Bill Murray reparte felicidad en Bilbao (y charla con Iribar)
El carismático actor conquistó un Arriaga abarrotado con su amor por la música y la literatura, y hasta le dio tiempo de visitar San Mamés con el mítico portero como guía
Bill Murray repartió anoche felicidad en Bilbao. Lo que se preveía una velada simpática ante un público maduro que ama al protagonista de 'Los Cazafantasmas' ... y 'Atrapado en el tiempo', la anécdota de verle en carne y hueso como si fuera Woody Allen tocando el clarinete, devino en una comunión sincera y emocionantísima con un artista que ha hecho de la indolencia y la melancolía su marca de estilo. En el colofón de las casi dos horas de recital y concierto, el actor corrió por el patio de butacas del Arriaga lanzando rosas a los palcos. Provocando una anarquía balsámica, como en sus películas. Y todos fuimos felices.
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Murray lleva desde 2017 con este show bautizado 'New Worlds' (Nuevos Mundos), en el que conjuga la literatura estadounidense y la música europea. Esto es, lee un fragmento de 'El cazador de ciervos', de James Fenimore Cooper, y el trío de músicos de primer nivel que lo acompañan –el violonchelista Jan Vogler, la violinista Mira Wang y la pianista VanessaPerez– interpretan a Schubert.

A ratos, el actor se sienta detrás del piano para que su figura no nos distraiga y nos concentremos en las piezas de Shostakovich y Astor Piazzolla, en la 'Danza ritual del fuego' de 'El amor brujo' de Falla. Pero más allá de la labor didáctica, acercando la mejor música clásica a otros públicos, es tal el carisma de Murray que cuando rompe a cantar, sin tener grandes dotes para ello, puede enternecernos hasta las lágrimas. Lo mismo se atreve con el himno religioso 'When Will I Ever Learn to Live in God' del gran Van Morrison, con 'The Way It Is', de Bruce Hornsby, que con clásicos de 'West Side Story' como 'Somewhere' o 'I Feel Pretty', lanzando un guiño a favor de la emigración en 'America' de Bernstein.

A Bill Murray le gustan los textos sobre los bohemios franceses, los poemas de Walt Whitman y la prosa cautivadora de Hemingway, del que elige uno de sus artículos en el que defiende el humor: «Dicen que la semilla de lo que haremos está en todos nosotros, pero siempre me pareció que en quienes hacen bromas en la vida, esa semilla está cubierta de mejor tierra y con un abono de mayor calidad».
Como era previsible, el actor hizo concesiones a Bilbao: lució txapela, sacó un balón y una camiseta del Athletic y preguntó por José Ángel Iribar, con quien charló en los camerinos después del espectáculo (el mítico portero fue su guía por la mañana en San Mamés). A veces se hacía el olvidadizo y otras el borrachuzo, como cuando recitó 'The Piano Has Been Drinking (Not Me)', de Tom Waits. Con sus mechones canos y su aire desgarbado parecía un payaso trágico en una fiesta de la música y la palabra. Osó cantar en castellano una nana de Falla y hubo un momento en el que susurró algo al oído de la violinista y, zas, nos vino la escena de la confidencia a Scarlet Johansson en 'Lost in Translation'. Entonces, Mira Wang soltó el violín y se puso a bailar con Bill Murray en el Arriaga en una noche cálida e inolvidable.
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