Preparados, listos, ¡Ander!

Muchos hemos tratado de replicar la receta durante estas semanas de confinamiento. Teníamos la copita de cóctel, la botella de Martini, el Curaçao, la ginebra, las gotitas de Angostura y la corteza de naranja, pero nos faltaba lo más importante. Quizá por la misma razón por la que las croquetas nunca saben igual que en casa de tu abuela, el marianito preparado sienta mejor cuando se toma acodado en la barra del Ander Etxea.

Fundado en los 70 como bar de vinos y menú del día por la siempre enérgica Tere Villate, ha ido evolucionando en taberna castiza célebre por su vermú de la mano de sus hijos Idoia, Jon y Julio. Cuenta la familia que la cosa empezó casi por casualidad, gracias a un cliente, tan empeñado en que les sirvieran el dichoso cóctel que les enseñó la receta y hasta les trajo el primer juego de copas. El resto es historia de Bilbao.

Hay algo en esta tasca de Barrenkale capaz de atraer a gente de lo más variopinta. Taberna de diario para unos pocos vecinos del Casco Viejo, los fines de semana entra en ebullición a la hora del aperitivo. Cuadrillas de txikiteros, familias con críos, heavys, pijos, borrokas o modernos, todos reclaman su hueco en la barra para pedir una ronda de marianitos. El ambiente crápula y populachero que se respira en el Ander termina por no caber en sus cuatro paredes, y se extiende durante el mediodía hasta ocupar buena parte de la más alegre de las Siete Calles.

En estos días de mascarillas, guantes, saludos con el codo y distanciamiento social, cuesta imaginar uno de esos bulliciosos domingos en el Ander, abriéndose paso entre la multitud y dando sorbos sobre la barra a la tercera ronda de marianitos para no derramar una gota por el camino. De momento, la persiana sigue bajada y la familia disfruta de un merecido descanso, pero sus parroquianos estamos... pues eso, ¡preparados!