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El día de San Blas es una costumbre muy arraigada en Bizkaia. Tanto, que cada 3 de febrero El Arenal de Bilbao permanece abarrotado durante toda la jornada. Es una fecha marcada en rojo en el calendario de cientos de personas que, haga sol o llueva, acuden puntuales a la cita con la tradición. Los vendedores de cordones y rosquillas se agolpan junto a la iglesia de San Nicolás, mientras jóvenes y mayores esperan largas colas para poder conseguir los cordeles que colgarán de sus cuellos para proteger sus gargantas de los virus que siguen pululando por el ambiente invernal. El olor a rosquilla también ha protagonizado la estampa festiva. Junto a estos dulces, lucían cordeles de todos los colores, que los tenderos no paraban de arrancar mientras los repartían entre todos los clientes.
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Maika Salguero
El objetivo es el mismo: mantener viva la tradición y endulzar la jornada con dulces de todo tipo: tortas, rosquillas, macarrones y caramelos de Malvavisco, entre otros. Durante la mañana de este lunes, padres y madres con niños, abuelos e incluso estudiantes han desfilado por los diferentes puestos. «Ponme cuatro del Athletic». «¿Los caramelos a cuánto están?». «¿Pero estos cordones ya están bendecidos?». Son algunas de las frases que se escuchaban junto a los puestos.
El ajetreo se ha dejado notar a partir de media mañana. «A primera hora ha ido muy mal, pero bueno... ahora la cosa está un poco más animada. El frío influye. Hasta las 14.00 horas hay buen tirón. Todo el mundo viene a por el cordón, es el gran protagonista, como todos los años. Pero hay mucha gente que también se lleva rosquillas, macarrones de Iparralde, pedos de monja...», cuenta Alicia Durán, vendedora de uno de los puestos. Ella lo tiene claro: «La tradición se pasa de padres a hijos. Creo que es algo que se transmite». «Y no solo viene gente mayor; por aquí han pasado muchos jóvenes», asegura.
Xiomara y Ángela Martín, dos jóvenes que han acudido puntuales a la cita, destacan que se trata de una tradición que les ha inculcado su familia desde que eran pequeños. «Me lo ha recordado mi madre, porque no sabía que era hoy, pero siempre me gusta venir a comprar cordones y caramelos. Esta vez también he cogido una torta de San Blas. No sé si me creo que el colgante protege la garganta, pero yo por si acaso me lo voy a poner, porque es algo que hacían nuestros abuelos», comentaban entre risas.
Hoy es un día esperado por multitud de creyentes, que también han hecho cola junto a la Iglesia de San Nicolás para que el amuleto reciba la bendición. «Para mí es muy importante porque venían mis padres y es la educación que me han dado; eso se queda grabado. He comprado cordones para toda la familia: para mis hijos y mis seis nietos», explica Marga Gasquet.
María Jesús Mesa y Resu Alonso se han colgado el cordón al cuello según lo han comprado. Y tenían claro que querían el del Athletic. «Venimos todos los años y la tradición se mantiene, aunque cada vez va a menos. No sabes si te cura la garganta, pero te lo pones igual». «¡Que si que te la cura, hombre! Yo en cuanto me lo pongo ya no me duele», le contestaba una de ellas. No se han podido resistir y también han comprado dulces. «Cuesta más porque con el tema del colesterol... Pero bueno, un día es un día y puedo comer todos los que quiera. Las rosquillas nos gustan mucho, pero el paquete me lo puedo acabar en media hora», ríen.
Begoña Ongay y María Asun también han comprado cordones para toda la familia. «Seguimos la tradición y quemamos los cordeles a los nueve días. Hemos cogido para toda la familia», cuentan mientras observan la gama de colores que colgaba del techo de uno de los puestos. No son las únicas que han tenido que cumplir con encargos. Teodoro Monzón también se ha acercado a media mañana para comprar caramelos y cordones para su mujer y una amiga suya. «Casi todos son para regalar excepto uno, que es para mí. Mi hijo y mi nieto son socios del Athletic y se los he tenido que coger con el color del equipo. Estoy encantado. Es una tradición de toda la vida y venimos siempre».
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