La peor metamorfosis del Athletic
El equipo de Valverde ha pasado de ser un ejemplo de solidez y consistencia a mostrar una fragilidad sorprendente
No era el partido del Camp Nou, evidentemente, el más propicio para tomarle la temperatura al Athletic después del parón, que será el último de ... 2025. La derrota entraba en casi todos los guiones. La duda era cómo se produciría esta vez. Y lo cierto es que se produjo de una manera que acabó de extender la percepción de que el equipo de Ernesto Valverde, lejos de salir del lodazal en el que lleva metido tres meses, está cada vez más hundido en él. Los rojiblancos no dan ningún síntoma de recuperación. Al contrario, el bajo rendimiento se va extendiendo a todas las líneas, a todos los jugadores. El sábado, como muchas otras veces esta temporada, la puntuación individual a los leones y la elección al mejor futbolista del partido que ofrecemos los periódicos fue una tarea ímproba, por momentos espeleológica.
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La situación sigue provocando una mezcla de disgusto, perplejidad, curiosidad y enfado. Suele ocurrir con las desgracias que no se ven venir por ningún lado. A finales de agosto, después de que el Athletic arrancara la Liga con tres victorias seguidas, nadie se temía algo parecido. Ni de lejos. Las cosas como son: ni siquiera el fuerte desgaste de las dos temporadas anteriores, del que tanto hablamos ahora, se antojaba un peligro inmediato de cara a este nuevo curso. Los rojiblancos estaban muy lejos de parecer quemados. Si durante el parón de primeros de septiembre alguien sale diciendo que, en los siguientes catorce partidos de Liga y Champions, el Athletic iba a cosechar nueve derrotas, dos empates y sólo tres victorias ante Mallorca, Qarabag y Oviedo, le hubiéramos puesto en la picota. Por cenizo. Y eso es justo lo que ha sucedido.
El equipo de Valverde ha sufrido una metamorfosis que le está haciendo irreconocible. Su principal virtud, que no era otra que la consistencia, una solidez berroqueña que le convertía en un rival durísimo de pelar, de ahí la impresionante racha que firmó hace justo un año –16 partidos consecutivos sin perder–, se ha convertido ahora en una fragilidad pasmosa. Los rojiblancos necesitan muy poco para perder. Unas veces por sus debilidades en defensa, otras por sus desperdicios en ataque o su falta de llegadas, otras por mala suerte en duelos igualados, otras por un cúmulo de todas ellas... El caso es que al Athletic se le van partidos por el desagüe con una facilidad increíble. Y esto, por supuesto, está afectando gravemente a la confianza de los jugadores.
Efecto contagio
No es extraño que, cuando se analiza el rendimiento particular de cada futbolista rojiblanco, uno tenga la sensación de que ninguno está bien, de que la baja forma y el pobre rendimiento se han extendido por toda la plantilla como un peligroso virus paralizante. Hasta hace un mes los focos de la crítica estaban puestos sobre todo en los hermanos Williams y en Sancet, pero a día de hoy ya estamos hablando de Unai Simón, Galarreta, Jauregizar, Berenguer, Guruzeta... Ni siquiera Vivián y Laporte están finos, aunque al menos mantienen el tipo. En realidad, al único de los titulares fijos al que no se le puede poner ningún pero, a sus 35 años, es a Yuri Berchiche, aunque el sábado tuviera un partido complicado.
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Que ocurra esto no es nuevo, más bien es algo natural en el fútbol para lo bueno y para lo malo. Cuando un equipo está bien y todo fluye en la buena dirección esa energía positiva se contagia y hace mejorar a todos los jugadores. Y al revés. Cuando un equipo está mal, la energía negativa acaba teniendo un efecto corrosivo que va desfigurando a casi todos los jugadores. Quebrar una deriva de este tipo no es fácil y, como todo el mundo sabe, sólo se consigue con un par de buenos resultados que levanten el estado de ánimo del equipo afligido y, a partir de ahí, comience su reacción. Y el problema del Athletic es que no ha sido capaz de conseguirlos. Desde aquellas de agosto, que parece que pertenecen a otra época, no ha conseguido dos victorias seguidas. No ha levantado cabeza. Lo que sí ha conseguido son series lamentables de resultados como esa de cinco derrotas y un empate entre el partido contra el Alavés y el de Dortmund. Se puede decir que de aquellos polvos llegaron estos lodos.
El problema inmediato, por supuesto, es el calendario que se les presenta a los rojiblancos. En la Liga, Levante fuera, Real Madrid y Atlético en San Mamés, Celta fuera y Espanyol en casa. Y entre medio, Slavia Praga mañana y PSG. El paisaje, la verdad, no invita a la confianza. Tal y como está el Athletic, endeble en la zaga y a menos de un gol por partido, y dada la dificultad de los duelos que se avecinan, hay más posibilidades de que los rojiblancos prolonguen su mala racha a que cambien su dinámica y comiencen una buena. Pero ya se sabe que el fútbol es impredecible y quién sabe si los rojiblancos, de la misma manera que en septiembre se metieron de manera sorprendente en este jardín de plantas espinosas, ahora rompen todos los pronósticos en el momento más complicado de la temporada.
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