Uno de cada diez vehículos que arrastra la grúa de Bilbao termina en el desguace
El servicio, que suma más de 4.700 arrastres en lo que va de año, afronta una nueva etapa con su traslado a Punta Zorroza en los próximos meses
La grúa puede ser un servicio odiado por algunos, pero resulta necesario para garantizar la circulación. Y eso que ya no demuestra la voracidad de ... antaño, cuando llegaban a retirarse más de 30.000 coches al año de las calles de una ciudad que muchos recuerdan en blanco y negro, presa de su pasado industrial. Una villa todavía ajena al Museo Guggenheim, cuyas obras fueron precisamente las que obligaron hace un cuarto de siglo a despejar el solar que ahora ocupa Abandoibarra y trasladar el depósito de vehículos a Zorrozaurre.
El año que viene, el servicio hará la «mudanza» otra vez para dar paso al desarrollo de la isla, donde se espera que cobren forma miles de pisos y una «nueva economía» basada en las industrias inteligentes. El solar de la grúa forma parte de la primera fase de las obras, así que tenía los días contados. Irá, de forma provisional, justo enfrente, a Punta Zorroza, un sector en el que hace falta movimiento. La presencia de la grúa junto al antiguo matadero, vigilada día y noche, dará más sensación de seguridad a los vecinos de esta zona deprimida.
La actividad de la grúa comenzó a caer en picado tras su último traslado, conforme la ciudad iba ganando transporte público y se peatonalizaban más calles. Después, la crisis le dio la puntilla. Su aparición podía amargarle a uno el mes y era mejor no arriesgar y coger el metro. Hace ya tres años que los arrastres experimentan un repunte debido a la mayor presencia de agentes en las calles y a que la recuperación económica ha contribuido a que se conduzca más. El año pasado, se alcanzaron los 5.430 enganches de todo tipo de vehículos. La mayoría, turismos, aunque entre ellos, había un centenar de motos y ciclomotores. Los operarios realizaron una media de 15 servicios cada día, y en lo que vamos de año, ya suman 4.779. Se trata en la mayoría de los casos de coches mal estacionados, aunque también los hay que cumplen 'condena' por carecer de seguro o por estar en manos de un conductor ebrio al que sorprendió la Policía.
En su contexto
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2019 es el año en que se materializará el traslado del servicio de la grúa a un solar ubicado junto al antiguo matadero de Punta Zorroza.
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La parcela El terreno que ocupará en Punta Zorroza es municipal. El coste del traslado todavía no ha sido hecho público por el Ayuntamiento. De cualquier modo, su ubicación también es provisional, ya que en Zorroza también se cuece otro plan urbanístico con más de 2.000 viviendas y polígonos de empresas limpias.
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Vigilancia permanente El recinto permanecerá vigilado las 24 horas del día, todo el año. Allí habrá unas treinta personas. De lunes a viernes, cinco gruístas trabajan de mañana, cuatro de tarde y dos por noche, los mismos que los fines de semana. Y siempre con vigilantes y policías.
Además, cerca de medio centenar se trasladan cada año a Zorrozaurre por orden judicial y policial, y otros tantos por que sus dueños los abandonan. Incluso se niegan a recogerlos del depósito cuando son contactados: les sale más caro que lo que puedan obtener por él en el desguace. Los coches son candidatos a la trituradora cuando duermen más de tres meses seguidos en la isla. Unos 500 acabaron el año pasado convertidos en chatarra. Aproximadamente, uno de cada diez de los que se arrastran terminan en estas plantas de tratamiento, según fuentes del servicio. Allí también se ocupan de los trámites. De vez en cuando, el área de Seguridad Ciudadana, que es de quien depende la actividad, convoca subastas y el mejor postor se lleva el material para hacerlo añicos.
«Intocables»
Ahora mismo, hay unos 520 vehículos en el depósito de Zorrozaurre. De ellos, dos centenares están a disposición judicial por embargos o precintos y el Ayuntamiento no puede hacer nada con ellos hasta que el juez ordene su desguace u otro destino. Son «intocables». También pueden encontrarse furgonetas, una centena de motos y ciclomotores, una veintena de bicis, quads e incluso remolques. La inmensa mayoría se recogen el mismo día de la retirada o al siguiente. Las nueve grúas con las que cuenta la ciudad siguen cumpliendo un papel muy importante para garantizar la movilidad de Bilbao, insisten fuentes municipales.
Las claves
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114 es el precio del enganche para un turismo convencional y de 29 euros para una bicicleta o ciclomotor. Los vehículos con tara superior a 1.501 kilos pagan más. A este gasto hay que añadir el coste de la estancia del coche en el depósito, si no se recoge 12 horas después de su enganche. Y el de la infracción, en su caso.
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El servicio es deficitario: cuesta casi dos millones de euros al año, pero apenas recauda 600.000
¿Y cuál es el precio del servicio? La tarifa para un turismo es de 114 euros. Es la más común. Aunque hay que añadir el coste de la estancia si se recoge después de doce horas y el de la infracción. Pero las cuentas no cuadran. La firma que gestiona las instalaciones, la unión de empresas SICE- Auplasa, ganó el concurso por casi dos millones al año, y la grúa solo dejó 590.000 euros en las arcas municipales en 2017. El año que viene, pese a la ligera subida de la tasa, se calcula que el déficit será de 1,43 millones.
El Ayuntamiento asume el enganche y la permanencia en las instalaciones de los vehículos que están a «disposición judicial». También son un engorro para las cuentas los automovilistas que se desentienden de ellos. Tanto, que la posibilidad de «pasarles la factura» siempre está presente. Algo que todavía no sucede.
«Es un servicio que no le gusta al infractor, pero que es útil al vecino»
Josu Grisaleña tiene 57 años y lleva más de dos décadas como responsable del depósito de vehículos de Bilbao. Desde antes de su traslado a Zorrozaurre. «Cuando vinimos había muchísimo movimiento y muchas empresas. A la larga, quedará un barrio muy bonito», asegura. Durante este tiempo, una palmera eliminada del solar del depósito ha resurgido y brotado del cemento. Comenzó siendo una ramita y ya alcanza los ocho metros de altura. También ha sido testigo de la transformación de la ciudad y de sus conductores. Afortunadamente, ya no se producen broncas cuando una persona acude al depósito a llevarse su vehículo.
«Hace 20 años, sí que había más follones, ahora cada vez menos. La gente ya tiene asumido que cuando se les retira el vehículo, hay que pagar y punto». Los que no lo hacen son los que los abandonan y se resisten a acudir porque sus «vehículos son viejos y no les merece la pena. Ahora no se les está repercutiendo el coste, pero es posible que en el futuro se les cobre la estancia en el depósito y demás». Según defiende, la grúa es «un servicio que se presta al ciudadano. Al infractor no le gusta, pero es útil al vecino». Muchos desconocen que se lleva también las bicis cuando las «dejan estacionadas obstaculizando el paso de peatones; o abandonadas, porque están pinchadas, les falta una rueda.... Si no viene el propietario, también las desguazamos». Es muy probable que en muchos casos, los ciclistas crean que se la han robado. «Deben acudir a las instalaciones a demostrar que es suya con la factura o bien, tener guardada una fotografía con ella».
En el depósito hay coches casi tan veteranos como Josu Grisaleña. «Hay algunos que han estado aquí quince años o más, incluso veinte. Hay vehículos que entran por orden del juez o de la Policía en perfecto estado, y que al llevar tanto tiempo aquí, con la humedad que hay, les salen hasta ramas». Cuando se puede, se envían a la chatarra. No importa el estado. «La empresa puede aprovechar piezas. Pero el vehículos se da de baja». Desaparece del mapa.
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