Muskiz elige su tomate más sabroso
50 productores participan en el segundo concurso para encumbrar al mejor hortelano local
Como algunas de las mejores ideas, surgió en la barra de un bar, entre unos amigos que discutían cuál de ellos plantaba los mejores tomates, ... ese tesoro gastronómico llegado de las Américas y padre de las patatas. Así que Norberto Bilbao, junto a sus amigos Karmelo y Javier, entre otros, decidió organizar un concurso para poner en valor esta joya de las huertas locales y dar prestigio al mejor hortelano. Dos años después, este sábado la plaza Meatzari de Muskiz ha albergado la segunda edición del certamen para escoger el mejor de estos frutos.
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Se han presentado medio centenar de productores locales y unas 70 variedades de tomate de las más de 3.000 que existen. El certamen se ha celebrado en un ambiente festivo, en el que los amantes de la agricultura han podido compartir trucos en camaradería. «Es para dinamizar el pueblo y además nos encontramos y hablamos entre nosotros», han relatado.
Ibai Nafarrate, con un tomate de la variedad azul, ha ganado el concurso. «Se han presentado muchísimos y con una gran calidad», han relatado desde la organización. Se ha llevado una botella de txakoli y queso Idiazabal, además del reconocimiento como el mejor tomate de Muskiz; el segundo ganador, un estuche de botellas de txakoli; y el tercero, un queso Idiazabal. Además, los tres han recibido 2 botellas magnum de vino Rioja cada uno donadas por el bar Río.
En la presentación de los ejemplares se ha visto de todo. Frescos y llenos de sabor, algunos de hasta un kilo de peso y de distintas formas, texturas y colores, desde amarillos, hasta verdosos pasando por distintas tonalidades rosáceas o rojos como la sangre. Un pase de modelos de los más diverso que los propios productores han catado con deleite. Después, los diez mejores han sido probados y calificados por hosteleros de la localidad, que han encumbrado al ganador. Este año, aseguran los productores, ha sido excelente para el tomate, al contrario que el pasado, aunque al principio las plantas fueron atacadas por muchos gusanos.
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«Es muy delicado y muy poco agradecido», relata el vecino Koldo Urtiaga. «Si hay un día de mucho calor o de nieblas se fastidia», explica este horticultor que concursó con dos variedades: tomate amarillo y de huevo de toro, rojo y un poco puntiagudo. Hace «muchos años» plantó su huerta en La Vega. «No le echo productos, no les he hecho casi caso y este año he tenido más tomates que nunca», se reía.
Los productores explican que el sabor es mejor cuando los tomates son de temporada y de huerta, porque los que se comercializan en muchas tiendas «a menudo reciben muchos tratamientos, se recogen antes de tiempo y suelen madurar en cámaras, por lo que pierden propiedades y sabor».
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La estrella de la huerta
Lilian San Vicente tiene huerta desde que era una niña y su aita enseñó a cultivar a su marido, Aitor Imaz, que el año pasado quedó cuarto en el certamen. En esta edición se han presentado con la variedad Jack, «muy liso y de sabor ácido», y con otra cuyo nombre desconocen y que plantaron después de que un vecino les regalase las semillas. Empezaron con cuatro lechugitas en la huerta de Memerea y ahora tienen una gran cosecha. Son el fruto del trabajo de «varias tardes y las mañanas de los fines de semana». «Te comes uno de la huerta y hay mucha diferencia. Tenemos una variedad de cherry que sabe estupendamente, no hace falta echarle nada, es que te la puedes comer directamente», asegura ella.
Para Natxo Landeta, otros de los concursantes, «el tomate es la estrella de la huerta». Los cultiva en un caserío del barrio Oyankas, donde tiene una huerta y algunos animales que le permiten «seguir en contacto con la naturaleza». Ha concursado con la variedad Amoroto y según explica, la mayor amenaza para el tomate, además de las inclemencias meterológicas, es 'la mancha' -como llaman quienes cultivan estas frutas a un tipo de hongo que arruina la cosecha- y las orugas. Él practica la agricultura ecológica y apuesta por las variedades autóctonas, las que llevan décadas arraigadas en el entorno porque fueron previamente seleccionadas por los agricultores locales por su mejor resistencia. «Es un producto de verano. Es cuando son más naturales. Fuera de esa época son importados y cultivados con prácticas no muy respetuosas, por lo que no saben a nada», asegura.
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