«La ambigüedad permite que una obra pueda discurrir por distintas direcciones»
La creadora vasca afronta dos citas internacionales que confirman su carrera al alza, en el Jeu de Paume de París y en la Bienal de Venecia
Sobre la mesa tiene un catálogo abierto por la foto de los 14 apóstoles de Jorge Oteiza en el frontis de la basílica guipuzcoana de ... Arantzazu. June Crespo (Pamplona, 1982) se acordó de cuando aparecieron tumbados en la carretera, en estado de abandono, porque una comisión diocesana había ordenado parar las obras de la iglesia.
En horizontal, los huecos de las esculturas parecen capaces de acoger otros cuerpos. Una connotación cálida que la artista quizá podría utilizar en unas esculturas en proceso, con unas formas geométricas muy estrictas. Además, esa posición tumbada permitiría ver la ciudad de otra manera, y eso es lo que está buscando. Así discurre la artista en su estudio del barrio bilbaíno de Larraskitu. En la reciente feria de ARCO le fue muy bien con la galería CarrerasMugica. A partir del próximo martes participará en la exposición 'Fata Morgana' en el Jeu de Paume de París, y desde el 23 de abril su obra se verá en la Bienal de Venecia.
- Está viviendo un buen momento.
- Está siendo un buen año y eso me da tranquilidad económica. Sé que esto es un sube y baja y no pierdo de vista la posibilidad de que la atención sobre mí cambie. He estado dando clases y, aunque ahora lo he interrumpido, me gustaría volver a la docencia.
- ¿En la Facultad de Bellas Artes de la UPV?
- Sí, llevo como cuatro años seguidos. Me llena mucho, por lo que recibes de los alumnos y por lo que tú les ofreces. Tiene que haber todo tipo de profesores, también artistas en activo. He estado tutorizando a los estudiantes de tercero y cuarto, los niveles en los que más autonomía tienen. Les ayudas a plantearse retos y les das pistas sobre cómo superar estadios dificiles en sus procesos.
«Tocar los materiales es fundamental para mí. Incluso la mirada tiene una cualidad táctil»
- ¿Qué va a presentar en el Jeu de Paume?
- Cuatro piezas de distintos momentos, de entre 2015 y 2020, muy diversas y que pertenecen a exposiciones diferentes. Me interesa ver cómo van a convivir entre ellas, las relaciones que surgirán de su agrupamiento. También me da confianza que la invitación venga de Béatriz Gross y de Katinka Bock, una artista a la que conocí porque ambas coincidimos con nuestras exposiciones en Artium, y que por tanto conoce bien mi trabajo.
- En Venecia, la comisaria Cecilia Alemany propone el tema de la representación del cuerpo y sus metamorfosis. Parece que encaja bien con su obra.
- Sí, soy consciente de que me ha elegido porque lo que yo hago encaja con su discurso. Llevaré tres piezas, una ya realizada y dos nuevas. Está bien acudir a un sitio con tanta visibilidad internacional con algo que ya he realizado y que ha madurado. Me da seguridad.
- ¿Cómo ve el trabajo de los comisarios?
- Los veo como cómplices o aliados que te ayudan a tomar distancia respecto a tu trabajo. Hay acompañamientos que te implican a ti como parte del proceso de la exposición. Además, te facilitan el trato con las instituciones para las que trabajan y eso es muy de agradecer. A veces he sentido que mi trabajo está ahí para ilustrar una propuesta. Pero eso también forma parte de la labor creativa de los comisarios: formar algo nuevo a partir del trabajo de varios artistas.
Diferentes materiales
- A lo largo de su carrera ha utilizado vidrio, cera, objetos encontrados, revistas antiguas, estructuras metálicas, cemento...
- Trato de averiguar qué me dicen los materiales y qué opciones me dan. Es una conversación con ellos, un equilibrio entre lo que me ofrecen y lo que les pido. En esa conversación también entra cómo me afectan físicamente, con qué los asocio, qué tipo de sensaciones me producen, cómo se relacionan entre ellos, qué fricciones se establecen entre sus diferentes pesos, entre su calidez y su frialdad, cómo se amontonan, se envuelven o tensionan. Son todos esos movimientos los que me permiten la traducción o condensación de sensaciones físicas, paisajes mentales o cosas más afectivas. Así acaban tomando una forma y la vas reconociendo como tal. Me gusta jugar con la ambigüedad para que una obra pueda discurrir por direcciones diferentes.
«No querría darle mucha importancia. Pero me interesa la experiencia y ver con qué otros artistas compartiré el espacio»
- Trabaja mucho con sus manos, lo que no siempre es frecuente entre los escultores.
- Tocar los materiales es fundamental para mí. Incluso la mirada tiene una cualidad táctil. También utilizo el ordenador, y ahí me ayudan personas que entienden como pienso. Los planos digitales me ayudan a tomar decisiones; por ejemplo, para generar un encofrado. Hay que calcular el peso de la pieza. No puedes malgastar recursos por el coste y también por la responsabilidad con la huella ecológica de tus piezas
- Estuvo dos años residiendo en Ámsterdam. ¿Qué le supuso?
- Te dejas contagiar de otras cosas. Más problemático es cuando te toman más en serio si has estado en el extranjero, como si eso te legitimara. Creo que ahí hay algo de complejo.
- Ir a Venecia también supone una legitimación
- No querría darle mucha importancia. Me hace ilusión, obviamente. Quiero ver con qué otros artistas voy compartir espacio y me interesa la experiencia, claro. Pero lo que más vale es tu implicación, sea un espacio pequeño o grande. Hay un proyecto que me encanta en Oporto, de los artistas Mauro Cerqueira y Andrés Oporto, y que se parece a Okela en Bilbao. Están fuera del mercado y de lo institucional, y muy dentro de las relaciones entre artistas.
- En 2020 presentó una antológica en Artium. ¿Qué piensa hacer en el Guggenheim en 2023?
- Nunca cierro etapas, pero sí es cierto que con la exposición de Artium sentía que podía liberarme de lo que había hecho para probar otros caminos. Así que en el Guggenheim tocaría hacer algo nuevo, todavía no sé en qué medida, si en todo el espacio o no. De momento, ese es el reto.
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