Silvia Zimmermann del Castillo
Alaba el modelo urbano de Bilbao, con «identidad y personalidad propia» y defiende la participación ciudadana a la hora de construir grandes urbes
Copresidenta del Club de Roma Internacional, filósofa y férrea defensora de la creación de ciudades humanas que atiendan las demandas de sus vecinos. La argentina Silvia Zimmermann, discípula y colaboradora de Borges, viaja a Bilbao para participar hoy en un seminario organizado por Bilbao Metropoli30 sobre los retos de las ciudades del futuro. «El espacio público mitiga la desigualdad», asegura.
– ¿Qué es una ciudad humana?
– Es la ciudad que responde a la necesidad de los seres humanos que la conforman. Hipodamo de Mileto decía que las urbes en forma de damero servían para facilitar el encuentro entre los vecinos. La ciudad es el reflejo de sus habitantes.
– ¿Habla de las supermanzanas?
– Exacto. Según Hipodamo, esa estructura facilita el encuentro entre los diferentes vecinos.
– Entonces, ve necesario dar más espacio al ser humano.
– Eso es. La ciudad es el lugar que permite a los seres humanos compartir. Aristóteles decía que una ciudad bien diseñada siempre aporta al bien común.
– ¿Y están bien diseñadas?
– No todas. Por eso hay que tener en cuenta cómo serán las ciudades del futuro. Los arquitectos deben saber comprender a los seres humanos para que la metrópoli cumpla con su objetivo.
– Defiende por tanto consultar a la ciudadanía qué es lo que quiere antes de empezar a construir una ciudad y no al revés.
– Exactamente. La visión de muchos filósofos y urbanistas es conocer a los habitantes para comprender qué necesitan, cómo se relacionan, qué costumbres tienen... Y después de captarlo, empezar a trabajar.
– Dígame una ciudad que esté mal diseñada y otra bien.
– Brasilia fue construida de forma muy moderna pero totalmente inhumana. Es prácticamente una ciudad vacía. Este es un ejemplo de metrópoli que no ha atendido al espacio vital de la ciudad. Una localidad que creo que sí responde a ello es Bilbao. No la conocía de antes, pero tiene una personalidad propia. Aunque no es una ciudad tan vieja, es fiel al concepto de la identidad.
– Entiendo que la considera una ciudad humana.
– A mi entender sí y espero que lo conserve.
– ¿En qué lo ha detectado?
– La ciudad no solo es lo que se ve, sino lo que se siente. Se nota en los montes, en la vegetación y la naturaleza propia, que está presente en la ciudad. Las grandes urbes que permiten a sus habitantes amarla se perciben. Y no solo la siente el vecino, el turista también. El visitante no quiere encontrar una ciudad idéntica a todas las demás.
– ¿Qué papel juega el turismo en la evolución de las ciudades? ¿Desvirtúa la personalidad de la que habla?
– Borges solía decirme que teníamos que ser egoístas y decir que Buenos Aires es fea y que no vale la pena conocerla para que no vinieran tantos turistas. El turismo en cierta forma invade. Así ocurre en Venecia. Tener una política respecto a este fenómeno es importante porque la ciudad tiene que estar para sus habitantes y paradójicamente también para los visitantes, que quieren ir a conocer específicamente la esencia de esa localidad y no otra.
– Bilbao cada año bate nuevos récords de visitantes. Hay barrios que ya han denunciado esa masificación turística.
– El turismo es positivo porque permite que nos conozcamos, pero es necesario legislar para equilibrarlo y dosificarlo porque puede atentar contra la virginidad de lo que uno quiere encontrar en la ciudad. La invasión turística muchas veces desvirtúa.
Mitigar las desigualdades
– ¿Existe la ciudad igualitaria y sin desigualdad?
– No. Crear ciudades igualitarias es muy difícil, pero debemos tender a ello. Ahora bien, ¿qué puede mitigar esa desigualdad? El espacio público.
– ¿En qué sentido?
– En las zonas públicas se comparte y ayudan a los marginados a abrirse a la creatividad y la esperanza. Son espacios que igualan a los diferentes.
– Defiende por tanto más zonas verdes, peatonalizaciones...
– ¡Y belleza! La ciudad debe tender hacia la libertad.
– ¿Cree que se debería restringir el acceso del coche privado para garantizar esos lugares?
– No soy la persona adecuada para responder a la pregunta porque soy filósofa, no urbanista. A mí lo que me importa es conservar el espíritu de la ciudad. Y el ser humano necesita naturaleza, aire más puro y sano, encontrarse y la posibilidad de que las urbes sean caminables. Una ciudad que en el futuro pierda la posibilidad de ser andada no será sostenible.
– ¿Se refiere a evitar que el tráfico elimine zonas peatonales?
– Eso es.
– Acceder a una vivienda asequible es hoy un problema en Bilbao, lo que genera situaciones de mayor pobreza.
– Y crea también mucha desigualdad social. Los gobiernos tienen que estar atentos para que todos los ciudadanos tengan una buena calidad de vida.
– ¿Hacía dónde debe avanzar una ciudad como Bilbao?
– Debe incorporar la naturaleza y conservar el espacio público para por ejemplo, la contemplación de una obra de arte.
– Según Naciones Unidas, en 2050 el 70% de la población vivirá en grandes ciudades. Esto requerirá aumentar los parques residenciales. ¿Cómo afrontar la expansión urbanística sin limitar los espacios públicos?
– Es cierto que vamos hacia una concentración preocupante y que implica riesgos. Precisamente el Club de Roma está creando en la ciudad de Buenos Aires micro bosques para que exista una relación entre el habitante que tiene que vivir en torno al cemento y la naturaleza en sí misma.