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Se llamaba Carlos y tenía 41 años, un hijo que había cumplido 6 hace unos días y una mujer en Venezuela con la que llevaba tres lustros. Había obtenido el NIE provisional y en abril optaba al definitivo, por lo que estaba muy ilusionado porque ... iba a poder cumplir su sueño: acceder a un contrato de trabajo y traer a su familia para que vivieran en paz, lejos de estrecheces económicas y persecuciones políticas. Es la víctima del trágico incendio en el número 5 de la calle Kareaga Goikoa de Basauri.
Carlos había sido policía en Caracas. Se vio obligado a huir del país para conseguir una vida mejor para su familia. Primero escapó a Perú y después llegó a Madrid hacía poco más de dos años. Trabajaba con otro hombre que «le trataba mal». «Se emborrachaba, y le insultaba. A menudo se encerraba en el baño a llorar pensando si había tomado la decisión correcta», relatan quienes le conocían. También pasó una temporada en Villarcayo.
Tamara Vázquez, de 41 años y abuela de los niños rescatados por los bomberos, le conoció allí. Carlos trabó una gran amistad con su familia. Consiguió que una amiga en Gueñes le cediera una habitación porque no tenía dónde vivir. Le ayudaron también a tramitar la documentación. Pasaba mucho tiempo en el bloque número 5. El hijo de Tamara vive en un tercer piso con su familia y enfrente reside Antonio, otro joven vinculado a la asociación cristiana El Alfarero, que le prestaban apoyo, con el que trabó una gran amistad. Ahora recaudan fondos para tratar de repatriar el cuerpo.
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En el momento del incidente, Carlos estaba solo en casa de Antonio. Ahora, las dos familias están destrozadas. «Es muy doloroso que haya un amigo en tu casa y que no hayas podido hacer nada por él». Los vecinos que ya estaban abajo trataron de subir para buscarle, pero ya no había escaleras. Se habían desintegrado.
«Estaba ilusionadísimo porque veía que ya no quedaba nada, que en abril iba a tener papeles para trabajar y poder traer a su familia. Era muy buena persona, una de las mejores que he conocido en mi vida. Iba pidiendo por las obras que le dieran trabajo, pero claro, nadie le contrataba sin papeles», relata Tamara.
La muerte de Carlos deja a su familia en un abismo aún más negro. Llamaba todos los días a su hijo antes de que entrara al colegio. «Le decía que pronto podría traerles, que esto les iba a gustar mucho». Le mandaba dinero, lo poco que podía, esporádicamente. Su familia era lo más importante para él. «¿Como le digo yo ahora al niño que su padre no le va a llamar más?¿Qué voy a hacer yo ahora?», le comentó su mujer, desolada, a Tamara, cuando se puso en contacto con ella para contarle la peor de las noticias. Ayer estaba prevista la llegada de una tía que reside en Gipuzkoa para que reconociera el cuerpo en el instituto anatómico forense de Bilbao. Se trata de una hermanastra de su padre a la que conoció en España, con la que se había citado en un par de ocasiones en Madrid y en Villarcayo.
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