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Oinatz Bengoetxea.
PELOTA I MANOMANISTA

Bengoetxea arrolla a un desconocido 'Urruti'

El navarro jugará su tercera final consecutiva de la temporada tras pasar por encima del vizcaíno, que pagó en exceso los nervios y se fue del encuentro

juan pablo martín

Sábado, 13 de mayo 2017, 19:31

El que se antojaba partido más igualado de las semifinales del Manomanista se quedó en un simulacro. Bengoetxea VI pasó por encima de Urrutikoetxea en un frontón Labrit a rebosar y el navarro disputará su tercera final consecutiva de la temporada. Hizo un partido casi perfecto ante un desconocido delantero de Zaratamo que pagó el exceso de nervios y se fue del partido, algo que no tiene acostumbrado al aficionado. El de Zaratamo no pudo con la presión del choque ni con la que le propuso su rival.

El de Leitza, sin embargo, está en un momento tan dulce que le sale todo. Antes de este encuentro ya había firmado una temporada para enmarcar por lo que afrontó el duelo sin obligaciones y se pudo presenciar sobre la cancha esta circunstancia. No le quitaba el sueño la final y este hecho, unido a su veteranía, le hizo tener las ideas mucho más claras a la hora de ejecutar las acciones y de buscar los huecos. Fue un vendaval en una cancha que conoce a la dedillo y en la que se siente como en casa.

Sacó a la perfección. Su pelota bombeada fue a caer al cuadro seis y medio pegada a pared. Su defensa de aire resultó descomunal, pero en lugar de entablar un cuerpo a cuerpo con su rival en este aspecto, prefirió cortar la pelota a los pies y cruzarla a pared a la mínima ocasión que tuvo. Y en el remate estuvo sublime. Sus ganchos hicieron mucho daño, y será difícil de olvidar el que consiguió en el 13-2 desde el cuadro cinco a la misma línea de la contracancha.

Para Urrutikoetxea fue un día negro. Lo confirmó él mismo después de la contienda. El vizcaíno terminó abatido. Más que por la derrota, por la imagen de impotencia que había mostrado. No le salieron las cosas como las tenía planeadas. Y eso que el destino le deparó que fuera el que tuviera el primer saque y logró el tanto inicial con un derechazo a rebote. Estaba con chispa, pero fue un fogonazo. Corto. Bengoetxea VI recuperó el saque con un escapada de sotamano en el resto que supuso el principio del fin. Y eso que el marcador reflejaba un empate a uno.

El navarro cambió la pelota y comenzó su recital. La tacada de doce tantos que logró fue demoledora. No hubo forma de pararle por mucho que Inhar Jaka, botillero del de Zaratamo, pidió un par de descansos para tratar de tranquilizar a Urrutikoetxea y romper el ritmo de su rival. Nada. Los signos de debilidad que había dado no hubo forma de corregirlos. Fue demasiado tarde. Su resto de izquierda no funcionaba como en otras ocasiones y no acertó a la hora de medir para golpear la pelota. Los tres saques que le metió el navarro hicieron daño, pero los que el de azul acertó a devolver tampoco fueron con la fuerza suficiente como para sacar al de colorado de su sitio.

Sin continuidad

Con el viento a favor, la tranquilidad de Bengoetxea fue en aumento y la inestabilidad de Urrutikoetxea, también. Los tantos peloteados donde otras veces se encontraba cómodo y lograba dominar, tampoco cayeron de su lado. Y con la zurda se le fue un par de pelotas fuera tanto a bote como de aire. Hubo que esperar a un exceso de vista del navarro en un golpeo de su rival con la izquierda a la esquina de la contracancha para ver subir el segundo tanto del vizcaíno al marcador (12-2).

Pero no tuvo continuidad. En la siguiente acción llegó la maravilla desde el cuadro cinco del de Leitza y todo volvió a torcerse. Los restos de Urrutikoetxea siguieron sin mordiente, y le volvió a caer una tacada de cuatro tantos.

Pero el de Zaratamo ha dado sobradas muestras de que si alguien es capaz de una remontada es él. Tuvo un momento de lucidez cuando devolvió el saque de su rival de sotamano con la derecha y pudo dominar el tanto. Consiguió tres consecutivos que obligaron a Bengoetxea VI a pedir un descanso para evitar que se creciera. Fue en ese parón cuando el vizcaíno solicitó la presencia del médico porque el dedo gordo de su diestra se le cerraba. La tensión que tenía acumulada en el antebrazo era la culpable y con un pequeño masaje la situación física mejoró. La mental no mucho. Veía que esta vez pintaban bastos.

A partir de entonces fue cuestión de jugársela a tumba abierta y sin red, pero al mínimo error que cometió el castillo de naipes se volvió a derrumbar. El cansancio hizo que el navarro diera algún signo de debilidad, pero nada que no pudiera subsanar ante un rival muy tocado que no tuvo su día.

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