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El 'Juan Sebastián Elcano' desafía a la tempestad en Getxo
Cientos de personas visitan el buque escuela de la Armada en la primera de las dos jornadas de puertas abiertas
XABIER GARMENDIA
Getxo
Lunes, 8 de julio 2019, 12:10
«Pero si está lleno de trastos. ¡Aquí no hay quién dé un paso sin tropezarse!». El lamento de Carmen Rodrigo es un tanto paradigmático sobre las expectativas erróneas con las que algunos visitantes entraban este lunes en el 'Juan Sebastián Elcano'. El buque escuela de la Armada, que permanece atracado en Getxo para abrir sus puertas durante dos días, tiene más bien poco en común con el portaaviones 'Juan Carlos I' que visitó el puerto getxotarra en marzo. En este velero bergantín, como en casi cualquier otro, todo está diseñado al milímetro. «Ya me ha quedado claro que esto no es el 'Titanic», ríe Carmen, una de las cientos de personas que han desafiado la amenaza de tormenta.
La nave, de 113 metros de eslora si se cuenta el bauprés, no sorprende tanto por sus dimensiones, sino por su historia y, sobre todo, por su belleza. Y eso que con las velas plegadas pierde algo de encanto. «No es la primera vez que lo veo, pero nunca había llegado a subirme. Es más o menos como me lo imaginaba», cuenta Juan Ingunza, quien se muestra muy interesado por comprobar el mecanismo de las cangrejas, esas velas con forma de trapezoide que, desafortunadamente para él, no se van a desplegar estando el barco atracado. Tendrá que esperar a verlo zarpar. «La imagen de este 'bicho' navegando es espectacular», describe Juan haciendo referencia a la portada de EL CORREO de este domingo en la que se veía el buque a su paso por San Juan de Gaztelugatxe.
Tal vez los más asombrados por la majestuosidad de la nave de la Armada sean los niños, que no dudan en preguntar de todo. Ainhoa González ha traído a sus dos hijos, Naia e Iker, y los tres se llevan un álbum de fotos casi interminable. Que si la escalerilla de entrada, que si el timón, que si los salvavidas... Los pequeños han conseguido retratarse incluso con algunos tripulantes y algunos de ellos hasta se prestaban a hacer ellos mismos el selfi. «El trato de la tripulación está siendo genial. Todos con una sonrisa y atendiéndote en todo lo que pueden», agradece Ainhoa que, eso sí, considera que sería mejor hacer una visita guiada en grupos más pequeños: «A mí no me importa ir preguntándoles, y a estos dos menos, pero así estaría mejor organizado».
En la visita, en todo caso, entra gente de todas las edades. Y aunque no es el mejor sitio para personas con algún problema de movilidad, María Luisa -«no me pongas el apellido, cariño, que no quiero hacerme famosa»- se las ingenia para completar el recorrido sin la ayuda del bastón. Lo más duro es, sin duda, descender por los estrechísimos escalones que hay distribuidos por el buque en los que apenas entra medio zapato. «Pasito a pasito, yo llego a cualquier sitio», presume esta vecina de Algorta acompañada de su marido, Luis. La indumentaria marinera del hombre rápidamente anticipa su devoción por el mar. «He navegado toda mi vida en veleros, aunque no en una cosa semejante. Ahora ya no estoy para tantos trotes, pero vaya envidia», cuenta.