Vecinos del bloque incendiado de Santutxu: «Tenemos miedo, en ese piso se trapichea con droga»
Los residentes piden que se impida el regreso del inquilino conflictivo a la vivienda, que es la segunda vez que arde en dos meses
El incendio en el undécimo piso del número de 2 de la calle Iturriaga de Santutxu ha desatado el pánico y la indignación entre los ... vecinos. Se trata de un bloque de 11 pisos y cuatro casas por planta, en el que reside gente trabajadora y muchas personas mayores. En total, 43 familias que tuvieron que ser desalojadas del edificio durante una hora, hasta que finalizaron las tareas de extinción, que comenzaron a las once de la noche de ayer. Las llamas salían por la ventana. «Tuvimos que bajar en pijama y con la chaqueta puesta a todo correr. Menos mal que no llovía. Y ya es la segunda vez que la lía».
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Según cuentan los residentes, el piso es propiedad de una mujer que, por problemas de salud, reside con una hermana desde hace más de un año «y que no es conflictiva». Desde entonces, su hijo, que ahora tiene unos 30 años y que ha crecido en el bloque además de ser muy conocido en el barrio, se quedó viviendo dentro y ha ido acumulando denuncias vecinales por «problemático». El de ayer es el segundo fuego que se produce en apenas dos meses en la misma vivienda. Y culpan del siniestro al joven y a sus amistades. Tiene «problemas de toxicomanía» y solía «meter a gente poco recomendable» en la vivienda. «Es carne de cañón, ha estado en la cárcel y se junta con malas compañías que se dedican a liarla por el barrio. Aquí se trapichea con droga, lo sabe todo el mundo», han asegurado. Uno de sus amigos es 'el Lechuga', al que atribuyen la oleada de robos en negocios de la zona.
Este individuo estaba, precisamente, presente en el incendio que se desató a primera hora de la madrugada del pasado 9 de noviembre y que calcinó por completo el piso, de unos 50 metros cuadrados. Tres personas tuvieron que ser atendidas entonces por inhalación de humo. Al parecer, se debió a un cortocircuito. Desde que ocurrió ese incidente, familiares de la dueña cerraron el piso con un candado.
La vivienda permanecía vacía desde el primer siniestro. El joven, junto a 'el Lechuga', dormían desde entonces en un coche aparcado en las cercanías, que ha sido requisado por la Policía. Después allanaron la lonja de enfrente. Pero a las siete de la mañana de ayer, tres personas (según los residentes, el hijo de la dueña, otro individuo y a una chica) rompieron el candado y penetraron en el piso. La Policía les obligó a salir y la vivienda fue cerrada con otro candado que también rompieron más tarde. El chaval fue visto a las seis de la tarde, con la cara y una mano ennegrecidas, bajando de la vivienda con unas bolsas. «¿Ya puedes?», le preguntó un vecino. «Habrá que poder», respondió abajo.
«Lo sabe la Ertzaintza, los municipales... »
«¿Qué haces aquí? No puedes estar», le espetó otra residente. Después, siguió habiendo «jaleo» en el interior. Cuando el incendio se desató, el piso estaba vacío y «la Policía estaba hablando con el hijo de la dueña» y otro familiar. El inmueble, al que ha podido acceder este periódico esta mañana, ha quedado totalmente destrozado. Las paredes del rellano seguían ennegrecidas y la atmósfera era irrespirable, aunque los vecinos relataron que la mayor parte de los destrozos fueron causados durante el primer incendio y que esta vez solo se ha «quemado lo que quedaba». Ahora piden una orden de alejamiento porque temen por su integridad física. «Ha sido la gota que ha colmado el vaso, a ver si esta vez actúan o si esperan a que pase una tragedia», han explicado.
«Cuando me enteré, ya estaba todo el mundo abajo. Los bomberos estaban arriba. Fue un gran susto. Pedimos soluciones, porque toda la Justicia lo sabe, la sabe la Ertzaintza, los municipales... Toda la comunidad estamos pendientes de qué pasa con una persona», ha explicado el presidente, Jesús Fernández, encargado del papeleo de los seguros. «Lo que tienen que hacer es encerrarle y ponerle una orden de alejamiento por la seguridad de todos», ha expuesto otro residente. «La otra vez estuve cuatro horas limpiando la casa por el humo. Ahora ha sido una repetición de la jugada», ha apuntado otra.
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