Shved, anatomía de un artillero implacable
Firma su cuarto curso sin bajar de los 20 puntos de media y esta campaña aporta el 42 % de su producción ofensiva desde el triple
Carlos Pérez de Arrilucea
Jueves, 23 de enero 2020, 00:00
Hijo de una jugadora y de un entrenador de baloncesto, Alexey Shved nació con un balón grande y naranja en las manos el 16 de ... diciembre de 1988. Su cuna fue la ciudad de Belgorod, un enclave de poco más de 300.000 habitantes situado a 40 kilómetros de la frontera norte de Ucrania, pero las obligaciones familiares le llevaron a crecer en San Petersburgo para después echar raíces en Moscú. El CSKA le dio su primera oportunidad como profesional en 2006. Allá conocería a Nastya, su futura esposa y componente del equipo de animadoras del club moscovita.
Dos años después, formó parte de la plantilla que guió a Ettore Messina al título de la Euroliga en la Final Four de Madrid. Por aquel entonces, Shved era un actor secundario dentro de un equipo aquilatado con genios como Siskauskas, Smodis, Holden, Papaloukas, Andersen, Langdon o Khryapa, entre otros. Su clase comenzaría a despuntar a medida que el núcleo duro de aquel equipo campeón se desmembraba. La NBA le atrajo en su seno en el verano de 2012. Los Minnesota Timberwolves serían su destino, donde haría piña con el contingente europeo formado por Ricky Rubio o el montenegrino Nikola Pekovic y sería apadrinado por Andrei Kirilenko.
Éxitos con la selección
La estrella y hoy presidente de la Federación de Baloncesto rusa fue su mentor en una NBA que llenaría los bolsillos de Shved sin llegar a colmar sus aspiraciones deportivas. Tres años en los 'wolves', una carambola de traspasos entre los Sixers, Houston Rockets y New York Knicks para decidirse por el retorno a Europa al cierre de la campaña 2014-15. Una pieza codiciada en el mercado, nadie le situaba en un lugar que no fuera la madre Rusia. Allí, dos claros postores. El Khimki se llevó a un jugador ya maduro con un contrato de cifras mareantes que superó cualquier intento planteado por el CSKA. Optó por un aspirante para aparcar el retorno a una entidad consagrada y siempre cerca de los títulos. Desde aquel lejano campeonato continental en 2008, las grandes alegrías habían llegado para Shved por medio de los logros con la selección rusa; dos medallas de bronce en el Europeo de Lituania 2011 y en los Juegos Olímpicos de 2012.
Su primer curso en el club del extrarradio moscovita tuvo a Rimas Kurtinaitis y al propio Dusko Ivanovic como entrenadores. El montenegrino continuaría la temporada siguiente y Shved ya era amo y señor del equipo. Un talento maduro dispuesto a bombardear Europa, con números estratosféricos que contrastaban con la reputación que siempre arrastra el Khimki; inversiones millonarias, pero baldías a la hora de intentar cambiar la estructura de poder del baloncesto ruso, dominado por el CSKA.
El Khimki tal vez sea un club condenado a ser un eterno segundón, pero puede presumir de contar en sus filas con el jugador más caro de Europa y con una máquina ofensiva formidable. Su jerarquía es intocable, tanto por el volumen de su salario como por su calidad. Flota entre el egoísmo acaparador y una comprensión del juego que también le convierte en un generador vital para su equipo. Es la eterna encrucijada en los que se hallan los jugadores de su estirpe; discutidos en las malas noches y no siempre ensalzados a fuerza de convertir en el pan de cada día las grandes actuaciones.
En materia anotadora, practica la rutina de la excelencia. Acumula ya cuatro temporadas en los que sus promedios no bajan de los 20 puntos por partido. Durante el curso pasado, las lesiones casi le borraron del mapa, pero volvió a tiempo para que su equipo garantizara la plaza en la Euroliga con el subcampeonato de la Liga VTB.
En la presente temporada, Alexey Shved se mantiene en sus números habituales; 21,3 puntos, 2,9 rebotes, 5,7 asistencias y 18,7 de valoración. Este año, le han salido dos fuertes competidores en la lucha por ser el artillero principal de la Euroliga. Pelea en la cima de este apartado con Mike James (21,4 puntos por partido) y Shane Larkin (21,1).
Polivalencia
A sus 31 años, el jugador de Belgorod es capaz de dominar las tres posiciones exteriores desde sus 1,98 metros de altura y sus exquisitos fundamentos baloncestísticos. Nadie discute su dominio anotador en el actual Khimki. De hecho, el 22 % de los puntos que genera la escuadra rusa salen directamente de las manos de Shved, que también lanza el 23 % de los tiros de campo de todos los jugadores que dirige Kurtinaitis. Queda claro quién se la juega en el Khimki, pero sus 5,7 asistencias por encuentro también lo convierten en el pasador más atinado de su equipo.
Un análisis de su carta de tiro revela que el triple sigue siendo su principal fuente de aprovisionamiento anotador. El 42 % de sus puntos llegan desde más allá de la línea de 6,75. Pocas veces se le verá apostado en una esquina, a la espera de un pase. Su arte tiende a la ejecución propia; aprovechar el bloqueo directo de un compañero y esperar a que el defensor ceda espacio para luego activar un gatillo siempre preparado.
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