Se entiende bien la importancia de Zuloaga en la historia del arte moderno español, como también la atención a su creación en los fondos del ... Bellas Artes de Bilbao, donde cuenta con una buena representación de sus diferentes periodos y temáticas.
Precisamente, una buena parte de la evolución de su obra hacia una forma peculiar de abordar el sentimiento y el gusto por la tradición pictórica española se explica por sus influencias tempranas, es decir, por el acomodo a un lenguaje pictórico final que se nutre de su inicial relación en París con naturalistas, impresionistas y sobre todo simbolistas, de los que extrae en este último caso una forma de entender las realidades emocionales y espirituales que posteriormente reflejaran sus retratados.
Ese es el contexto cronológico e inspirativo de su retrato de Erik Satie, deudor seguramente de ese color en claro oscuro que rechaza un cromatismo realista, de ese efecto de desmaterialización o de ese intimismo tan de los simbolistas como Carrière, plenamente ajeno al costumbrismo puro y perfectamente válido para introducir un sesgo moderno en lo que después sería el camino personal de Zuloaga en la representación de esa España del 98.
Naturalmente, a la importancia de esta obra para el estudio de la evolución creativa de Zuloaga o a la del notable papel del retratado en la vanguardia musical, se une también el hecho positivo de que su incorporación a los fondos del Bellas Artes se produce como consecuencia de un legado particular, el de Begoña María Azkue, algo que sugiere una perfecta simbiosis entre tradición, presente y futuro.
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