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El 'Goienkale' de Bermeo ha zarpado hacia las Azores, a más de 900 millas del puerto vizcaíno, en busca del primer bonito del norte atraído ... por la posibilidad de hacerse con el 'campanu' de la mar, término con el que los arrantzales llaman a la primera subasta que tiene lugar habitualmente en la lonja de Avilés y que el año pasado protagonizó el pesquero patroneado por Enrique Zabaleta al vender a 339,60 euros el kilo. En la línea de salida también se encuentran el grueso de las embarcaciones de artes menores de la villa marinera, alrededor de una veintena, que ultiman los pertrechos para salir a la mar y sumergirse de lleno en la campaña que en principio se prolongará hasta bien entrado el otoño.
339,60 euros
se pagó por kilo el año pasado al 'Goienkale' por traer los primeros bonitos, vendidos en la lonja de Avilés.
«No queda más remedio», aseguraron desde el muelle bermeano a EL CORREO. «La costera del verdel está cerrada ante la imposibilidad de registrar capturas por las razones que a estas alturas todos sabemos, la sobrepesca de los países del norte de Europa», añadieron. «Tan sólo una embarcación continúa intentando capturar caballa», recalcaron.
Los arrantzales se muestran optimistas. Para esta temporada, la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (ICCAT) tiene establecido, dentro del trienio 2024-2026, un total admisible de capturas de 47.251 toneladas, frente a los 37.801 de los últimos tres años. La flota del Cantábrico dispondrá de 24.495. «Tenemos bonito más que suficiente para pescar, nuestro dolor de cabeza es localizarlo y que luego entre en nuestras aguas», reconocieron las mismas fuentes.
De hecho, la costera del pasado verano estuvo marcada por los cambios. Se caracterizó por un ritmo más pausado y sostenible con precios que oscilaron entre los 3,40 y los 4 euros el kilo de media para su consumo en fresco. Tras un comienzo esperanzador con un pico de descargas destacadas a mediados de julio, la situación cambió drásticamente a partir de esa fecha. El pescado empezó a dispersarse y alejarse, complicando aún más su captura. Como resultado, la flota de cacea terminó su costera más la norte que nunca, más cerca de las aguas irlandesas que del Cantábrico. Los arrantzales alargaron la campaña hasta bien entrado octubre. Pero dejaron 12.000 toneladas en la mar.
«Desde 2016 fue uno de las temporadas más bajas en cuanto a desembarcos», indicaron portavoces del sector. Aunque nadie se atreve a detallar las razones, entre los motivos que los patrones barajan para explicar esa situación figuran una entrada más tardía de la especie, una mayor dispersión por diversos caladeros o una menor cantidad de ejemplares en momentos puntuales.
Según los datos recogidos por las cofradías, la campaña finalizó con cerca de 7.377 toneladas capturadas por la flota vasca desde junio a octubre, de las cuales aproximadamente 4.676 fueron descargadas en los puertos de Bizkaia y Gipuzkoa y cerca de 2.701 en otras comunidades autónomas, sobre todo en Asturias (El Musel 29 % y Avilés 29 %), Galicia (Burela 18 %) y Cantabria (Santoña 5 %).
Respecto a la actividad de las cofradías vascas, éstas recogieron 4.783, un 44% (8.544 toneladas) menos que en 2023, mayoritariamente en las cofradías de Bermeo y Ondarroa, así como en Getaria y Hondarribia. El bonito se comercializó a un precio medio de 4,15 euros el kilo, aumentando un 27% en comparación con el año anterior.
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