La procesionaria reduce su presencia a 1.900 hectáreas de pinares vizcaínos
La Diputación deja de fumigar con avioneta porque hay menos afección en los bosques, pero sigue aplicando tratamientos terrestres
La temida procesionaria comenzó hace tres semanas su desfile por parques y bosques de Bizkaia. Nace de esos gigantescos bolsones de seda que se forman ... en los pinares y es capaz de causar estragos a los propietarios forestales porque destroza los árboles, provoca problemas a la salud humana y mata a los perros. Ahora es cuando se la ve más, porque los bichos forman hileras por los pinares para enterrarse, crisalidar y convertirse en polillas, que volarán unos días antes de poner los huevos en los árboles, iniciando un nuevo ciclo. Es cuando sueltan miles de pelos urticantes para defenderse que pueden causar irritación de la piel, de los ojos, alergias...
La «procesión» terminará pronto. Pero es peligrosa en los concurridos bosques, siempre poblados de mendizales, ciclistas, senderistas y mascotas, por el gran uso recreativo que se hace de ellos. Además, las orugas están cada vez más cómodas con las temperaturas suaves. Los biológos explican que el frío, el principal regulador natural de las especies, hace menos mella en ellas porque el invierno ha sido extremadamente cálido. Hay que tener en cuenta, además, que los pinos son el árbol mayoritario en Bizkaia, porque son empleados de forma masiva en la silvicultura y ocupan el 45% de la superficie boscosa del territorio. Aun así, desde el área de Montes, que depende del Departamento de Medio Natural y Agricultura, explican que la plaga infesta una menor superficie de pinares en los últimos años.
De hecho, en 2011 se llegaron a fumigar 21.000 hectáreas, mientras que ahora hay solo 1.900 afectadas. Para acabar con la procesionaria se emplean varios métodos. La Diputación contrató en 2012 un helicóptero que fumigaba siempre en septiembre, cuando las orugas están en su primer estadio. Se consideraba una tarea que se declaró de utilidad pública.
Los árboles se rociaban para que las larvas comieran las hojas por la noche, ya impregnadas, y murieran. En 2013 se fumigaron 5.800 hectáreas. En 2014 fueron 4.700 y ya en 2019 la plaga se redujo al 1,85% de la superficie boscosa, o lo que es lo mismo, a 2.400 hectáreas, pero el tratamiento aéreo se realizó sobre 670 hectáreas en las zonas de mayor afección. Los últimos años se usaba un producto que se utiliza en cultivos de agricultura ecológica, la síntesis de la proteína de la bacteria 'Bacillus thuringiensis', que habita en el suelo, una alternativa biológica al plaguicida. Se esparcía a cinco metros de las copas de los árboles.
Trampas de feromonas
Pero la Diputación lleva desde septiembre de 2019 sin fumigar desde las alturas porque todos los años se realizan prospecciones y «considerábamos que no era necesario por estar debajo del umbral de las 2.000 hectáreas afectadas», explican desde Montes. «Nos encontramos en una situación algo similar al año pasado, en algunas zonas con un ligero aumento y en otras con un estancamiento y menor incidencia», abundan. En invierno, la Diputación elimina desde tierra los bolsones en pinos jóvenes, coloca nidos para aves que se comen a las orugas... También hay trampas de feromonas que permiten recolectar adultos antes de la cópula y anillas que impiden que los bichos bajen de los árboles.
Murciélagos, hongos 'Cordyceps militaris' y aves matan la plaga
Las fumigaciones aéreas que recibían los pinares eran efectivas contra la procesionaria, pero también eliminaban al resto de orugas, polillas y mariposas, tan beneficiosas para la polinización, explica el biológo Yeray Monasterio, de la Asociación Zerynthia. Eso perjudicaba a aves como carboneros y herrerillos y a murciélagos, los depredadores naturales de la procesionaria, porque consumían presas moribundas envenenadas o porque los bosques se convertían en un desierto de alimento. Monasterio explica que ahora se comercializan soluciones basadas en hongos 'Cordyceps militaris'. Sus esporas se pegan a los pelos urticantes, se entierran con ellas y el hongo parasita la crisálida y acaba con ella. Eso sí, también puede terminar con otros lepidópteros.
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