Con vistas a La Cartuja
Análisis ·
El Athletic necesita reforzar su autoestima como equipo en los partidos que le restan antes de la gran final de CopaReconozco que no las tenías todas conmigo. Estando como estaba convencido de que el Athletic, tras el 1-0 de la ida en San Mamés, ... íba a estar en la final de La Cartuja -de ahí que todavía esté tomando tranquilizantes, anticoagulantes y sales minerales para reponerme de lo visto en Los Cármenes-, comenzaba a temer que no íbamos a poder disfrutar como es debido de la cuenta atrás hasta el 18 de abril. Nos lo iba a impedir la preocupación por la Liga. Y cuando digo preocupación no me refiero al miedo a meter el pie en ese río de pirañas que es la pelea por la salvación -uno puede ser hipondriaco, pero no tanto- sino a la quiebra moral del equipo a fuerza de encadenar malos resultados.
Me daba miedo, en fin, que el Athletic pudiera entrar en una fase autodestructiva de desconfianza y aprensión. O dicho de otro modo: que perdiera esa solidez mental que, desde la llegada de Garitano, le ha convertido en un grupo competitivo con independencia de la calidad oscilante de su juego. Y es que los rojiblancos son uno de esos equipos en los que el estilo es, básicamente, una actitud. El Athletic es ante todo trabajo, abnegación, intensidad, fe, resistencia, pundonor, solidaridad, energía...
Todas estas virtudes componen un cuadro de autoestima colectiva que es necesario apuntalar partido tras partido. Y especialmente en lo más importantes. En este sentido, la propuesta de Garitano en Granada no pudo ser más contraproducente. A este equipo no se le puede mandar un mensaje tan conservador como el que mandó el técnico deriotarra con esa alineación titular. Eso le confunde, le desnaturaliza, como a un boxeador fiero llenarle de consignas tácticas y aconsejarle desde el rincón que tenga mucho cuidado.
El Athletic, en fin, está obligado a ser valiente. Como lo es, por cierto, el Getafe, el equipo al que Garitano pone como modelo. Esto habría que aclararlo bien porque con la tropa de Bordalás se cometen algunos flagrantes errores de apreciación basados en el puro desconocimiento y en viejos prejuicios enquistados, de esos que no se quitan ni con lejía. Como ese que lleva a algunos locutores de televisión, cada vez que el Athletic lanza un córner, a destacar una y otra vez el impresionante potencial de los rojiblancos en el juego aéreo. ¿Que no han marcado un gol tras un saque de esquina desde la desamortización de Mendizabal? Pues qué más da.
Con el Getafe el malentendido consiste en suponer que porque sus jugadores presionen como tigres, peleen cada balón como si les fuera en ello la vida de sus hijos y además sean unos makinavajas expertos en la guerra callejera eso le convierta en un equipo ultradefensivo y especulador. Cuando no lo es en absoluto. Y el que lo dude que se tome la molestia de ver la última media hora del partido en el Amsterdan Arena, tras el 2-1 del Ajax. Un gran mayoría de equipos se hubiera encerrado a defender la ventaja. El Getafe, sin embargo, se lanzó al ataque y dispuso de cuatro o cinco ocasiones para empatar. El Ajax todavía está recuperándose de la sorpresa y la frustración.
Por todo ello, el deseo para esta cuenta atrás hasta el 18 de abril -o hasta cuando sea si la final hay que aplazarla, ya que la posibilidad de celebrarla a puerta cerrada quiero suponer que ni se contempla- no es otro que ver al Athletic reforzándose anímicamente partido tras partido. Le quedan cuatro hasta el viaje a La Cartuja: Atlético, Eibar, Betis y Barcelona. Los titulares fijos más cargados de minutos deberán oxigenarse con algún descanso, pero eso no debe impedir que el equipo, ahora con un único partido por semana, compita bien y se sienta fuerte. Y no lo digo tanto a nivel físico, que también, sino en el plano mental. Porque el derbi en la final de Sevilla va a ser ante todo, más allá de la evidente diferencia de estilos entre los dos equipos, una guerra psicológica de dimensiones desconocidas entre rojiblancos y txuriurdines. Y las guerras las ganas los más fuertes.
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