Bilbao busca su lugar en el mapa del jazz
A pesar de la falta de apoyo institucional y espacios, músicos y colectivos mantienen viva una escena autogestionada
Ekaitz Vargas
Lunes, 18 de agosto 2025, 00:57
La escena jazzística de Bilbao vive en una tensión constante entre la precariedad y la perseverancia. A pesar del creciente talento joven y de algunos ... focos de actividad vibrantes, el ecosistema musical del jazz en la ciudad sigue sin encontrar un marco estable que lo sostenga. Quienes la mantienen viva lo hacen por amor a la música, por militancia cultural y, muchas veces, contra toda lógica económica.
En este entramado destaca la labor de Bilbaína Jazz Club, que lleva 35 años programando de forma ininterrumpida y se ha consolidado como una de las asociaciones de jazz de referencia en España. Su trayectoria ha sido clave para mantener vivo el género en la ciudad. Atrae a figuras internacionales y sirve de punto de encuentro para músicos locales, incluso sin contar durante décadas con un espacio propio.
Autogestión y raíces
La historia reciente del jazz bilbaíno es también la historia de la autogestión. En espacios como Kalian y Espacio Open, las jam sessions han sido claves para crear comunidad, formar músicos y acercar el jazz a nuevos públicos. En el caso de Espacio Open, situado en la isla de Zorrotzaurre, las Freedom Jams surgieron como respuesta a la pandemia. En un momento en que todo estaba cerrado, el jardín del centro cultural se convirtió en refugio para la cultura local.
«El 100% de la taquilla iba para los músicos. Era nuestro modo de salvar el sector», recuerda Nerea Díaz, directora de Espacio Open. Poco a poco, ese espacio abierto se fue consolidando como punto de encuentro donde confluían familias, estudiantes, vecinas del barrio y músicos de paso.
«Yo he vivido del jazz en Madrid, pero en Bilbao no hay escena. No había, no hay, y si no cambiamos cosas, no la habrá», resume Richie Salvador, pianista, profesor y fundador de la asociación cultural Kalian, en Leioa.
Más allá del jazz, estas jams han abrazado la diversidad de géneros -del pop al latino, del funk a la cumbia- pero también han abierto la puerta a programaciones más específicas. Es ahí donde Richie Salvador asumió la responsabilidad de coordinar jams mensuales de jazz más enfocadas en la solvencia musical y en la creación de nuevos proyectos.
«Necesitamos tocar entre nosotros, compartir, para que se generen nuevas ideas. Las jams son necesarias no solo para el público, sino también para nosotros como músicos», insiste Salvador.
Construir una casa para el jazz
Si hay un proyecto que ha marcado un antes y un después en el jazz bilbaíno es Jazzon Aretoa. Pero su historia no empieza con la sala que hoy conocemos en la calle Urazurrutia, sino mucho antes, con una lucha de décadas para dotar al jazz de un espacio propio en Bilbao. «Desde 1991 programamos conciertos internacionales todas las semanas con Bilbaína Jazz Club… ¡sin tener un local propio!», explica Gorka Reino, codirector del proyecto.
La inauguración de Jazzon Aretoa en 2022 supuso la culminación de un sueño, financiado íntegramente de forma privada tras años de lucha, préstamos personales y sacrificios. «Nadie nos ayudó. Dos tipos sin un duro levantaron una inversión millonaria», señala Reino. Hoy en día, la sala cuenta con una acústica de referencia en Europa y una programación estable que convoca a figuras internacionales como Jesse Davis, Brad Mehldau y Jorge Rossi.
Pero Reino insiste: Jazzon no es solo una sala. Es un proyecto integral que incluye sello discográfico (Mosquito Records), programas educativos como Tata Jazz para la infancia, masterclasses con artistas de renombre y grabaciones para artistas locales como Kike Arza, Juanma Urriza y Alberto Arteta. «No queremos solo atraer público, queremos que Bilbao sea un foco, porque nunca lo ha sido. Que los músicos puedan vivir aquí», afirma Reino.
¿Dónde está el apoyo?
Uno de los grandes desafíos, coinciden todos, es la ausencia de un tejido estable que conecte a los músicos con la ciudadanía. El jazz en Bilbao sigue siendo una experiencia puntual, dispersa y poco sostenida en el tiempo. «Hay mucho talento joven. Musikene y otros centros están sacando músicos buenísimos cada año, pero no hay dónde tocar», denuncia Richie Salvador.
En los últimos años, las instituciones públicas han apostado más por lo espectacular que por lo sostenible. «Hay festivales que han llegado a pagar cuatro veces más a un músico internacional que su caché habitual solo por el titular. Eso no crea escena, eso la destruye», critica Reino.
El apoyo institucional es prácticamente inexistente. Desde lo logístico -como la falta de transporte adecuado para llegar a zonas como Zorrozaurre- hasta lo financiero, todo lo que sucede en torno al jazz en Bilbao se levanta desde la iniciativa ciudadana.
A pesar de todo, quienes sostienen esta escena no pierden la fe. Se siguen organizando jams. Se siguen grabando discos. Se sigue enseñando. Y, sobre todo, se sigue tocando. «Esto no es solo música. Es una forma de vida», dice Richie. Y es también una declaración de principios.
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