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Marta deja la consultoría en Madrid y abre su tienda de muebles restaurados en Getxo
Esta emprendedora está detrás de Casa Vimol, un espacio con encanto en Las Arenas para descubrir muebles antiguos recuperados y piezas únicas y asistir a talleres de restauración
Marta Viñayo creció viendo a sus padres restaurar muebles antiguos para la casa del pueblo. Pero su curiosidad por esta afición no se despertó de ... verdad hasta hace unos años, cuando se apuntó a un taller cerca de casa. Por aquel entonces vivía en Madrid, trabajaba en una consultoría y dedicaba su tiempo libre a esta pasión que la enganchó desde el primer día. «Iba cuatro horas a la semana a restaurar mi pieza, pero la profesora vio que tenía mano y me gustaba, así que me pidió que le echase una mano los fines de semana con muebles suyos y de sus clientes», recuerda.
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Aquel hobby fue creciendo y Marta encontró su lugar entre muebles rescatados. «Fui aprendiendo el oficio mientras compaginaba los dos trabajos, hasta que un día lancé el portátil por la ventana y pensé: 'esto es lo mío'», ríe. Pasó a dar clases en aquella academia, donde estuvo siete años, hasta que en 2024 decidió volver a Bizkaia con su pareja y sus dos hijos pequeños para estar más cerca de la familia. «Sabía que quería montar mi propio espacio, pero me costó mucho encontrar un local. Primero pensé en abrir en Bilbao, pero al comprar la casa en Berango vi que Las Arenas tenía potencial», explica. Con mucha ilusión y todos los muebles antiguos que había guardado en el garaje buscando una nueva vida, el pasado 1 de septiembre abrió Casa Vimol, un espacio coqueto y singular que refleja su pasión por la artesanía y las antigüedades.
Marta transforma desde una vitrina olvidada de la abuela hasta la antigua mesa de comedor que fue testigo de tantas comidas familiares. «Muchas veces tenemos mucho cariño a una pieza, pero la vemos demasiado oscura o anticuada para integrarla en casa. Aclarando la madera, pintando o retapizando, conseguimos mantener su esencia y valor sentimental y, al mismo tiempo, evitamos el impacto ambiental de fabricar muebles nuevos», asegura. En Casa Vimol conviven los muebles antiguos que Marta ha ido rescatando y renovando con otras piezas decorativas de épocas pasadas, desde una jaula victoriana hasta un espejo dorado clásico al que ha aplicado una bonita pátina en verdes y turquesas que imita el óxido de cobre.
Además, ofrece una línea de muebles nuevos de madera maciza y estilo clásico, personalizables al gusto del cliente: color, acabado, dimensiones, tiradores, interior empapelado o pintado… Con cada brochazo, Marta aporta ese toque especial que convierte aparadores, vitrinas, cómodas, armarios y bancos anodinos en piezas únicas y llenas de personalidad.
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Una vajilla en honor a su abuela
También ha lanzado dos colecciones de vajillas de cerámica diseñadas por ella y pintadas a mano por Marga, una ceramista de Toledo que convierte sus ideas en piezas únicas. «Una de las líneas la he bautizado Audelina, como mi abuela materna, porque está inspirada en uno de los platos que ella usaba. Me conecta con ese recuerdo de la infancia. Transmite sencillez, historia, raíces… encaja con los muebles que restauro», explica.
Aficionada a la botánica, Marta disfruta recolectando flores que luego seca para transformarlas en láminas, también disponibles en su tienda-taller. «Ya tengo ojo, las elijo por su forma y color. Estas las cogí en los jardines del Palacio Real de Madrid, y estas otras en un viaje…», explica mientras muestra las láminas, que guarda cuidadosamente en una caja. Los clientes pueden llevárselas tal cual o dentro de un marco de madera pintado por ella. «En Casa Vimol conviven todas mis pasiones: la decoración, la artesanía, las flores…», celebra.
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Talleres de restauración de muebles
El proyecto más personal de Marta también es un espacio compartido donde sus alumnos aprenden a transformar con sus propias manos muebles antiguos o aburridos. Sus talleres de restauración han tenido una gran acogida y ya hay lista de espera en algunos turnos. Para cada alumno prepara un saquito con su nombre, que incluye brochas y rodillo; así que solo tienen que preocuparse de traer de casa la pieza que van a restaurar. «Aquí disponen de todo el material, excepto las telas y pinturas específicas que elijan. Sienten mucha satisfacción al ver lo que han sido capaces de hacer y se divierten mucho. Les ayuda a estar en el presente, bajar el ritmo y relajarse», asegura. Y, además, se trabaja el brazo… «Son dos horas lijando, apretando tornillos… físicamente también se nota. De hecho, yo estoy intentando usar los dos brazos, porque si no parezco Nadal solo de un lado», bromea.
De momento, ya cuenta con 38 alumnos que no faltan a sus clases semanales, por la mañana o por la tarde. «Algunos vienen solo dos horas y otros se apuntan varios días. Empiezan trayendo un mueble y acaban poniendo la casa patas arriba e incluso restaurando piezas para la familia, sus amigos… se enganchan», explica. No hacen falta conocimientos previos, solo ganas de aprender y pasar un buen rato. «Vienen desde mujeres jubiladas que quieren mantenerse activas y socializar, hasta treintañeras para quienes es una afición. Eso sí, a ver si se animan más hombres, que ahora solo son tres. Lo bonito es que también es un punto de encuentro: se están formando grupitos de amigas que después de clase salen a tomarse un vino».
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Marta agradece el cariño de los vecinos, que la han recibido con los brazos abiertos. «La gente está siendo muy amable. Algunos entran solo a mirar, otros a informarse o a comprar una pieza de cerámica para regalar… Pero lo que más me emociona es que muchos se acercan para darme las gracias y felicitarme por haber abierto un negocio bonito y diferente en Las Arenas. Me dicen que antes era una zona comercial con mucho encanto y que ahora lo echan de menos».
Con proyectos como el suyo, que combinan artesanía, historia e identidad, el barrio recupera parte de ese espíritu. «Tengo la suerte de dedicarme a lo que más me gusta. Dar clases también es muy gratificante. Mi sueño es seguir haciendo esto, traer cosas nuevas de vez en cuando y alegrar un poco las casas de la zona… y la vida de la gente».
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