«Si no quería matar, ¿por qué nos disparó cuando escapábamos corriendo?»

Desde entonces, la mujer no puede dormir, revive el momento una y otra vez y sufre crisis de pánico. «Me meto debajo de la cama o empiezo a correr y luego no me acuerdo de nada». Toma 11 pastillas cada día recetadas por el psiquiatra, la mayoría ansiolíticos y somníferos contra «la depresión y la ansiedad». Sus tres hijos también han quedado tocados. «No he tirado ni su ropa. No lo admito, yo creo que va a volver. Paso horas y horas esperándolo. No tengo ilusión por nada, no salgo de casa», relata. Llevaban juntos desde los 10 años. La mujer, de 45, testificó en el juicio, celebrado a puerta cerrada para evitar un enfrentamiento entre clanes. Se puso tan nerviosa que apenas fue consciente de estar a poca distancia de los asesinos. Jonatan D., de 38 años, declaró que no tenía intención de acabar con la vida de David. «Si no quería matar, ¿por qué nos disparó cuando estábamos escapando corriendo?», se pregunta Ana. «Si tan arrepentido estaba, ¿por qué no cogió el coche y nos llevó al hospital?». En lugar de eso, según Ana, padre e hijo «se abrazaron y 'Caraqueso' (como llaman a Jonatan) me dijo: 'Jódete'».

La familia Goicoechea-Cortés no está «conforme» con la escasa pena que, a su juicio, les han impuesto a los asesinos. 20 años para Luis D., 14 por asesinato y seis más por el intento; y 18 y medio para Jonatan, 13 por asesinato y cinco y medio por asesinato en grado de tentativa. «¿Tan poco vale la vida de mi marido? Yo pedía la revisable. Están pagando más los que roban que los que matan. Con buen comportamiento, la pulsera y a la calle», prevé. «Yo tengo que ir a ver a mi marido al cementerio, ellos pueden visitarlos en la cárcel», se resigna.

«No queremos represalias ni venganza, pero sí justicia, que les condenen como tienen que condenarles», tercia Mari Carmen Cortés, de 76 años, madre de David y de Dimas. «Les he perdido a los dos», se duele. La mujer no ha vuelto hablar con su hijo superviviente. Aunque entiende que sintió «miedo», no puede perdonarle que huyera dejando a su hermano herido de muerte, aunque él declaró en el juicio que se enteró de que había fallecido ya en comisaría. «Murió el que menos culpa tenía. Cuando Dimas se juntó con la mujer de Jonatan, ya estaban separados», dice. «Disparar en una calle pasando niños y gente. Se podían haber cargado a media humanidad», recuerda. Tampoco entiende que los tres familiares acusados de complicidad, hayan quedado exculpados. Sólo a uno le han impuesto una multa «de ocho euros» al día durante un mes. «¿400 euros vale la vida de mi hijo?». «Tienen que pagar los cinco. Parecía una película del Oeste».

Su abogado, Joseba Estrade, va a presentar un recurso a la sentencia. Intentará tumbar el atenuante, que rebaja la pena, de «ideación sobrevalorada por creencias religiosas». «Se le podría aplicar entonces a todos los terroristas yihadistas», advierte. «De locos no tienen un pelo», coinciden sus clientas. «Confiamos en los jueces».