Aurelio cumple su sueño a los 90 años: volver a andar
Un baracaldés de 90 años vuelve a caminar con el exoesqueleto de una empresa vasca gracias al programa 'Último deseo' de la Fundación Miranda
Sergio Llamas
Jueves, 9 de mayo 2019
«Cuando dejas de andar lo echas todo de menos. Es como un pájaro al que encierras en una jaula. A mí me cortaron las ... alas y ahí me quedé». Aurelio Relloso volvió ayer a caminar. Y lo hizo con la ilusión de quien descubre los mayores placeres en las cosas más sencillas. Fueron sólo unas decenas de metros, pero bastaron para que este baracaldés de 90 años pudiera despegarse de su silla de ruedas durante un par de horas. Los muñidores de este milagro son la Fundación Miranda –de la que es usuario– y la empresa Gogoa, artífice del exoesqueleto que le ha devuelto a este jubilado las ganas de vivir, porque el coraje le viene de serie.
El calvario de Aurelio se desató con toda su crudeza en octubre de 2017, cuando una mielopatía –lesión de la médula espinal– le robó la capacidad de andar. Un día estaba vendimiando en la huerta de la residencia que la Fundación Miranda tiene en Barakaldo y al siguiente había perdido la movilidad en las piernas. Fue visto y no visto, literalmente. Ahora, gracias al programa 'Último deseo' que la entidad inició en 2016, un exoesqueleto le ha permitido revivir la sensación de caminar; el mismo artilugio que ayer, emocionado, se embutía durante la tercera y última sesión en las instalaciones que la empresa Gogoa tiene en la localidad guipuzcoana de Urretxu. Antes de la primera, el 30 de abril, se veía incapaz de ponerse en pie. Tanto que había prometido a uno de los ingenieros biomédicos, Iker M. Arrizabalaga, que si llegaba a caminar se haría socio de la Real Sociedad.
Utilizado en rehabilitación, puede multiplicar hasta por 160 la fuerza que hace el usuario con las piernas
«Lo más destacable es su actitud. Hay gente más joven y con otras patologías que no se lanza, pero él al tercer día ya da varios pasos seguidos», le felicitó Arrizabalaga. Aurelio no cabía en sí de orgullo al término de la sesión. «Estoy contento con cómo ha salido. Si mañana me piden que haga otro experimento, para allá que voy», aseguraba este veterano, que desea servir de inspiración a otros.
Aurelio no se arredra ante nada. Es una de esas personas a quienes la vida ha obligado a cambiar el paso varias veces, sin lograr por ello desarbolarlo. Fue agricultor hasta los 32 años y luego trabajó como conductor de ambulancias para Osakidetza. «Me gustaba mucho. Me parieron dos en la ambulancia, se me murió gente, salvé muchas vidas y expuse la mía para salvarlos cuando la situación era urgente», rememora el hombre.
El pequeño paseo de este baracaldés también ha dejado huella en Gogoa, ya que hasta ahora nadie mayor de 60 años había probado su herramienta. La empresa surgió en marzo de 2016 y tiene once trabajadores. Es una de las cinco que tiene el exoesqueleto homologado en Europa como dispositivo médico empleado en la rehabilitación, «el resto son americanas y japonesas», precisa la ingeniera Elene Santos. Lo usan instituciones como el Hospital Nacional de Parapléjicos, en Toledo, o la Asociación de Daño Cerebral de Navarra (ADACEN). «Era imposible rechazar la petición de Aurelio, menos aún con lo volcado que está el personal de la Fundación Miranda», admitía el director técnico, Juantxo Martín.
«Si mañana me piden que haga otro experimento, para allá que voy», apuntó el hombre tras la prueba
Seis articulaciones
El exoesqueleto que utilizó Aurelio dispone de seis articulaciones: dos en la cadera, dos en las rodillas y, lo más diferenciador, otras dos en los tobillos. Es capaz de multiplicar por 160 la fuerza que hace el usuario con las piernas. «Permite realizar 35 Nm (newton metro) al caminar, cuando una persona sana emplea entre 18 y 20», detalló Martín, que apuntó que la empresa ha entrado también al sector industrial con exoesqueletos para la parte superior que ayudan a los trabajadores a mantener los brazos en alto, y otros de cadera para coger y dejar cosas. «Está viviendo un boom gracias a una tecnología muy reciente, de apenas año y medio», añadió.
Ayer la médico de Aurelio en la residencia, Mari Jose Albizua, se debatía entre la alegría y el amargor. «Hace unos días me preguntó si había salido alguna cosa nueva 'para lo suyo'», señaló la mujer, que lamentó que cuando se le diagnosticó el problema no se le hicieran más pruebas, y criticó que a veces sólo se mira «la edad» de los pacientes. «Si pillamos esto hace año y medio…», repetía.
La tecnología puede seguir ayudando a Aurelio a desplazarse. Ayer negociaba con el psicólogo del centro, Iván Llorente, y la supervisora de planta, Mari Mar Fernández, el uso de una silla de ruedas eléctrica, hasta ahora prohibida en la residencia. Como el propio Aurelio demostró ayer, no hay nada imposible.
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