La vez que el arte cambió mi vida
Cuatro directores de instituciones vascas recuerdan sus experiencias en museos que les sorprendieron o marcaron
«Puedes conocer hasta los pigmentos que empleaba»
Sara González de Aspuru
Directora del Museo de Bellas Artes de Álava
La colección más grande de Vincent van Gogh, y algunas de las obras maestras como 'Los comedores de patatas', 'Almendro en flor' y 'El sembrador' se encuentran en el museo holandés cercano a otro referente, el Rijksmuseum, que cuenta con una gran colección de pinturas del Siglo de Oro. Sara González de Aspuru, directora del Bellas Artes de Álava, recuerda su visita hace ya varios años, antes de la pandemia, y del buen uso de las nuevas tecnologías y su contribucción a favor de una muestra. «La información no era nada agobiante y muy didáctica, muy bien pensada», comenta. En la actualidad, el museo oferta un tour multimedia hasta en 11 idiomas. «Con una aplicación podías conocerlas restauraciones de una obra, los pigmentos empleados o cómo mezclaba los colores». De hecho, en 2017, este museo dedicado a Van Gogh en Ámsterdam «fue elegido como el mejor mundo para los visitantes europeos por delante del Louvre», según un estudio de la Universidad Erasmus.
«Aúna la parte divulgativa y el componente biográfico»
Beatriz Herráez
Directora del Artium
Dedicado al simbolista Gustave Moreau (1826-1898), este museo nacional es el antiguo estudio del pintor al que le gusta volver a Beatriz Herráez, directora del museo Artium, desde aquella primera visita cuando era investigadora de Historia del arte. Entonces, en sus viajes a París había algunas paradas obligatorias como la Biblioteca Kandinsky, del Centro Pompidou, y la visita a otros puntos de arte. Guarda especial buen recuerdo de un «pequeño museo (en el distrito nueve), al que puedes ir una y otra vez y siempre descubres algo nuevo», apunta. «Aúna la parte divulgativa, el trabajo del artista y un componente muy biográfico». En las estancias de los tres pisos se encuentran referencias a la alquimia o botánica que nutrían la obra de Moreau. De esta forma, la visita «es como adentrarse en su laboratorio». Herráez recuerda especialmente las singulares escaleras de caracol de la casa del edificio. La invitación está hecha. ¿Otra ventaja? «Es una visita no muy concurrida y no hay grandes colas».
«La rotonda te coloca en una posición mental única»
Juan Ignacio Vidarte
Director del Guggenheim Bilbao
«Entrar en la rotonda te coloca en una posición mental única». Vidarte estudiaba en el MIT de Cambridge (Masachusets) y en una visita a Nueva York se acercó al Guggenheim del arquitecto Frank Lloyd Wright. «Fue en 1981. Tenía 24-25 años. Los espacios, las rampas, los cuadros en sus paredes, especialmente los de Kandinski, supusieron una experiencia muy distinta a la de otros museos. Sientes una emoción parecida a la de entrar en una catedral».
Unos diez años después empezó a trabajar en el proyecto Guggenheim Bilbao con las personas que trabajan allí.
Desde entonces ha visto cómo ha cambiado el mundo de los museos. «Todos cuidamos mucho la experiencia del visitante y creo que hemos sido pioneros en este aspecto. Si anticipas el futuro, seguro que te equivocas. Pero sí pienso que la digitalización cobrará más importancia aunque la experiencia física de las salas es nuestro valor añadido. La sostenibilidad y las políticas de género serán un principio de gestión y de programación».
«Matisse me dio una idea muy clara de la modernidad»
Miguel Zugaza
Director del Bellas Artes de Bilbao
«Tengo la sensación de haber nacido en este museo porque estaba mucho por aquí, con mi padre, que trabajó en él, pero también con mi madre». Zugaza recuerda cómo de niño vio una exposición de las 'Cosmogonías' de Néstor Basterretxea, esculturas por lo de general de madera entre lo abstracto y lo figurativo mitológico. «Me asustó. Luego tuve la suerte de viajar a Londres cuando era muy joven. En la Tate Gallery había unos relieves de Matisse que me dieron una idea muy clara de la modernidad».
Evoca también la efervescencia artística de Bilbao entre finales de los setenta y los ochenta, con sus galerías y salas de algunas instituciones bancarias dispuestas a dejar sus espacios para que expusieran los artistas que salían de la Facultad de Bellas Artes o que todavía estaban en ella. «Aquel periodo es muy reivindicable».
Cree que el museo irá ganando relevancia como institución que «aporta un beneficio a la sociedad». «El arte es inseparable de la vida. Por eso tiene siempre una interpretación actual».