Patria: una crónica tan incomoda como imprescindible
Se celebra la 68 edición del festival de cine donostiarra, con un aforo limitado por la pandemia. Woody Allen, tras hacer lo propio con Nueva York, París o Barcelona, ha incluido a Donosti entre sus ciudades adoptivas y nos ha regalado un film ambientado en el propio festival que inaugura.
Tras este primer pase, se ha proyectado Patria, una serie televisiva que adapta la impactante novela histórico-política de Fernando Aramburu y que dentro de nada se podrá ver en HBO. El teatro Principal estaba muy vacío, no sólo por la restricción de asientos del coronavirus. Los aplausos finales han sido tímidos. Es una crónica tan emotiva como incómoda e imprescindible. La novela tiene capítulos breves que se asemejan a secuencias cinematográficas. El hilo del relato cinematográfico es diferente, aunque se conservan esos personajes que reflejan simbólicamente pertenecientes a dos familias, las cuales representan simbólicamente la polarización social que se vivió en el País Vasco durante varias décadas. Muchos agentes y actores de la violencia sólo mencionaban una palabra para explicar lo inexplicable. Se referían al 'Conflicto', como si este vocablo pudiera dar cuenta y razón de tanta locura. En Euskadi no se podía hablar de política, porque imperaba un maniqueísmo absoluto. Había vascos buenos y luego estaban los demás, fueran o no foráneos.
Una cosa fue atentar contra el delfín de un dictador, como hizo la operación Ogro con Carrero Blanco (quizá con ayuda de la CIA) y otra muy distinta pegarle un tiro a quien está comiendo en un restaurante o ha ido a comprar el pan. Esto no parecía servir para liberar a ningún pueblo presuntamente reprimido. La discrepancia dentro de las propias filas tenía consecuencias letales, como demuestran los casos de Pertur o Yoyes. En Bilbao se manifestaron un millón de personas para que liberasen a un secuestrado y lo asesinaron igualmente. Los más jóvenes parecían tomárselo como parte de sus actividades lúdicas compartidas con la cuadrilla. Se ligaba mucho y te convertías en un héroe popular. Otros eran estigmatizados antes e incluso después de ser asesinados.
Todo funcionaba por pura inercia. Como las ametralladoras automáticas instaladas en Berlín Este y que mataban a quienes osaban cruzar al otro lado de su ciudad. La Guerra Fría tuvo sus puntos calientes. ETA sobrevivió al fin de la dictadura, convivió con la transición y despreció la democracia. No faltó el terrorismo de Estado, por aquello del monopolio de la violencia. Se alimentaba un conflicto cuya etiología se había desdibujado mucho tiempo atrás.
> Conviene recordar esta historia reciente y hacerla conocer a quienes han tenido la fortuna de no conocerla, por aquello de no repetir los hechos históricos que no se conocen.
Patria puede resultar antipática, pero su lectura debería ser obligatoria. La serie televisiva hará renacer el interés por esa impagable novela histórica que retrata una época muy dura.
Celebro haberla visto al mismo tiempo que la cinta de Woody Allen, cuya protagonista es una de las ciudades más bonita del mundo y un festival tan entrañable como el Zinemaldi. Debemos celebrar que se haya podido celebrar, con todas las precauciones, en circunstancias tan excepcionales.