
Cómo acabar entre todos con la brecha digital
Barakaldo acoge el segundo encuentro del foro intergeneracional impulsado por EL CORREO y BBK, con arte, música y, sobre todo, mucho diálogo
El plan consistía en reunir a medio centenar de personas, sobre todo mayores y jóvenes, para debatir sobre la brecha digital: ese es el funcionamiento del ciclo GenerAcción, impulsado por EL CORREO y BBK para sentar a diferentes generaciones a pensar juntas. Y, a medida que los invitados iban llegando al topaleku del centro Los Hermanos, en Barakaldo, se podía improvisar un experimento sociológico tan modesto como curioso. Los participantes estaban repartidos en cinco mesas (la blanca, la rosa, la naranja, la verde y la azul), de manera que los primeros en acudir se sentían un poco solos. ¿Y qué hacían tanto mayores como jóvenes? Pues sacar el móvil, claro, ese socorrido acompañante de bolsillo. La brecha digital existe, pero eso no debería hacernos pensar que la edad implica desinterés por la tecnología.
Las mesas se fueron poblando de gente y el contacto humano –con esos desconocidos que de pronto estaban tan cerca– arrinconó las pantallas. En la mesa azul, por ejemplo, los primeros fueron Marije (64 años), Maite (66) e Izan (14).
–¿Y ustedes qué tal se llevan con lo digital?
–Yo me manejo, me gusta, enredo –respondía Marije–. Ya no comparto en las redes, solo soy fisgona, voyeur. En Instagram me metí por seguir a mi hijo y en TikTok, por ver cómo se mueve la sociedad.
–Yo voy tirando –planteaba Maite–. He hecho cursos, porque hoy en día la situación nos obliga.
–¿Y tú, Izan? ¿Cuánto tiempo podrías sobrevivir sin tecnología?
–¿A qué llamamos sobrevivir?
–Digamos... sentirte a gusto.
–Máximo tres días. Hace falta para hablar con los amigos, para jugar.
–¿Qué tanto por ciento de tu ocio es digital?
–Un 40%.
–¡No es mucho!
–Súbelo al 60.
De pronto, aquello ya se había llenado. «Estáis con gente a la que no conocéis de nada o a la que acabáis de conocer. La idea es que, en este ratito, vayan surgiendo nexos y os deis cuenta de que tenemos más en común de lo que nos separa», introdujo la presentadora, Marta Madruga. Por su parte, Víctor Carramiñana, responsable de nueva longevidad de Fundación BBK, reflexionó sobre la intergeneracionalidad como una «herramienta para la cohesión social» que permite trenzar «distintos hilos en un hilo más fuerte».



Las sesiones de GenerAcción –esta es la segunda del ciclo– son atípicas pero también muy intuitivas, porque nuestra sociabilidad espontánea suele acudir al rescate, como un músculo que responde cuando hace falta. Además, el arte ayuda a centrarse: en Los Hermanos estaban la ilustradora Idoia Kareaga, dibujando en directo, y el cantante y guitarrista Gonzalo Portugal, que se ocupaba de la música. Y también ellos le dieron vueltas a lo que ha supuesto la digitalización en sus ámbitos. «No nos ha quedado otra que adecuarnos, actualizarnos. Además, ¡no manchas tanto y eso lo agradecen en casa!», sonreía Idoia, que aportó una obra protagonizada por una nieta que graba con el móvil a su abuela: «Quería establecer un puente invisible, que se implicase la amama: siempre vemos a las nietas grabando sus tiktoks, pero aquí es la amama quien baila una jota». Gonzalo, por su parte, exploró lo positivo de la tecnología («nos da acceso a publicitarnos de manera más barata») y también lo negativo («monetizarlo se ha complicado bastante»), para acabar en una reivindicación de eso mismo que se disponía a hacer, tocar en vivo («ahí hay un componente que no tenemos en lo digital»).
Y llegó el momento de conversar, de discutir. En estas reuniones, todos hablan en un plano de igualdad, desde adolescentes hasta jubilados, pasando por rostros conocidos como Xabier Basañez (director del BEC), la periodista y presentadora Ainhoa García, Joseba Goikuria (director gerente de BIC Bizkaia Ezkerraldea), Alberto Ruiz (vicepresidente de la Asociación de Comercio y Empresa Urbana de Barakaldo) o la cantante Naroa Franco, Nawi, que también detalló su relación cotidiana y profesional con lo digital: «Una cosa es que te vean y otra, crear algo más estrecho, una comunidad: eso no se consigue solo con subir un vídeo, tienes que ser constante, ser auténtico y crear una conexión. Es bonito, pero... ¡es un trabajo!».
–¿Y no siente que se expone demasiado?
–Ese vínculo real con tus fans, como si fueran amigos, hace que a veces sea difícil medir lo que das.

Cada mesa debía centrarse en un reto, sintetizado en una pregunta: desde cómo ayudar a los mayores a adquirir competencias hasta su reverso, cómo diablos lograr que los jóvenes despeguen la vista de las pantallas. Pasear por la sala permitía captar retazos de conversación. «Hay personas mayores que le preguntan a un hijo, pero no es lo mismo que un voluntario: el hijo no suele tener tanta paciencia», decían en la azul. «Yo me pongo en el lugar de los jóvenes: si a nosotros nos parece complicado formarnos una opinión, ¡imagínate a ellos!», planteaban en la blanca. «Los chavales a veces se atreven demasiado: pueden aprender de los mayores en cuestión de criterio, de prudencia», reivindicaban en la rosa. «Ayudar a las personas mayores a hacer ciertos trámites también nos genera tensión», recordaba una joven en la naranja. Y, en la verde, una adolescente hablaba del profesor de matemáticas que utilizaba un canal de YouTube y un padre, del hijo de 5 años al que «le das un móvil y ya no hay niño».
Un mensaje con las conclusiones
El diálogo no siempre es dócil y a veces se escapa donde quiere, aunque no tenga mucho que ver con el planteamiento de partida: al final, en la azul andaban con la IA y en la blanca, con el control del pensamiento: «De tanto repetir algo, lo quieren hacer verdad. Es lo mismo que defendía la propaganda nazi», se oyó por allí. En la verde, un jubilado que tenía que marcharse, por una cita médica, dejó encargado a Xabier Basañez de enviarle un correo con las conclusiones.
Los portavoces de cada mesa las fueron exponiendo. Entresaquemos también unas cuantas frases. «A veces, la explicación del trámite es más farragosa que el propio trámite: hace falta claridad», reclamaba Silvia en nombre de los 'naranjas', en referencia a las gestiones 'online'. «Hay que darle valor al tiempo, ese que parece tan grande: queda un año, una semana y, de repente, es mañana, y el móvil se nos lleva un montón de horas al día», poetizaba Noa por los 'verdes'. «Estaría bien separarse un poco de la tecnología, que te puede llevar al aislamiento y a la depresión», comentó Marije, a quien le tocó ser portavoz de los 'azules'. Y ese deseo final tiene bastante que ver con la dinámica de GenerAcción: el medio centenar de personas que compartió el lunch final ya no era un grupo de extraños inseguros y un poco nerviosos, sino un colectivo unido por la tarea compartida. Ahí ya no hacía falta el refugio de emergencia del móvil.

«Quien se queda fuera pierde la capacidad de desarrollar algunos derechos»
El núcleo teórico de la sesión fue una entrevista de Marta Madruga a María Silvestre, catedrática de Sociología de la Universidad de Deusto, que hizo una necesaria aclaración de conceptos: «No hay una única brecha digital. Se suele hablar de tres. La primera brecha tiene que ver con el acceso a lo digital en el sentido físico, material: ¿tenemos ordenador, internet, lo necesario para conectarnos? La segunda se relaciona con las habilidades para utilizar lo digital, las capacitaciones que tenemos. Y la tercera se refiere a cómo se distribuyen los beneficios de utilizar lo digital, y está atravesada por las desigualdades sociales y de género: ahí entran el ciberacoso, la ciberviolencia...». Esa triple frontera ha acentuado la desconexión entre generaciones: «Un 10% de la población española está fuera de lo digital. De ese 10, el 83% son personas mayores de 65 años, pero la mayoría tienen más de 85. Son quienes están en la primera brecha. Las personas de 65-75 años se encontrarían más en la segunda brecha, con acceso pero quizá sin las habilidades necesarias. Y la tercera es intergeneracional, afecta a sectores de vulnerabilidad, con una brecha de género muy importante», analizó Silvestre. En una sociedad que ya no contempla la conexión como una opción voluntaria, sino como un requisito para acceder a determinados servicios, encontrarse al margen tiene unas implicaciones muy serias: «Quien se queda fuera de lo digital está perdiendo oportunidades, incluso la capacidad de desarrollar algunos de sus derechos. Son personas más aisladas, no solo en lo digital sino también en lo social».
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