Me volvería a casa y he tenido que ir a Berlín

El lunes 14 llegué por la noche a Kaunas. Y prácticamente, tras un débil entrenamiento, el martes 15 partido de Euroliga ante el equipo más singular de la competición. Nos pasaron por encima. El diluvio universal en forma de triples: 18 aciertos de 26 intentos, imposible.

Los lituanos son un equipo de universidad en una liga profesional. Ocho jugadores nativos, en un país con 2.700.000 habitantes, 600.000 más que Euskadi. Zalgiris es la historia de un estilo lituano: por encima de todo y como asignatura troncal, tirar con precisión.

Revisen la historia baskonistas, Stombergas, Macijauskas. Derrota muy dura, por su forma. Estoy seguro que Dusko censurara la labor defensiva de los suyos. No coincido. Sencillamente hay días que es mejor no salir de casa.

La singularidad del equipo lituano no termina en la plantilla. Tras la pérdida del entrenador de casa, el admirado y protegido Jasikevicius, se ponen en manos de un europeo desconocedor de la Euroliga. Le dan la jefatura a un austriaco con largo recorrido como ayudante en la NBA.

Estoy cansado. Me volvería a casa y me tengo que ir a Berlín. Viendo la cara de la cuadrilla me temo lo peor. Mañana juegan frente a Bayern. Los alemanes han formado un equipo lleno de americanos y balcánicos, por encima de todo peleones.

Supongo que el equipo se recuperará y les plantará cara. El sábado volvemos a casa, que no a descansar. El domingo nos espera el equipo revelación de la ACB. El Tenerife es segundo con una derrota y catorce victorias como resumen. No tengo fuerzas para hacer pronósticos y resulta que hasta el domingo estoy comprometido con este ir y venir. Mi semana no está siendo tan placentera