Los docentes vizcaínos se pasan el testigo
Una andereño a punto de jubilarse y un profesor que se estrena en las aulas intercambian reflexiones y consejos acerca de la profesión
Aunque a Kontxi Pelayo le queda algo más de un año para jubilarse, prefiere no imaginarse todavía cómo debe ser la vida sin ir al ' ... cole' todos los días. «Uff...tiene que ser duro. Hace unos años no me lo podía imaginar y ahora ya ha llegado», suspira al reflexionar sobre su futura retirada de la docencia. Lleva más de 30 años siendo profesora de infantil y primaria en el mismo colegio, el Gurutzeta, en Barakaldo, un lugar que ya considera su casa. Natural de Bilbao, alguna vez se ha planteado cambiar de centro por comodidad, pero siempre ha habido algo que ha frenado la decisión. «Acabas cogiendo mucho cariño a la zona, a los compañeros... terminan siendo como tu familia», cuenta emocionada.
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Lo suyo es pura vocación, nunca quiso ser otra cosa más que profesora, y aunque los inicios fueron complicados -pasó por escuelas en Salamanca y Burgos antes de sacar la plaza- sigue manteniendo la ilusión del primer día. «Somos unos privilegiados, el mundo de educación infantil tiene mucha magia», admite. Kevin Guadilla, que a sus 28 años se acaba de estrenar como docente de economía y matemáticas en el colegio La Mennais Santa María de Portugalete, asiente mientras escucha atentamente a su compañera. «Dar clase en Bachillerato, es una maravilla, da mucha vida», cuenta. Sus comienzos fueron algo diferentes a los de Pelayo. De familia de profesores, cursó la carrera de ADE, se especializó en finanzas y hasta llegó a trabajar en una consultoría, aunque finalmente optó por la educación. «Quería probar algo más movido, no podía pasar tanto tiempo en una oficina y sabía que la docencia me daría eso», recuerda.
Él, profesor de secundaria recién llegado a la docencia, y ella, andereño de infantil y primaria a un paso de dejar las aulas, reflexionan sobre los retos a los que se enfrenta el profesorado y comparten confesiones y consejos acerca de cómo afrontar la profesión. «Como veterana, el mejor consejo que te puedo dar es tener actitud y estar dispuesto a renovarte», sugiere Pelayo, algo que a ella misma le ha tocado hacer. Primero, con el idioma y luego, con la tecnología. Recuerda entre risas que en sus primeros años como docente, en los 80, redactaban los materiales educativos a máquina de escribir y transportaban las matrículas de los alumnos -todo en papel- en carros de la compra. También rememora las dificultades de empezar a dar clase en euskera sin que hubiese sido nunca su lengua de estudio. Qué lejos parece quedar ahora todo eso. «Hemos hecho un gran esfuerzo por amoldarnos en los últimos años, en tejer puentes», afirma. Por eso, mira con optimismo la ilusión con la que llegan cada curso los profesores más jóvenes, como Kevin.
Relevo generacional
Kontxi Pelayo. Bilbao, profesora de Primaria e Infantil
Al borde de la jubilación: a sus 62 años, le queda un curso y medio para retirarse de la docencia en el Colegio Gurutzeta. Renovarse: desde sus inicios en la profesión se ha adaptado a cambios sociales y tecnológicos.
Kevin Guadilla. Ortuella, profesor de Secundaria
Docente novel: de 28 años, se estrena como profesor de mate y economía en Santa María de Portugalete. Cambio radical: dejó su puesto en una consultoría para dedicarse a la docencia.
«Es muy enriquecedor para las dos partes, ellos son rápidos, tienen la tecnología muy aprendida, y nosotros contamos con la herramienta de la experiencia», admite. Es en esas vivencias donde Guadilla busca encontrar respuesta a una de sus mayores preocupaciones: cómo no llevarse los problemas a casa. «Durante la formación académica adquirimos algunos conocimientos sobre psicología, pero nadie te prepara para lidiar con unos padres derrumbados, es difícil que no te afecten algunas situaciones», reconoce. El mejor remedio que ha encontrado Pelayo para ello es el tiempo. Tener paciencia, intentar gestionar esos malos tragos y, si es posible, tratarlos en terapia. «Al final es parte del trabajo y cuesta mucho no involucrarse. También se aprende a ayudar a las familias, a encauzar los problemas y que entiendan las necesidades de sus hijos».
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Planes de futuro
A un día del comienzo de curso y con todos los materiales listos, ambos admiten que el 31 de agosto siempre da «pereza» volver al colegio, aunque enseguida cojan el ritmo de la rutina. Pelayo no puede evitar preguntarse qué hará al jubilarse. «Supongo que aprenderé a gestionar todo el tiempo que empezaré a tener». Guadilla no lo tiene del todo claro, puede que todavía espere unos años para opositar, aunque también se plantea trabajar en el extranjero, siempre con el objetivo de seguir formándose.
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