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Querido octubre: quedan más de cuatro meses para volver a vernos y ya te estoy echando en falta. Tienes algo que lleva a engancharnos cada ... semana, mes a mes, para seguirte allá por donde vayas. Imaginamos cómo será ese momento en el que nos encontremos, sabiendo desde ya que año tras año te superas. Ojalá sea así.
Esta Euroliga 2024-25 la ganó un equipo sólido, equilibrado, con todas sus letras. El Fenerbahce tuvo las ideas más claras durante los tramos más importantes de la competición, tenía una plantilla que firmaríamos cualquiera de quienes estamos en esta columna, y Saras Jasikevicius logró que una relación de nombres reconocidos se convirtiera en un equipo donde todo el mundo sabía muy bien qué hacer en beneficio del colectivo. Un día eran unos, otro día otros, el caso es que semana a semana el grupo fue madurando y creciendo en juego hasta dominar realmente esta última Final Four.
Ahora que comienza junio, que queda competición por dilucidar, conviene pensar en esos aprendizajes que nos llevamos, que deberían estar presentes para la próxima temporada. Por estos lares, lo sabes bien, no se dispone de cheque en blanco para señalar con el dedo a un jugador y decirle 'te vienes'. Sí hay una serie de aspectos que convendría tener en cuenta si se quiere llegar allá en abril-mayo del 2026 en posiciones de privilegio.
Uno de ellos es que en esta Euroliga, con las limitaciones de mercado que existen, más agresivas y difíciles, un equipo necesita tener los puestos exteriores muy bien cubiertos. La Euroliga es una competición de bases, pero ya no solo eso: es una competición donde los puestos exteriores, base-escolta-alero, tienen que tener un nivel alto de versatilidad, capacidad de pase, defensa agresiva en el 1x1, facilidad y acierto en el tiro exterior y generar desde el bote. Podemos poner nombres para comprobarlo: McCollum, Baldwin, Hall, Guduric y Biberovic, en Fenerbahce; James, Okobo, Loyd, Calathes, Strazel, Diallo, en Mónaco; Walkup, Vildoza, Williams-Goss, Lee, Fournier, en Olympiacos; Sloukas, Brown, Grant, Osman, Nunn, en Panathinaikos. Sé que son grandes nombres, pero una línea exterior versátil, complementaria entre sí y creadora imprime ritmo, personalidad, generación propia de juego y un nivel de acierto que pueda romper un partido.
Por otro lado, es cierto que un equipo con postes de tamaño condiciona el juego, en ataque por obligar al equipo rival a proteger la pintura y atraer las defensas exteriores, pero también es tan importante tener jugadores con mayor físico que puedan anteponer la movilidad, el dinamismo y el contacto sobre los centímetros. Melli, Peters, Blossomgame, Birch, Juancho y Hayes-Davis han mostrado que el juego interior puede ser dinámico, puede ser jugado de cara al aro, puede abrir el campo con sus tiros y puede ser un factor decisivo en el rebote ofensivo, para permitir nuevas posesiones. Con estas características se puede superar con su intensidad la deficiencia de la altura.
Colectivamente hay varias ideas que la Euroliga nos ha dejado: es un juego de ritmo, con momentos de extraexplosividad, donde cada vez es más importante el paso de la defensa al ataque en sus transiciones, y es un juego que más allá de provocar desventajas -bajo con alto, y viceversa- lo importante es llegar a propiciar tiros sin necesidad de usar tanto el bote. El pase une a los equipos pero sobre todo descompone defensas y abre espacios liberados. Si a eso le unes el rebote y una mejor selección desde el triple, tienes más oportunidades de poder competir con garantías. Que es lo que se pide al próximo curso: competir mejor que el año anterior. Ojalá lo cumplas, octubre, tienes trabajo que hacer.
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