Cracovia, belleza sin aspavientos
La vieja capital de Polonia es una ciudad hermosa, con gran ambiente en la parte central del año, en la que el próximo julio se celebrará la Jornada Mundial de la Juventud
César Coca
Martes, 15 de marzo 2016, 01:03
Imaginen una ciudad de intensa vida universitaria, con una plaza cuadrada con soportales bajo los cuales se acumulan los cafés y las terrazas repletos de gente joven, bulliciosa y feliz. De esa plaza sale una calle que lleva directamente a su vieja Universidad, cuya vida gira en torno a un claustro tranquilo en el que el tiempo parece detenido. A no mucha distancia de allí, la catedral se eleva majestuosa sobre el río. Rodeando todo ello, una tupida red urbana con casas de piedra de poca altura en las que se suceden las librerías, los cafés (los hay por centenares, con las decoraciones más sorprendentes) y las tiendas de recuerdos para los turistas. Muchos de ustedes estarán pensando en Salamanca porque la descripción encaja perfectamente con esa ciudad castellana y su universidad. Pero este reportaje habla de Cracovia, la histórica capital de Polonia, una ciudad de gran belleza arquitectónica y un ambiente estudiantil que rompe con todos los tópicos sobre el tono gris y aburrido de las poblaciones del Este de Europa. Desde mitad de la primavera hasta comienzos del otoño, cuando la climatología es favorable, Cracovia es un festival de color y alegría.
Este verano, del 25 de julio al 1 de agosto, la ciudad acogerá la Jornada Mundial de la Juventud que reunirá allí a centenares de miles de jóvenes católicos. Salvo que se desee asistir a ese encuentro, serán los peores días para visitar esta urbe de dimensión media (supera los 700.000 habitantes, pero eso incluye distritos muy alejados del centro histórico y poco frecuentados por los turistas), que fue capital de Polonia durante mucho tiempo y que aún hoy sigue siendo el corazón del país para los más nostálgicos de un pasado ilustre.
En Cracovia resuenan muchos ecos, en su mayoría vinculados a la Segunda Guerra Mundial. Los nazis quisieron convertir la ciudad en una población genuinamente alemana y para ello procedieron a eliminar a los judíos y a toda la intelectualidad polaca. Ahí están el recuerdo del gueto -retratado por Spielberg en 'La lista de Schindler', aunque ese filme se rodó en realidad en un barrio de Varsovia llamado Praga-, la fábrica del empresario que dio título a esa película, la sombra de Roman Polanski, que sobrevivió a aquel horror...
Plaza del Mercado
La ciudad tiene tres zonas de interés, que están muy próximas entre sí. Tanto que todos los desplazamientos se pueden hacer a pie. No solo eso. Dado que el casco antiguo es en su mayor parte peatonal, caminar termina por ser la forma más rápida -además de placentera- de llegar de un sitio a otro. La visita debe comenzar por la plaza del Mercado (Rynek Glówny), de enormes dimensiones: un cuadrado de 200 metros de lado -la plaza medieval mayor de Europa- en cuyo centro están la Lonja de los Paños y la torre del antiguo ayuntamiento. En uno de sus extremos se levanta la basílica de Santa María, con sus dos torres de distinta altura. Su interior es bellísimo, con un techo que simula un cielo estrellado y un retablo que se abre como si fuera un armario. Cada hora, un bombero toca la trompeta desde una de las torres, siguiendo una vieja tradición. El toque se interrumpe bruscamente porque la tradición así lo pide, dado que quien primero lo hizo fue alcanzado por una bala y murió.
La plaza es una reproducción a escala de la Humanidad entera: en el centro y bajo los soportales se puede asistir a actuaciones musicales, títeres, lectura de poemas, comercio de todo tipo pero en especial de ropas de imitación... En las arcadas hay restaurantes y cafés de la más variada condición, y tiendas de todo tipo, incluida una de discos e instrumentos musicales como ya no se ven por aquí. Por supuesto, también allí está Zara, quizá el símbolo más visible hoy de la globalización. Caminando hacia el norte se llega hasta el único trozo que queda de la muralla de la vieja Cracovia, que da paso a una bella barbacana ahora convertida en museo. Hacia el oeste se llega a la Universidad Jagelónica, fundada en el siglo XIV, con su hermoso y sencillo claustro en el que un reloj da las horas con un juego de figuras en movimiento. Poco después de la invasión alemana, las nuevas autoridades enviaron una carta a los profesores de esta institución. Los convocaban a una reunión porque querían debatir con ellos una reforma de las enseñanzas que permitiera elevar el nivel educativo y cultural del país. Muchos se pusieron su traje académico y acudieron al acto. Cuando entraron los últimos a la sala donde iba a celebrarse el encuentro, las puertas se cerraron y entonces comprendieron que habían caído en una trampa: de allí partieron directamente a los campos de concentración.
El casco antiguo de Cracovia (patrimonio de la Humanidad desde 1978) está rodeado por un jardín que ocupa lo que antes fue la muralla. Al oeste, lindando con ese jardín, está el palacio episcopal, todavía hoy presidido por un gran retrato de Juan Pablo II, que salió de allí en 1978 para ser elegido Papa. Cada vez que regresó a su país, ya como Sumo Pontífice, saludaba desde el balcón principal de ese palacete a los fieles. Cuando murió, decenas de miles de polacos se concentraron en la plaza frente al edificio y estuvieron allí rezando durante varios días.
El núcleo urbano lo cruza de norte a sur una calle que pasa junto a bellos palacetes e iglesias barrocas. Al final de esa calle está el segundo núcleo de interés de la ciudad: el complejo del castillo de Wavel, que se eleva sobre una colina al borde mismo del río Vístula. Sobre una gran explanada se asientan el palacio y la catedral, construida en el siglo XIV. Esta última es más hermosa por fuera, con su compleja combinación de capillas, cúpulas verdes y doradas y torreones, que en su interior, abigarrado y no demasiado armónico. Desde luego, es mucho menos interesante que la basílica de Santa María.
El palacio es, como todos, una sucesión de salas, habitaciones y pasillos, pero con un aspecto general algo diferente a los de Europa occidental. Son distintos algunos elementos decorativos, las pinturas que cubren las paredes y el tono general del mobiliario. En este momento, dado que el museo en el que se exhibe habitualmente está en obras, puede contemplarse en una sala del palacio 'La dama del armiño' de Leonardo da Vinci. Solo por eso ya merece la pena entrar en Wavel. Desde el castillo hay una hermosa perspectiva del Vístula, que discurre sereno y traza una amplia curva al llegar a esa zona. En sus orillas ajardinadas, pasean madres con sus bebés, las muchachas toman el sol y numerosos estudiantes se engañan a sí mismos haciendo como si repasaran unos apuntes que en realidad son una coartada para llegar hasta allí y charlar con los amigos. Al otro lado de la catedral, a unos pocos kilómetros está la fábrica de Schindler, que hoy es uno de los atractivos turísticos de la ciudad.
Kazimierz
Cerca del río está también el barrio de Kazimierz, tercera zona de interés de la ciudad, donde vivió la comunidad judía desde el siglo XIV hasta la Segunda Guerra Mundial. Se trata de un barrio que acoge varias sinagogas -algunas no muy bien conservadas-, dos cementerios y numerosos pequeños cafés, restaurantes y hoteles. En comparación con el casco antiguo, se trata de una zona bastante descuidada y con menos vida, aunque hay un cierto ambiente artístico y no faltan rincones con encanto. Apenas quedan judíos en la ciudad, pero paseando por Kazimierz podría pensarse que los hay a miles, por la rotulación de los comercios y, las continuas referencias a la comunidad hebrea. En los restaurantes de la zona hay grupos que interpretan música klezmer para amenizar almuerzos y cenas. El turista observador llega pronto a una conclusión: en Kazimierz hay más judíos entre los visitantes del barrio que entre los nativos. Es la consecuencia lógica del horror vivido a partir del 1 de septiembre de 1939.
Quien quiera hacer una inmersión en esa herida imborrable que cruza el rostro de la Humanidad puede hacerlo aprovechando el viaje a Cracovia. En muchos establecimientos de servicios turísticos e incluso en algunas tiendas de recuerdos verá anuncios de excursiones a Auschwitz. Es el contraste con la belleza sin aspavientos y el extraordinario ambiente de esta ciudad polaca. Pero esa, la de Auschwitz, es otra historia.