Las baldosas de Quico Mochales
Bilbaínos con diptongo ·
Aquel agosto había decidido vestir pantalón de mil rayas, garriko blanco, pantalón de pelotari, pañuelo azul y el medallón de Pinpilimpauxa. Decía que era para ... recordar a todos que las fiestas debían ser divertidas sin dejar de ser limpias. Lo subrayó ese día nada más sacar su menudo cuerpo del taxi. Pudiendo ir sobre ruedas no tenía sentido gastar suela. Era uno de sus lemas. Tenía más. Tantos como ideas sin las que no seríamos lo mismo. A raíz del artículo sobre Txomin Barullo muchas almas de la villa me instaron a que tecleara un 'Bilbaínos con Diptongo' a mayor gloria de Quico Mochales. El paisano que gestó las bases de nuestra Aste Nagusia.
Es sabido que Mochales, alias Quico o Mocha según interlocutor, puso la semilla para cambiar unas fiestas de toros, teatro y circo en mucho más. Estaba bien pagar por divertirse, pero urgía abrir aquella semana de cinco días y hacerla más asequible y popular. Ya se ha contado que todo empezó tras la organización, del 20 al 25 agosto de 1973, de la Primera Semana del Deporte Rural Vasco. Fue un éxito, pero Quico ansiaba más. Es lo que tiene contar con neuronas que dan otra vuelta de tuerca a todas las cosas. No en vano, Juan Francisco Mochales Iza fue, desde 1969, el primer relaciones públicas de El Corte Inglés de Bilbao. Una empresa, no lo olvidemos, en constante comunión con la villa y a la que debemos la mutación de Semana Grande a Aste Nagusia, con todo lo que ello conlleva.
Por si hay despistados recordemos que Mochales propuso en 1974 la celebración de un concurso de ideas para mejorar y hacer crecer las fiestas. No hubo forma. El Ayuntamiento de entonces no quería ceder ni un ápice de su control, fuera en el día a día o en una semana loca. Pero la insistencia es arma efectiva y en 1977, siendo alcalde José Luis Berasategui, logró convencerlos. Así, en la primavera de 1978, se hacía realidad el concurso de ideas. Las 100.000 pesetas de premio corrieron a cargo de El Corte Inglés con el lema: 'Hagamos populares las fiestas de Bilbao'. A la mesa del jurado, en la que Quico logró sentar a representantes de las asociaciones de vecinos pese a las reticencias del Consistorio, llegaron 37 ideas. Ganó una y el resto ya lo conocen. Incluido otro de sus legados. El del Concurso de Fuegos Artificiales, que nació con el nombre de Certámenes Pirotécnicos Villa de Bilbao, allá por 1981 y con Castañares en el poder. No entendía el famoso relaciones públicas que otras capitales contaran con grandes alardes pirotécnicos y nosotros no. Así era.
Una pareja «de escaparate»
Nos conocimos estando Quico casado con Inés Miján, mientras un servidor compraba una colonia en la desaparecida tienda de Loewe de la Gran Vía, de la que ella era directora. Eran una pareja de escaparate. Siempre impecables. Y eso que los atrevimientos textiles más osados de Mochales se limitaban a sus vacaciones ibicencas. Me lo cuentan hoy quienes comprobaron en aquella isla sus dotes como relaciones públicas. Era el rey de Ibiza. Lo imagino viajando de cala en cala subido a un taxi. Como el 23 de agosto de 2016, cuando llegó en uno para asistir al homenaje a Juan Carlos Eguillor, creador del primer cartel de Aste Nagusia. Un cartel que, años después, diseñaría Mario Larrinaga Mochales, nieto de Quico, que nos recordaba entonces que ese concurso también fue idea del abuelo. Del hombre que se nos fue, tal semana como esta, en 2016.
Había nacido allá por 1929 y durante toda su vida fue gran anfitrión y mejor embajador de Bilbao. Por ello son muchas las voces que claman una placa o un premio en su memoria. Poca gente lo merece tanto. Hasta para tirar de la oreja cuando no le gustaba algo o le parecía vulgar lo hacía con flema bilbaína. Quienes por ocio o trabajo tuvimos el honor de conocerlo no tenemos dudas. Merece reconocimiento. Hizo nuestra semana más grande. Pero, sobre todo, nos dejó la senda sobre sus baldosas para que el caminar de nuestras vidas sea más alegre.
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