El Vaticano confirma a Joseba Segura como obispo titular de Bilbao

Segura ha adelantado que, a partir de julio, «pero sobre todo después del verano», la entidad eclesiástica en Bizkaia iniciará la renovación «de los colaboradores más cercanos al obispo» en las parroquias y zonas pastorales. «Habrá procesos de consulta para nombrar a nuevas personas que puedan trabajar con la gente y coordinar los esfuerzos que se vayan haciendo», ha adelantado. Se nombrarán al nuevo vicario general y a los vicarios territoriales.

Según sus cálculos, «a partir del primer trimestre de 2022, cuando el gobierno de la Diócesis esté renovado», se estará en condiciones de reanudar el nuevo plan de evangelización diocesano «que quedó interrumpido por la pandemia y todos estos cambios». «Me enfrento a muchos desafíos dentro y fuera de la iglesia, aunque yo no me agobio, siempre me he sentido acompañado», no solo por sus compañeros y feligreses, sino también por «Cristo, que me ha traído aquí de manera un poco sorprendente» y también «por la amatxu de Begoña, que protege a tantas mujeres y hombres sencillos en esta sociedad vizcaína». «Me encomiendo a vuestro afecto y oración para que, con la ayuda de Dios, poco a poco, y ojalá metiendo la pata lo menos posible, pueda llegar a ser algún día un buen pastor», ha subrayado.

Entre los retos de futuro y con una visión a largo plazo, Segura ha reconocido que su «preocupación más grande, como la de cualquier obispo o persona, es qué pasa con los jóvenes. Cómo transmitirles que, en un contexto cultural difícil para la fe, hay un gran tesoro y una gran propuesta de vida en el Evangelio que merece la pena escuchar, decidir y poner en práctica». Porque, según ha reconocido, es «muy difícil» saber el futuro que le depara a la iglesia, aunque se ha mostrado convencido de que, «dentro de 50 años, seguirá habiendo una comunidad católica en Bizkaia». Eso sí, presupone que será «mucho más pequeña e identificada» que la actual. «Va a ser una iglesia que quizá no va a tener una fuerza pública tan grande como la que todavía tiene, pero va a tener una presencia significativa», ha insistido.

Y será, en su opinión, una comunidad que irá cambiando al ritmo de una sociedad «que tiene pocos hijos» y que está siendo transformada «radicalmente» por el proceso de inmigración. Además, también confía en que poco a poco en la iglesia vizcaína, «constituida fundamentalmente por laicas y laicos», se articulen modos de participación que cada vez tengan más protagonismo en la propia labor eclesiástica, «en este espíritu de singularidad que la iglesia católica intenta desarrollar y concretar, y que se hagan de forma significativa y clara». «No entiendo una iglesia protagonizada y dirigida solo por curas; creo que no tiene ningún futuro», ha apostillado.

Su antecesor, Mario Iceta, «ya me ha escrito y felicitado». «Me ha dicho que esté tranquilo, que tendré dos o tres días malos con los periodistas pero que luego las cosas se normalizan», ha bromeado.

Este bilbaíno de 63 años, experto en economía social, jugó un papel relevante en los procesos de paz en Euskadi a partir de 1998. Juan María Uriarte, al que considera su padre espiritual, le reclutó para ayudarle en la mediación entre el Gobierno de Aznar y ETA. Su papel en las conversaciones previas al encuentro entre ambas partes en Suiza fue muy importante, aunque siempre estuvo en la sombra. Tras el fracaso de aquella cita fue requerido para nuevas tareas facilitadoras entre la banda terrorista y los mediadores internacionales que desembarcaron en Euskadi. Hasta enero de 2006, cuando ETA rompió la tregua con el atentado en la terminal de Barajas y Segura abandonó Euskadi para viajar a Ecuador, donde estuvo 12 años antes de volver.

Domina el euskera y el inglés y luce en su currículum un máster en Economía, que sacó en Boston, además de su formación en Teología y Psicología, disciplinas en las que se licenció en la Universidad de Deusto. Su papel como facilitador lo compaginó con sus responsabilidades como delegado de Pastoral Social y Cáritas diocesana, cargos a los que accedió tras acompañar a las comunidades cristianas de Barakaldo y San Ignacio.

El nuevo obispo ha sido profesor de ética y siempre ha sido un declarado pacifista. Su tesis doctoral giró sobre la paz y el desarme en plena época de la «guerra fría» en la que los episcopados publicaban pastorales sobre la paz. Su pensamiento se recoge en libros como 'Guerra imposible: ética cristiana entre guerra justa y no violencia', 'Guerra moderna, disuasión nuclear y defensa occidental en el magisterio' o Ética en los negocio'. En una incursión en la banca solidaria fue vicepresidente de la Fundación para la Inversión y el Ahorro Responsable (FIARE). Pero sus inquietudes iban más allá.

Durante su larga estancia en Ecuador, tierra de las misiones vascas, le encomendaron recomponer la estructura de Cáritas, conocidas sus dotes de organización y tras su experiencia en la pastoral social. Primero estuvo en Quito y luego en Riobamba desarrollando proyectos de gran responsabilidad y vinculados al episcopado.. Y su labor fue más allá de lo que se le demandaba. Esas referencias llegaron hasta Mario Iceta, obispo titular de Bilbao, que vio la necesidad de recuperar su talento para la diócesis vizcaína. Regresó en el verano de 2017.

Su vuelta no pasó desapercibida, porque pronto se enroló en la maquinaria diocesana. Le asignaron la parroquia de los santos Justo y Pastor, en el barrio de Otxarkoaga. Al poco tiempo se produjo el terrible suceso protagonizado por tres jóvenes, que se saldó con el homicidio de una pareja de ancianos del barrio. Segura predicó una homilía muy elaborada. Tuvo eco. Era una señal de que mantenía su prestigio sobre el clero. Una señal que pronto se certificó. En la consulta entre los organismos diocesanos para nombrar al vicario general (tras la salida del histórico Angel María Unzueta) su nombre apareció en todas las vicarías por delante de otros. Y con diferencia. Podía ser una bisagra entre las distintas sensibilidades.

En 2017 el obispo de Bilbao planteó en Roma la necesidad de contar con un auxiliar, un cargo sin cubrir desde que él mismo relevó a Ricardo Blázquez. El Vaticano lo aceptó en menos de un año. En la misa crismal del Jueves Santo de 2018 Iceta anunció la noticia, justo al mismo tiempo que daba cuenta del nombramiento de Segura como vicario general, «número dos» de la diócesis. No pocos relacionaron ambos hechos y se dispararon las quinielas. Si los curas y los organismos le apoyaban y estaba claro que tenía una sólida formación y, además, había demostrado dotes para el gobierno, parecía claro que era el candidato ideal. Iceta consultó con sus colaboradores más cercanos lo mismo que el Vaticano, que utilizó sus propias antenas. Se daba por hecho que en la terna que llegó a la Santa Sede el nombre de Joseba Segura figuraba el primero. «Si en Roma tienen sentido común no habrá sorpresas», comentó en privado una alta dignidad eclesiástica. En efecto, no ha habido sorpresas y primó el sentido común.

Segura tiene mucho prestigio entre el clero y está muy valorado. En lo personal pasa por ser un hombre de carácter. De temperamento fuerte y serio, puede parecer adusto. Y es muy exigente, a veces con planteamientos rígidos. El estrés lo combate, siempre que puede, con la montaña. En Ecuador ascendió al Cotopaxi, que se eleva hasta los 5.897 metros, con un grupo de alpinistas vascos.