-kENI-U2301722884184egH-1200x840@El%20Correo.jpg)
-kENI-U2301722884184egH-1200x840@El%20Correo.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Que la concentración es obligatoria para hacer bien cualquier tarea es algo evidente. Podríamos poner infinidad de ejemplos, pero ya que hablamos del Athletic detengámonos ... en una de sus características más reseñables. Los rojiblancos vienen siendo un ejemplo de capacidad de sacrificio y de máxima concentración defensiva. El ejemplo más afinado de esto último dentro de la plantilla sería Dani Vivián, un futbolista que sale al césped y no es que ponga los cinco sentidos en su trabajo. Es que parece abducido por la responsabilidad que él mismo se impone. Y que a veces, esto no se puede negar, le hace extralimitarse un poco. Pero al vitoriano no hay nada que le distraiga. A diferencia de los demás, él seguiría jugando, con su mirada de zombi feliz, incluso si los antidisturbios entraran al campo dando porrazos o Mónica Bellucci apareciera de repente dando un paseo por allí, como lo hacía en el malecón de aquel pueblo siciliano en la película de Tornatore.
Que la concentración es capital para el Athletic, y que es seguramente la causa principal de que sea el equipo menos goleado de la Liga y el segundo mejor de los grandes campeonatos europeos tras el Nápoles, se demuestra viendo cuáles son los efectos cuando la pierde. La concentración, se entiende. Los rojiblancos han sufrido cuatro apagones en lo que va de curso y no han podido salir peor parados. El primero tuvo lugar al final de la primera parte del choque de Copa ante Osasuna. Encajaron un gol en el minuto 39, se desajustaron y recibieron el segundo cuatro minutos después. Media Copa se fue allí por el desagüe. Ante el Besiktas en la Europa League se desconectaron de la corriente y recibieron tres goles en la última media hora. Y qué decir de lo ocurrido contra el Manchester United. Tres goles en catorce minutos en San Mamés y cuatro en veinte en Old Trafford.
Estaba enfadado Valverde el jueves, y con razón, por la manera en que su equipo había bajado los brazos y emborronado su buen trabajo. El mensaje a sus jugadores fue taxativo. Vino a recordarles el primer mandamiento para los cuatro partidos que les restan, ante el Alavés, el Getafe, el Valencia y el Barça. No cometerás distracciones, que en el fútbol equivaldría a no cometerás a actos impuros. El técnico rojiblanco, en fin, quiere exprimir hasta el final la que está siendo la mayor virtud de su tropa: su fortaleza defensiva.
Su plan estratégico salta a la vista. Valverde es consciente de que su equipo está desgastado y ha perdido mucho vuelo en ataque. Sus 8 goles en los últimos 11 partidos lo dicen todo. Por otro lado, no sabe hasta qué punto y en qué condiciones va a poder contar con los hermanos Williams y con Sancet en estas dos próximas semanas. Lo que sí sabe –y bien que debe lamentarlo– es que no puede confiar en que Maroan, Guruzeta, Unai Gómez o Álvaro Djaló vayan a sacarle las castañas del fuego en ataque. Un dato estremecedor: en los 27 partidos que lleva el Athletic en 2025 estos cuatro jugadores sólo han aportado dos tantos, los que Guruzeta y Maroan hicieron en el 7-1 al Valladolid. Si a esto se añade que Berenguer, el cuarto futbolista en minutos esta temporada, sólo ha marcado un gol en lo que va de año –al Celta– está dicho todo.
Teniendo en cuenta esta deficiencia, y a la espera de saber cuándo y cómo regresan los Williams y Sancet, cuyas ausencias en Old Trafford dejarán para siempre la incógnita de lo que podría haber sido y no fue en ese partido tan trascendente, es lógico que Valverde se desvele pensando para empezar en los dos próximos rivales: Alavés y Getafe. Ha marcado esas dos citas como el pasado verano marcamos todos la del 21 de mayo en San Mamés. Sumando esos seis puntos, la Champions estaría prácticamente certificada incluso si Villarreal y Betis ganan también sus dos próximos encuentros. Y no lo van a tener fácil. Los de Marcelino juegan hoy en Montilivi ante un Girona que quiere certificar la salvación y el Betis mañana ante Osasuna tras haberse pegado una paliza el jueves para llegar a la final de la Conference. En la siguiente jornada el Villarreal recibirá a un Leganés que no querrá certificar su descenso y el Betis visitará Vallecas, un campo complicado.
Alavés y Getafe, pues, son las prioridades inmediatas. Todavía no hay que mirar más lejos. En el Coliseum, por cierto, los rojiblancos jugarán en el horario más tardío –a las 21.30 horas–, de manera que si alguno de sus perseguidores ha tropezado –y ellos vienen de ganar al Alavés, por supuesto– se podría dar el caso de que saltaran al campo sabiendo que una victoria les daría el pasaporte para la Champions. Sea como fuere, de lo que no hay ninguna duda es de la exigencia que impondrá Txingurri como una orden militar: concentración absoluta. Ni la más mínima distracción. Su lectura de estos dos partidos no puede estar más clara: si su equipo iguala la actitud de sus rivales –y deberá esforzarse porque ambos pueden estar jugándose la permanencia, el Alavés con toda seguridad y el Getafe si pierde hoy en Mestalla–, tiene todos los boletos para acabar imponiendo su mayor calidad.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.