Qué cosas! Deberíamos acostumbrarnos más a convivir con palabras opuestas, con una y su contraria, para entendernos mejor y para ser capaces de poner en ... perspectiva nuestra realidad. Día y noche se buscan tanto como calma e intensidad, el blanco necesita al negro como la soledad a la compañía. Una sin la otra nos mostrarían una cara de nuestra vida que no sería cien por cien real, necesitamos una dosis de la contraria incluso hasta para valorar realmente quiénes somos y quiénes deberíamos ser.
He revisado la anterior visión del Zalgiris del inicio de temporada. Allá por el mes de octubre las palabras que sintetizaban el estado del equipo lituano eran estabilidad, certezas, mejorar lo conocido. Hoy, unas cuantas jornadas después, Andrea Trinchieri ocupa el banquillo que dejó el local Kazys Maksvytis, el equipo ha incorporado nuevas piezas en su plantilla y aquel Zalgiris estable que parecía que optaría a lograr una plaza en el top 8 de la Euroliga, hoy se encuentra lejos incluso del novedoso 'play-in'.
Un entrenador cuando llega a un proyecto a mitad de proceso tiene en realidad pocas opciones de 'cambiarlo todo'. Es difícil, no ya por no haber podido influir en la captación de jugadores sino sobre todo por lo que supone adaptarse a las dinámicas existentes en una misma plantilla, que está basada en una idea concreta de juego que no es la suya. Esta idea se ha de adaptar a la nueva mirada del entrenador que llega. Entonces, vuelve a comenzar un proceso, más acelerado si cabe, por acostumbrarse a nuevas rutinas, dinámicas y soluciones. Y esto no es nada fácil, es como comenzar un nuevo ciclo vital.
Sí que es cierto que la personalidad del Zalgiris encaja bastante bien con la personalidad de Trinchieri: energía, intensidad, buenas dosis de talento y calidad y búsqueda del máximo rendimiento en cualquier jugador, tenga la experiencia que tenga. Si rinde, a jugar; si no, lo hará otro. Eso es el Zalgiris y así ha funcionado Trincheri en su pasado, que acostumbra a que sus equipos sean eso, equipos, con lo que supone de solidez, equilibrio y cierta lógica en poner a cada jugador en su sitio. Luego, cada partido es una nueva realidad a la que acostumbrarse porque el rival también juega. Ahí comienzan las verdaderas disputas.
En realidad, con la llegada de Trinchieri sigue siendo el mismo Zalgiris pesado, incómodo y enérgico
Se mantienen los galones en las manos de Evans, su base, en Smits y Ulanovas, sus exteriores-interiores y en Hayes, su referente físico interior. Sobre esta estructura se complementan el resto de jugadores que a día de hoy aportan variadas alternativas en el juego que ayudan a consolidar este equilibrio del equipo: ¿Más tiro exterior? Dimsa y Manek al campo, ¿más verticalidad al aro? Sumner y Butkevicius a jugar, ¿más defensa? Lekavicius, Giedraitis y Birutis a escena. El puesto de base sigue siendo clave en el conjunto porque la sombra de Evans es muy amplia, y se echa en falta un exterior tirador más fiable en un equipo donde prácticamente todos sus jugadores, salvo los '5', pueden tirar de tres.
Visto esto, la realidad es que tampoco ha cambiado tanto la idea de juego del Zalgiris Kaunas, porque sigue siendo ese equipo pesado, incómodo, de contacto y enérgico al que nos tienen acostumbrados desde hace años. Trinchieri lo sabe y sigue exigiendo a su equipo el máximo esfuerzo colectivo para tratar de compensar esa sutil falta de estrellato en sus jugadores. Hay un Zalgiris con o sin Evans en el campo y solo hay una manera de conseguirlo: más equipo, más equilibrio y más intensidad en cada lance del juego.
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