Monseñor Segura, el 'patroncito'
Obispo de Bilbao ·
Un año después de la marcha de Iceta, se afianza con una apuesta por la causa social y una Iglesia incluyenteEl pasado 12 de octubre los guardias civiles del acuartelamiento de La Salve se sorprendieron cuando vieron que el oficiante de la misa en el ... día de su patrona, la Virgen del Pilar, era el mismísimo obispo de Bilbao, Joseba Segura, que les habló del valor de los símbolos compartidos para construir sociedades cohesionadas, y de las profesiones con vocación de servicio a los demás. No era algo habitual, más bien era algo inédito, pues casi siempre la suele oficiar un capellán castrense. El nuevo coronel, que también se apellida Segura, le había invitado al acto, y el prelado de Rekalde no tuvo ningún remilgo a la hora de asistir, porque los agentes y sus familias también forman parte de la comunidad diocesana.
Ese es, precisamente, uno de los rasgos de monseñor Segura: el actuar sin complejos, sin pensar en 'el qué dirán', porque uno de sus objetivos es conseguir ser visto como un obispo sin etiquetas. En los ambientes de Madrid todavía quedan núcleos que le relacionan con los contactos con ETA, que él los considera una anécdota en su trayectoria, y mantienen sus recelos. Hace unos días protagonizó su primera rueda de prensa en la capital española como responsable de la comisión económica de la Conferencia Episcopal, donde saben de su valía. Y en el Vaticano, donde los obispos españoles rendirán cuentas este mes. Cuando Iceta le promovió y apoyó como sucesor, el nombre de Joseba Segura ya estaba en la Secretaría de Estado. Algo llamó la atención de la Santa Sede.
En Bizkaia saben que es 'uno de casa', que se ha formado en el seminario de Bilbao, y que lo suyo no era precisamente el carrerismo. El conocimiento profundo de la diócesis, que no suele ser habitual en los nombramientos de obispos, es una gran baza a su favor. «Conoce el terreno que pisa más que nadie y eso es bueno para todos», valora un observador eclesial. En efecto, no empieza de cero, aunque haya permanecido doce años de misión en Ecuador, donde ha aprendido a valorar la piedad popular de los más sencillos, que rezan y piden la intercesión de 'Diosito'. Allí era el 'patroncito', por el color de su piel, que era el de los propietarios de las haciendas donde trabajaban los indígenas. Un contrapunto a la experiencia de Boston, donde tuvo que afrontar otras realidades, incluida la militancia homosexual de su comunidad parroquial.
Segura es un obispo con una sensibilidad social muy fuerte. Por ahí va una de sus grandes preocupaciones y de sus prioridades pastorales. Se apoya en Cáritas, que en Bizkaia goza de una estructura muy sólida, con numerosos voluntarios, de los que un 80% son mujeres. Pero no elude ningún ambiente, incluido el de la Adoración Nocturna, exponente de un catolicismo más tradicional. Sabe que tiene que ser un 'obispo de todos'. Ha empezado por normalizar el cargo y ha quitado solemnidad a su presencia en actos. Lo mismo se le ve en la presentación de un libro que en la entrega de un premio. Y a menudo se sienta en el último banco.
Poco a poco va conformando su equipo tras la consulta abierta para designar a los vicarios. Se trata de un proceso muy horizontal que sólo se realiza en la diócesis vizcaína, lo que en no pocas ocasiones ha provocado incomodidades a los propios obispos. Su 'número dos', el vicario general, es Kerman López (Güeñes, 1957), un histórico que cuenta con un perfil muy apropiado para la coyuntura de crisis. Proviene de la Hermandad Obrera de Acción Católica (fue consiliario) y fue delegado de Cáritas. También fue rector del seminario. Servirá de bisagra entre la vieja guardia y la nueva generación de sacerdotes, algunos ordenados durante el mandato de Iceta. Entre los seis vicarios territoriales también hay un representante del Foro de Curas, crítico con el anterior obispo. Se trata de integrar a todas las sensibilidades. El nuevo gobierno diocesano incorporará, además, a representantes del laicado. Un grupo de asesores cómodos y aliados.
Con mucho realismo
«No está obsesionado con el cargo», asegura una persona cercana al obispo. Un año después de la marcha de Iceta a Burgos, monseñor Segura ha superado muchos de los miedos iniciales y ahora ejerce su ministerio con absoluta normalidad. Y con mucho realismo. Sabe que la Iglesia no ha sido coherente en muchas ocasiones y que ha perdido influencia. Lo dice él mismo con un lenguaje directo y abierto, aunque sin intención de sentar cátedra. Es consciente de que, a lomos de una secularización galopante, se camina hacia una Iglesia de minorías, en la que los laicos tendrán un papel fundamental. Y las mujeres, a las que va situando en puestos de responsabilidad.
El gran tema es el de cómo se pasa de una Iglesia clerical a una Iglesia con pocos sacerdotes (en Bizkaia la media del clero es de 72 años). Cómo se puede cambiar esa estructura para responder al desafío de una Iglesia cada vez más minoritaria. Y hacerlo en medio, también, de una cierta indiferencia, cuando no hostilidad, a todo lo que suena a cristiano. Él mismo lo ha podido experimentar cuando deja la bicicleta y camina por las calles de la ciudad.
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