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Sin oportunidades en Vista Alegre, ni en ningún festival del Club Taurino, al matador orduñés Iván Abásolo le han ido orillando en su intento por ... triunfar en los ruedos. Ante la imposibilidad de torear en Bilbao, se gana la vida, desde hace once años, como miembro de una cuadrilla forestal limpiando montes en la localidad salmantina de Aldeadávila de la Ribera. Su caso recuerda, en cierta forma, al de Juan de Castilla, diestro colombiano afincado en Madrid y empleado en una empresa de paquetería. También al del jienense Alberto Lamelas, que vive del taxi. A ninguno de los dos, sin embargo, le han faltado oportunidades. Por eso Abásolo se enrabieta.
En Trucíos hizo su primer paseíllo en público la tarde del 18 de agosto de 2002, fueron cinco temporadas las que alternó en novilladas sin picadores antes de dar el salto, el 8 de mayo de 2009, en la plaza de Orduña. Toreó en Las Ventas el 18 de septiembre de 2011. Se tuvo que ir a Robledo de Chavela (Madrid) a tomar la alternativa en 2013 siendo su padrino, su paisano, el difunto Iván Fandiño. «Yo pienso que lo que se tenía que haber hecho, ya se ha hecho. O sea, ya no hay nada más que hacer. Cuando llamas a una puerta y no te abren... Pero hasta que las ganas me abandonen, ahí voy a estar», promete.
– ¿Cómo vive su regreso a Orduña?
– Estoy encantado de la vida, la verdad. Muy emocionado y con los sentimientos a flor de piel.
– ¿Orduña es un oasis? ¡Qué pocas oportunidades le dan!
– Orduña y, hasta el año pasado, Carranza, también. Me han parado bastante, como se suele decir.
– ¿Por qué nunca le han apoyado en Bilbao?
– Yo toreé en Bilbao, en Vista Alegre, cuando empezaba, no sé si en 2006, 2007 o por ahí. Ha sido mi única vez en Vista Alegre.
– ¿De novillero?
– Sí, estaba empezando. Tendría 17, 18 o 19 años.
– ¿Confiaba en llegar a matador?
– Sí, joder. Yo siempre he pensado que nos iban a amparar, no solo a mí, sino al resto de sucesores míos, pero qué va, ni mucho menos. Ha sido todo lo contrario, vamos. Aquí nada más te apoyan cuando eres figura. Cuando funcionas.
– ¿Por qué no llegó a estrenarse como torero?
– Nunca lo he comprendido. No es que haya sido solo conmigo. Los que me han sucedido sí han tenido la oportunidad de torear, aunque fuese una novillada picada o lo que fuera. En mi caso, nunca lo he logrado entender.
– ¿No ha tenido padrinos?
– Ahora mismo estoy viviendo en la provincia de Salamanca y no sabe cómo se prodigan los chavales que están empezando. Les apoyan y lanzan en todos los pueblos. Si no en todos los pueblos, en la mayoría los apoyan y los lanzan. Les dan oportunidades y están con ellos. Me da pena que la plaza de Bilbao vaya en decadencia. No saben fomentar la tauromaquia. No me malinterprete, no lo digo por mí, pero si no lo fomentas, esto se muere.
– Tampoco le ha echado una mano el Club Taurino para su festival.
– ¡Nunca! Cuando se presentaban los carteles siempre había algún simpatizante mío que pedía mi inclusión. Joder, no entiendo porque no me daban esa oportunidad.
– ¿Mantiene el sueño de triunfar ?
– Bueno, yo lo hago ya un poco más a nivel disfrute. Lo miro desde otra perspectiva. Lo hago viviendo el día a día. Para mí esto es una pasión. Desde que empecé con seis añitos en Orduña, ahí sigo. Con la misma afición y las mismas ganas. Y hasta que las ganas me abandonen, ahí voy a estar.
– ¿Cómo se gana la vida?
– Trabajo de forestal en una cuadrilla que se dedica a limpiar el monte que tiene el propio ayuntamiento.
– ¿En qué municipio?
– En Aldeadávila de la Ribera. Hace 8 o 9 años hubo un incendio bastante considerable. El Consistorio estimó oportuno hacer una cuadrilla para limpiar los montes.
– ¿Le da para vivir con lo que gana?
–Sí, hombre. Para vivir, sí. Aquí he tenido el amparo de ganaderías muy importantes. Es como una burbuja de oxígeno. Tengo la suerte y el privilegio de ir prácticamente todas las semanas al campo a prepararme. Y de ver a diferentes figuras del toreo, que también es un privilegio.
– Un compañero del periódico, muy aficionado, me preguntó si sería capaz de realizar una protesta como hizo en su día Pascual Mezquita. Se vistió de corto varias semanas junto a la puerta del Arriaga reclamando una oportunidad.
– ¡Le tengo un aprecio de la hostia, macho! Yo pienso que lo que se tenía que haber hecho ya se ha hecho. O sea, ya no hay nada más que hacer. Cuando llamas a una puerta mil veces y no te abren, al final buscas otra salida. Pues mira, con su pan se lo coman. Supongo que los aficionados bilbaínos pedirán algún día responsabilidades.
– Tiene ya 40 años. ¿Es una edad tardía para intentarlo?
– Lo de la edad lo veo como algo simbólico. Lo más importante son las ganas y el interés que le pongas al asunto. Para cuajar, un toro no te pide la edad, no te pide el DNI. Lo que te pide es que tengas bastante experiencia para poder dominarlo. Y estés fresco de ideas y, sobre todo, ganas y actitud. En el momento que me abandonen, pues me dedicaré a otra cosa.
– Ahora, ¿a disfrutar de lo que le espera en Orduña?
– De momento, como se dice, partido a partido. Me encantaría que fuese un día importante para recordar. Y de triunfo. Quiero ofrecer una imagen de madurez, poso, torería y emoción.
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