hacerse cargo de un libro tan voluminoso con una carrera comercial que se preveía suicida y que ha llevado a su autora a recorrer el mundo.
«Ahora que tiene todos los focos puestos sobre ella, Irene Vallejo sigue dándonos textos de gran valor», agradeció Enrique de Ybarra. «En el ámbito del periodismo también recurre a referentes clásicos para abordar cuestiones de actualidad, a las que presta una profundidad, una serenidad y una originalidad en la mirada que la distinguen en este tiempo de furia, rabia desbordada y polarización». El jurado del Premio del Periodismo leyó su artículo 'El ágora de las ciudades errantes' y su reacción fue unánime. «La calidad literaria del texto y su análisis acerca de cómo los espacios públicos se están reduciendo y mercantilizando en nuestras ciudades nos cautivó», admitió Enrique de Ybarra. «En su mirada hay mucha sutileza y gran empatía hacia quienes están perdiendo lugares de encuentro y convivencia. Eso es precisamente lo que más falta hace en el periodismo actual: opiniones razonadas y matizadas, que escapen de la polarización, del blanco o negro, del 'y tú más'». Frente al periodismo de trinchera, Irene Vallejo «trata de entender lo que pasa, más allá de la espuma de los hechos».
El premio
Biografía. Irene Vallejo es licenciada en Filología Clásica y doctora por las universidades de Zaragoza y Florencia. Ha colaborado como articulista en 'Heraldo de Aragón', 'El País' y el diario mexicano 'Milenio'. Obtuvo el Premio Nacional de Ensayo en 2020 con 'El infinito en un junco', un fenómeno editorial traducido a 40 idiomas y con más de un millón de ejemplares vendidos. Participa en proyectos sociales como 'Believe in Art', que recrea el arte y la literatura en hospitales infantiles.
Jurado. José Miguel Santamaría (exdirector de EL CORREO), presidente del jurado; vocales, Enrique de Ybarra (presidente de la Fundación Vocento), José María Bergareche (consejero de EL CORREO), Íñigo Barrenechea (director general de EL CORREO), Carlos Aganzo (director de la Fundación Vocento) y César Coca (director del Aula de Cultura de EL CORREO).
Ganadores anteriores. Sergio del Molino, Juan Cano, Isabel Coixet, Javier Gomá, Adela Cortina, Harkaitz Cano, Lorenzo Silva, Miguel Zugaza, Antonio Elorza, Juan Carlos Pérez de la Fuente, Francesc de Carreras, Fernando Velázquez, Gonzalo Suárez, Kirmen Uribe, Manuel Montero, Luis González Seara, Manuel Jesús González, José Luis Villacañas, Álvaro Pombo, José Carlos Mainer, Santiago González, Ferrán Gallego, Eugenio Trías, Iñaki Ezkerra, Luis Alberto de Cuenca, Roberto Velasco, Gurutz Jáuregui, Vicente Palacio Attard, Francisco Nieva, Feliciano Correa, Rosa Montero, Juan Pablo Fusi, Julio Llamazares, Aurelio Arteta, Cristóbal Halffter, Jon Juaristi y Pablo Lucas Verdú.
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