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Olatz Hernández | Txema Izagirre
Domingo, 3 de febrero 2019
Las personas que paseaban la mañana de este domingo por la playa de Sopela se han llevado una sopresa. O, mejor dicho, una gran sorpresa de 18 metros de longitud y 20 toneladas. Una ballena rorcual, que había sido arrastrada por las olas, apareció malherida junto a la orilla. Numerosos curiosos se acercaron para ver con sus propios ojos y sacar fotos. También acudieron biólogos voluntarios de la asociación Ámbar, que finalmente no pudieron hacer nada por salvar al animal.
La Ertzaintza confirmó a la mañana que la ballena varada en Sopela «estaba viva», aunque no presentaba muy buen aspecto. Tenía muchas heridas, la más aparatosa en el vientre, y sangraba por ellas. Ante el aviso de la policía autónoma, los biólogos de Ámbar se desplazaron al lugar. Tras un primer reconocimiento, observaron que el cetáceo apenas se movía, «solamente agita la aleta trasera, debido al fuerte oleaje», explicaba uno de ellos sobre la una de la tarde.
Poco después, el pronóstico empeoraba y reconocían que poco se podía hacer con el animal. Solo quedaba esperar a que se recuperara y nadara mar adentro o a que muriera para retirar el cuerpo. Finalmente, falleció y el cuerpo del gran cetáceo quedó varado junto a la orilla.
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La playa de Sopela estaba ayer repleta de gente. «Ha venido más público que un día de verano por la mañana; más incluso que en julio», comentaba sonriendo un policía municipal. Tan inesperada afluencia de curiosos obligó a que los agentes se vieran forzados a regular el tráfico en los accesos al arenal de Atxabiribil.
«Esto parece un circo, no para de llegar de gente», comentaba jocoso el joven getxotarra Aitzol Gutiérrez. En plenos estertores de la borrasca 'Helena', fueron muchas las familias con niños que desafiaron al temporal para ver de cerca al cetáceo. Las colas de los vehículos llegaron a alcanzar hasta un kilómetro de longitud;y los agentes tuvieron que lidiar con algunos conductores reacios a estacionar el vehículo lejos de primera línea de mar dado el mal tiempo reinante.
El aparcamiento de la playa se llenó en muy poco tiempo y las patrullas desplazadas al lugar se vieron en la necesidad de tener que dar mil y una explicaciones a los automovilistas que iban llegando. La llegada del cetáceo despertó tal expectación que se hizo imposible dejar el coche cerca de la arena.
Cientos de personas, la mayoría con plumífero y capucha, buscaron su hueco donde rompen las olas para inmortalizar con los teléfonos móviles la inesperada visita de uno de los grandes del mar. «No sé qué resulta mayor espectáculo, si la ballena varada o el gentío que hay con la que está cayendo», soltó incrédulo Juan Agirre, un jubilado de Sopela que no tuvo reparos en reconocer el motivo de su visita. «¡A qué voy a venir! A fisgar un poco, por supuesto!», bromeó.
18 metros y algo más de 20 toneladas son las cifras que arrojaba el rorcual común que ayer quedó varado en Sopela, muy delgado y débil. Luchó por su vida hasta perecer tres horas después de ser localizado. La mayoría llegan malnutridos y enfermos por golpes, heridas o enfermedades. Son más frecuentes en invierno, con temporales.
Rorcual común. Pueden llegar a centenarios y rondan los 20 metros, pero las hembras tienen mayor tamaño (la más grande capturada medía 27). Más pequeños en el Atlántico Norte, lo contrario en el Océano Antártico.
42 asistencias se practicaron el año pasado en Euskadi, la mayoría a focas. La mayor curiosidad estuvo en la tortuga laúd rescatada en Plentzia. Ayer también se rescató una marsopa en Zarautz.
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