Alta tecnología para sellar el pozo de gas 'Albatros'
Repsol lanza en la costa de Bizkaia una operación inédita, con campanas de buceo y minisubmarinos, para cegar un yacimiento agotado en 1997
Dos minisubmarinos no tripulados, un helicóptero, un buque nodriza de 132 metros de eslora (de mayor longitud que el campo de San Mamés), varios barcos ... de apoyo, una campana de buceo para descender a grandes profundidades, un módulo para que media docena de submarinistas viva durante casi un mes en un entorno presurizado y hasta una plataforma petrolífera de perforación semisumergible. Este es el complejo operativo que Repsol está preparando para sellar un viejo pozo de gas abandonado en la costa vizcaína, frente a Bakio. Nunca antes se había ejecutado una misión de esta envergadura en el litoral del territorio. La compañía de hidrocarburos empezó el mes pasado los trámites administrativos necesarios. Y si todo va bien en los despachos, los especialistas se meterán definitivamente en harina a comienzos de 2023.
Sellar un antiguo pozo de gas en el mar es algo así como poner un gigantesco tapón a una bañera. El único problema es que el agujero que en su día se perforó en el lecho del Cantábrico se halla a 150 metros bajo la lámina de agua. Hay que bajar allí para retirar el cierre provisional que hace 25 años se colocó e inyectar unos 60 metros lineales de cemento especial. El gran obstáculo es descender a esa profundidad. Un buzo experto puede trabajar a un máximo de 90 metros. En este caso, habrá que recurrir a una compleja estrategia que obligará a los profesionales a vivir recluidos durante casi un mes en una especie de cárcel de metal.
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El peligro de un derrame accidental de hidrocarburos
El pozo que se pretende cegar lleva el nombre técnico de 'Vizcaya B-4'. Se encuentra dentro de la zona de exploración de hidrocarburos 'Albatros' y está ubicado a 18 kilómetros al oeste de la plataforma La Gaviota. Se trata de un tubo de metal que se introduce en la corteza de la tierra hasta alcanzar los 2.356 metros. A esa cota penetra en una bolsa de la que se extrajo metano entre 1991 y 1997. El yacimiento se agotó en sólo seis años, aunque está conectado a la conocida instalación que se sitúa frente a Bermeo y que sirve de almacén estratégico de gas. La Gaviota pertenece hoy en día a Enagas. En 2011, la energética le compró esta infraestructura a Repsol que, sin embargo, aún conserva bajo su tutela el pozo que ahora se pretende sellar.
¿Por qué hay que clausurar debidamente un sondeo de estas características? Además de porque así lo estipula la ley, existen razones ambientales de peso. Lo que se pretende es evitar posibles daños a la naturaleza. En la actualidad, el pozo está cerrado con una cabeza de metal que se asemeja a un árbol de Navidad (de hecho, en inglés se le denomina así, 'Christmas tree').
Los buzos tendránque vivir en el interior de una cápsula de metal durante semanas
Trabajo en profundidad
La operación que se pretende llevar a cabo consiste en sustituir esa enorme pieza transitoria por un solido tapón de cemento. Se inyectará un hormigón especial: más flexible que el que se emplea en el sector de la construcción. El objetivo es que, gracias un juego de presiones, el material se expanda y garantice una estanqueidad perfecta.
La misión es delicada. Esta planificada para que sea ejecutada en unos 25 días, pero puede haber complicaciones. Si a la hora de probar el precinto se comprueba que no es del todo estanco, es muy posible que tenga que actuar una plataforma perforadora flotante. Desplazar un equipo así requiere de tiempo, planificación y dinero. En el proyecto presentado ante el Ministerio de Transición Ecológica, al que ha tenido acceso EL CORREO, no figura cuánto costará el operativo, pero las fuentes consultadas estiman que podría suponer, con facilidad, una inversión superior a los 6 millones de euros. Hay pocas referencias y antecedentes en España. Por ejemplo, en la polémica plataforma 'Castor', entre la Comunidad Valenciana y Cataluña, se van a destinar 70 millones de euros a cegar 13 pozos que se encuentran a una profundidad de 60 metros (90 menos que en la costa vizcaína).
Y es que la profundidad va a ser la clave y la gran dificultad de este operativo. El barco nodriza que liderará los trabajos se servirá de dos minisubmarinos controlados a distancia (miniROV) para revisar el estado del lecho marino, proceder a su limpieza y dejar el terreno preparado para el posterior descenso de los buzos.
Confinamiento radical
Esta segunda fase es la más peliaguda, con diferencia. Los submarinistas no pueden bajar de forma directa, puesto que la presión del mar podría causarles graves daños, incluso la muerte. Para poder manipular las herramientas allí abajo tendrán que desarrollar una técnica que se conoce como buceo de saturación. Los profesionales emplean una mezcla de gas especial (helio y oxígeno) y viven durante el tiempo que duren las inmersiones confinados en una cápsula presurizada. El propósito es acostumbrar el cuerpo al trabajo y la presión que les aguarda. Para entrar en el agua usarán una campana de buceo, que les bajará directamente desde el barco hasta los 150 metros. En definitiva, estos especialistas tienen que aguantar semanas en una especie de cárcel de metal en la que desarrollarán su vida hasta el sellado definitivo del pozo. Muy pocas personas son capaces de resistir esta situación, además de estar cualificadas para moverse con seguridad a 150 metros de profundidad.
Las obras comenzarían en 2023, una vez obtenidos los permisos, y costarían más de 6 millones
Caro y costoso
Los riesgos son grandes ya que, a los problemas con los gases, hay que añadir que la inhalación de helio puede causar una pérdida de calor importante. El riesgo de hipotermia es elevado. En este tipo de labores trabajan normalmente tres buzos, pero cuentan con el respaldo de un amplio equipo: médicos, supervisores y un reserva. En el caso del pozo 'Vizcaya B-4' se dispondrá también de un mecanismo de emergencia de extracción y de diverso material por si hay contratiempos, que se ubicará en el Puerto de Bilbao.
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