Crítica de 'Las hijas del califato' (2024): Mujeres sumisas

La debutante Mareike Engelhardt se asoma a ese aspecto. Ella y su equipo recabaron testimonios de mujeres reales que se unieron al Daesh y asumieron servir a su concepto del islam mediante la obediencia total a sus posibles mártires.

'Las hijas del califato' se centra en el personaje de Jessica (encarnada por una sólida Megan Northam), una chica que se siente ninguneada en París y que, pese a su rebeldía, decide romper con todo y acompañar a su amiga Laila para convertirse en segunda esposa de quien va a ser marido de esta.

Resulta sorprendente la ingenuidad e inconsciencia de ellas y otras compañeras, en cuyas causas la película no consigue profundizar. No, la propuesta se queda en un plano más físico, exterior, con un tono tremebundo. Conocemos un centro de mujeres, regentado por una carismática e inflexible 'señora' (Lubna Azabal, la protagonista de 'El caftán azul' o 'Amal') que impone sus normas sin piedad. Y asistimos al proceso de Jessica, renombrada como 'Rabia' (el título original de la película), de oponerse a tal sistema y sufrir su represión y tortura, a pasar a asumirlo y convertirse en la mano derecha de la 'señora'.

Más que una reflexión concreta sobre las raíces del fundamentalismo en las mujeres, nos quedamos en la generalidad de una historia dura de alienación, que une manipulación, indefensión, maridos que violan o golpean y sufrimiento, con más morbo que profundidad.