'Amerikanuak', la obra que rompió el «silencio» sobre los vascos y su diáspora
Atxaga y Sarrionandia disertan sobre un libro que cumple 50 años y que fue clave para comprender las identidades de los emigrantes
«Los vascos de la diáspora no son gente que hemos perdido, sino mensajeros de nuestra cultura», dejó escrito Manu de la Sota en relación con los vascos de Estados Unidos que plasmó en su diario 'Viaje a Idaho 1938'. Con ese espíritu de analizar más a fondo el fenómeno de los vascos emigrantes, se han dado cita este domingo por la tarde en el Museo de Durango dos grandes nombres de la literatura euskaldun, Bernardo Atxaga y Joseba Sarrionandia, aprovechando la efeméride de los 50 años de la publicación en inglés de 'Amerikanuak', libro referencial sobre el tema que firmaron desde Nevada William A. Douglass y Jon Bilbao. Precisamente, en la Azoka se ha presentado la traducción al euskera de la obra, a cargo de Asun Garikano.
Moderados por Irene Larraza, ambos autores han reflexionado y disertado sobre la diáspora, insertando en el debate anécdotas, sucedidos, metáforas y rasgos del carácter de los vascos y de su lengua. Un Atxaga pesimista sobre el legado de transmisión de la cultura considera que 'Amerikanuak' fue una obra clave para comprender «la magnitud» del pueblo vasco. «Históricamente hemos sido muy ignorantes, y seguimos siéndolo, en cuanto a nuestra condición y nuestra historia. Es sorprendente que hablemos tanto de nuestro pueblo pero sepamos poco de él», ha reflexionado, antes de considerar que la obra de Douglass y Bilbao «debería estar en todas las Euskal Etxeak».
Una obra que, según el autor de 'Enarak', ayudo a «romper el silencio» sobre el pueblo vasco en los estertores del franquismo:«En la Guerra Civil, con el bombardeo de Gernika los vascos tuvimos un espejo con el que nuestro nombre era conocido en EE UU y en Europa. Pero al terminar la contienda se impuso el silencio por la fuerza militar. Como una condena. La condena al silencio».
Joseba Sarrionandia ha incidido en esa idea, recordando dichos tiempos de represión de la lengua y la cultura vasca. «Cuando yo estaba en Bachiller, antes de morir Franco, teníamos la asignatura de formación del espíritu nacional. Los euskaldunes vivíamos entonces acomplejados, con el complejo asumido. Hasta el punto de que nos reíamos de los compañeros que no hablaban bien el castellano», ha rememorado.
A continuación, el autor de Iurreta, que ha dedicado años a investigaciones sobre la diáspora y ha revivido figuras como la de Simon Gandarias, bertsolari y pastor emigrado a los Estados Unidos; ha repasado varias cuestiones que le plantean misterios.
Para empezar, por qué los habitantes de las zonas rurales de Bizkaia preferían irse a miles de kilómetros de distancia a trabajar de pastores en lugar de intentar labrarse un futuro en la cercana Bilbao, entonces pujante. «Los jóvenes se iban casi todos a Estados Unidos a principios del siglo XX. Y sigue siendo un misterio sociológico que, teniendo en Bilbao el desarrollo y la revolución industrial, optaran por irse desde Ibarrangelu a Nevada a trabajar como pastores, un oficio durísimo. Solos en el desierto entre zorros, pumas, osos o serpientes. Tiene que haber una razón que desconozco», ha planteado.
Otra incógnita es la de las identidades de aquellos que emigraron: «Manu de la Sota reflexiona sobre ello. Por ejemplo, en la Guerra Civil en la diáspora muchos no tenían muy claro con quién posicionarse, había muchos que se sentían carlistas. Y no está claro si estos expatriados se sentían o no españoles. Muchas veces se confundían con los conceptos».
El tercer dato sorprendente para Sarrionandia es que en muchos casos los hombres se casaban antes de partir y dejaban a sus mujeres en el País Vasco. «Gandarias, por ejemplo, se casó con una mujer de Elantxobe, pero ella nunca se fue a EEUU, vivía aquí. Y se tiraron así toda la vida. Era normal porque era tierra de marineros, las mujeres estaban acostumbradas. A estos maridos se les llamaba 'bestea' (el otro). Aparecían una vez cada cinco años», ha contado.
Ha rematado Atxaga el interesante coloquio definiendo la diáspora como «algo que tiene que ver con el sufrimiento, el resultado de gente que sufre e idealiza su patria».